Donostia. Es una pena que la Euskal Selekzioa juegue todos los años cuando Olentzero ya ha pasado por nuestras casas. Si fuera al revés, si las cartas pidiendo regalos se escribieran con un partido de la tricolor fresco en nuestra memoria, probablemente cambiarían los deseos de muchos. De casi todos. Y Olentzero se encontraría con un papelón, claro. Porque la clásica y socorrida colonia, o los calcetines de turno, son fáciles de conseguir. Pero a ver quién convence a Blatter, a Platini o a quien toque de que ese equipo que va de verde y anoche jugó como los ángeles merece un hueco en el panorama futbolístico internacional... oficial.
Y es que la escuadra que entrenan Mikel Etxarri y José María Amorrortu se empeña Navidad tras Navidad en poner argumentos sobre la mesa para reforzar su candidatura a jugar partidos de verdad. De los que tienen puntos en juego. Llevábamos dos años subrayando la capacidad competitiva de la Euskal Selekzioa. En San Mamés contra Venezuela y Túnez tocó ponerse el mono de trabajo. Enfrente había dos rivales duros de roer, dos pruebas de fuego para el carácter de la tricolor. Y, resultados al margen (una victoria y una derrota), los nuestros respondieron. Cuando hay que rascar, se rasca. Cuando hay que pelear, se pelea. ¿Y cuándo hay que jugar a fútbol? Anoche tocaba. Anoche se podía. Y los nuestros volvieron a dar la talla.
partidazo Partamos de una base. El rival en el regreso a Anoeta, ocho años después del encuentro ante Honduras, era una muy pobre Bolivia, con muchos jugadores poco habituales, y que ofreció una imagen bastante triste. Pero a partir de ahí solo queda empezar a soñar. Porque, facilidades del rival al margen, la calidad se tiene o no se tiene. Y de eso, en la Euskal Selekzioa, existe por arrobas. Además de afición. Además de casta y coraje para afrontar los partidos duros. Además de jugadores contrastados internacionalmente... Además de todo eso, hay calidad, hay fútbol de salón en la recámara. Esa es la lección que este equipo nos ha querido dar en 2012.
Una lección impartida por profesores de lujo. Iraizoz, con dos finales europeas a sus espaldas, de portero. Iraola, Mikel González, Iñigo Martínez y Balenziaga formando la zaga, una defensa contundente en la contención y apta para sacar el balón jugado como requieren nuestros dos siguientes protagonistas. Xabi Alonso y Beñat jugaron en la sala de máquinas, un doble pivote cuya tasación en el mercado actual ronda los 50 millones de euros.
Y luego vienen Xabi Prieto haciendo diabluras por la derecha, Ibai Gómez trazando diagonales desde la izquierda como un auténtico puñal, Toquero aprovechando casi todo lo que le cae, y Aduriz con el traje de killer puesto. Ahora toca hablar de los ausentes. En el banquillo estaban futbolistas como Markel Susaeta o Agirretxe. En casa, Amorebieta, Muniain, Zurutuza o Illarramendi. Y en el extranjero viéndolo por la tele Mikel Arteta, Garrido o Javi Martínez. Etxarri decía en la previa que, si a esta selección le dejasen competir, entraría en "una o dos de cada cuatro" fases finales. Se quedó corto.
bolivia, un juguete No hace falta contar mucho más. Un simple vistazo a las alineaciones de uno y otro equipo basta para imaginarse cómo Bolivia se convirtió desde el primer minuto en un juguete roto en manos de la Euskal Selekzioa. Xabi Alonso retrocedió casi una década en el tiempo para sacar la escuadra y el cartabón y trazar pases teledirigidos e inimaginables. Beñat, tras un inicio dubitativo, enseguida se convirtió en su mejor escudero. Andoni Iraola y Xabi Prieto se compenetraron a la perfección en la banda derecha. Ibai aprovechó sabiamente los pasillos interiores... Y claro, con este panorama, Aduriz y Toquero se pusieron las botas, no tanto a goles como a ocasiones. Una tras otra.
El donostiarra marcó los dos primeros, el 1-0 a puerta vacía tras un servicio de Xabi Prieto, y el segundo de cabeza a la salida de un córner. Poco después, el propio Prieto volvió a asistir a Toquero e Ibai para ponerles en bandeja el 3-0 y el 4-0, respectivamente. Solo habían transcurrido 26 minutos. En realidad, una pena, porque dio la sensación de que a partir de ahí la Euskal Selekzioa bajó el pistón para no infligir una goleada de auténtico escándalo a su rival. En la segunda parte, ya sin Alonso ni Beñat como directores de orquesta, y con el carrusel de cambios patente sobre el verde, pudieron caer unos cuantos más, con Susaeta como nueva referencia. Toquero hizo el quinto, pero falló el sexto cuando solo tenía que empujarla y dejó el marcador tal y como estaba, una momentánea manita que Bolivia maquilló al final por medio de Pontons y a la que Agirretxe puso la guinda en el último minuto gracias a un gran cabezazo.
No fue un partido para recordar, pero al menos sirvió para regalarnos los ojos y para hacer volar nuestra imaginación. ¿Por qué no una noche así dentro de unos años con Bélgica (por ejemplo) como rival y un billete mundialista en juego? Las mayores dificultades para conseguirlo están en los despachos. Porque, sobre el campo, ese partido (de momento imaginario) lo ganábamos seguro. Hoy estamos más seguros que ayer. Y menos que el año que viene por estas fechas.