La Lastrilla. Un día que había Copa Catalana de cadetes, escuelas o así, Joaquim Rodríguez entró en meta hecho una furia. Iba solo, para ganar, siguiendo al motorista de la Guardia Civil quien, mala suerte, se equivocó, se fue recto en lugar de girar a la derecha y tras él se marchó Purito, que cuando se enteró de que ese no era el camino trató de rectificar, dio un volantazo al manillar y se cayó. Perdió. "Recuerdo que tiré la bici, lloré, grité todo lo que pude y monté un espectáculo increíble. Mi padre me miraba y no decía nada. Ahí quedó la cosa. A la semana siguiente fui donde él. ¿Papa dónde corremos? Él me respondió que no había carrera. Yo que sí, que era en Mataró, la Copa Catalana. Me repitió que no, que ese mes no había más carreras. Me dijo: Así aprenderás a no montar el espectáculo del otro día. No se me olvida". Su padre le enseñó a Purito todo lo que sabe. También a saber perder.
¿Qué tal se lo ha tomado su padre?
Está triste. Seguramente lo haya pasado peor que yo porque desde casa el ciclismo se ve de otra manera. Ya le dije que estuviera tranquilo, que es lo que hay. Él ya sabe cómo funciona esto porque ha sido corredor y estará pensando sus cosas. Sé cuáles son y también sé que no me va a llamar para contármelas. Si un padre te llama en un momento así de difícil es para animarte.
¿Y usted? ¿Lo ha digerido?
Aquella noche pude dormir a gusto. Fue luego, al día siguiente en carrera, cuando me puse a darle vueltas.
¿Qué pensaba?
En todo lo que no hice. En si hubiese salido a por Alberto, si hubiese esperado al equipo, si me hubiese echado una mano Movistar y hubiésemos trabajado juntos... Mil cosas. Encima, cada dos por tres veía a Alberto de rojo y aunque intentase olvidar el asunto me volvía una y otra vez a la cabeza.
Tantas vueltas después, ¿sabe ya lo que pasó? ¿Ha llegado a alguna conclusión?
Fue cosa del destino. Sabíamos que con Alberto había que estar concentrado las 24 horas, hasta cuando estás en la habitación haciendo estiramientos, durmiendo, comiendo... Sabíamos que Alberto es Alberto y que nos la podía jugar en cualquier momento. Al final, se salió con la suya.
¿Le duele? Lo tenía tan cerca...
Lo tenía cerquísima. Jamás lo había visto tan cerca. Además, tengo que decir que yo para nada tuve un mal día. Me encontré bien y estaba fuerte. Cuando Alberto atacó igual tardé algo en reaccionar, pero cuando lo hice estaba en su distancia. Fue un cara a cara en el que nos portamos igual de bien. Incluso en la última subida tampoco perdí mucho con él. Las sensaciones al llegar a meta no fueran nada malas. El pecado quizás fue haberme fiado demasiado de mis fuerzas y no haber sido más pestoso en el sentido de meterme en la rueda de Alberto, aunque se repitiese la Vuelta de Perico y Montoya en 1992.
No siguió a Contador cuando atacó y, además, se quedó prácticamente solo en toda la subida a Fuente Dé. ¿Su equipo falló?
No, tampoco fue eso. Teníamos nuestros cálculos bien hechos. Lo que pasa es que yo pensé que a Movistar le iba a interesar entrar en otro juego. No lo hizo y luego se vio que su táctica casi les sale bien porque rozaron la victoria de etapa. Lo que sí creo es que, viendo cómo fueron las cosas en la última subida, Alejandro pudo perder la Vuelta.
¿Lo dice en serio?
Claro. Ten en cuenta la subida final que hizo. Le recuperó casi dos minutos a Alberto. Si se hubiese cerrado el ataque de Contador en el momento que se tenía que haber hecho, habríamos llegado todos juntos abajo y, con la exhibición que hizo para arriba, estaría por ver si alguien hubiese aguantado a Alejandro. Pero quién sabe.
¿Quiere decir que Valverde es ahora mismo el más fuerte de los tres?
Lo que digo es que en esta Vuelta Alejandro está muy fuerte. Piensa que el día que se cayó en Valdezcaray entró muy perdido en el puerto. Se pegó una paliza solo mientras nosotros íbamos a tope y casi no se dejó tiempo. Se le está dando mucho bombo al duelo Purito-Contador, pero Alejandro ha sido uno de los más fuertes, por no decir el que más.
En Fuente Dé se habló mucho de que la víspera, el día de descanso, usted no entrenó.
Eso son tonterías. Yo estoy acostumbrado a eso. A cualquier profesional que le preguntes te dirá que con los dos mil y pico kilómetros que llevamos hasta ahora en las piernas salir a entrenar y hacer 28 kilómetros como hicieron mis compañeros no vale para nada. El día de descanso tienes que hacer lo que te pide el cuerpo. A mí me pedía dormir y descansar y es lo que hice. Además, ya te digo que al día siguiente me encontraba bien y las piernas no fueron el problema.
¿Cómo se le ha quedado el cuerpo tras el varapalo?
Más que el cuerpo, el problema es la mente. Pensar que podía seguir ahí pero que ya no estoy. No me puedo atascar en eso. No hay que darle más vueltas. Queda algo de Vuelta para poder disfrutar e intentar ganar en la Bola del Mundo.
¿Así, sin más?
Hombre, estoy segurísimo de que me va a pasar como en el Giro. Cuando pasé la meta de la crono de Milán vi a la gente que estaba a mi alrededor con una tristeza enorme, incluso vi lágrimas. El que más entero estaba en ese momento era yo. Pensaba que había sido segundo en un Giro y que ese era un resultado fenomenal. El bajón me vino luego, en casa, cuando estaba viendo los vídeos, calculando, pensando... Es ahí cuando dices hostia, qué hubiese sido si... Pero eso es como si dijese que si me abuela no se hubiese muerto todavía seguiría viva.
¿La manera en la que ha perdido el maillot rojo puede traumatizarle? De otra manera: ¿Habría preferido perder de otro modo?
Viendo lo rápido que fue Alberto el otro día, ¿quién te dice que llegando a la Bola del Mundo no me vuelve a dar otra paliza? Entonces igual tengo que dar gracias por haberlo perdido en Fuente Dé, porque si llega a ocurrirme en la Bola del Mundo, el último día, sí que hubiese sido más traumático.
¿Le consuela que el que le ha ganado sea Contador?
Yo le tengo mucho respeto a Alberto, sé quién es, pero no me consuela, como tampoco me consoló que me ganase Ryder (Hesjedal) el Giro. Al final, te gana un corredor, punto. El caso es que te ganan, no quién lo hace. Perder una Lieja con el corredor que sea, o una Vuelta, o la carrera que quieras, significa que has hecho segundo. En otros deportes eso tiene su valor. Pedrosa acaba segundo en Laguna Seca y se suelta de manos como si hubiera ganado; Alonso entra segundo en Montmeló y lo celebra. En ciclismo somos unos egoístas y nos gusta luchar hasta el último momento por ganar hasta el punto de que se vende que el segundo es un derrotado. Solo nos vale una cosa: ser primeros.
La Vuelta la tiene casi perdida. ¿Qué le consolaría ahora?
Me gustaría hacer segundo. Se lo voy a poner difícil a Alejandro. Y voy a intentar ganar en la Bola del Mundo. Estoy bien para hacerlo, también para poner en aprietos a Alberto, aunque eso sé que va a ser difícil.
Será, de todas maneras, su primer podio en la Vuelta. ¿Lo celebrará?
Sí, sí, no le resto valor a eso. Tampoco a que llevamos una temporada excepcional. He hecho podio en el Giro, casi ya en la Vuelta y me queda por delante el Mundial, Lombardía, la lucha por el World Tour... Si digo que el día de Madrid va a ser un velatorio es para que me venga cualquier corredor que va el 148 en la general y me parta la cara.
Dicen los que le conocen que usted está más dolido por la gente que le rodea que por usted mismo.
A vosotros no os lo dije, pero a los compañeros sí les repetía que no íbamos a ganar la Vuelta, que era muy complicado, que estaba Alberto ahí. Uno de estos días vi en el Marca que salía su palmarés en las grandes vueltas y era así: primero, primero, primero, primero, primero, primero y un sexto, que ha sido su peor puesto. Por eso les dije que si ganábamos iba a ser la leche, un espectáculo, algo muy grande.
Entonces, ¿Alberto había conseguido comerle la moral?
No, pero yo soy muy realista en la vida. Tengo las cosas muy claras y sé hasta dónde puedo llegar. Luego está lo del destino. Creo mucho en él. Sabía que algo podía pasar. Y de hecho, al final ha pasado.
¿Quiere decir que estaba escrito que usted no podía ganar esta Vuelta?
Quiero decir que la vida está escrita de una forma y tiene que acabar como tiene que acabar. Pero no tiene que ver conmigo, sino con Alberto. Gana siempre y ese es su destino. Es como cuando corría Lance (Armstrong). En una bajada (Tour 2003) se cayó Beloki y se partió vivo, pero el tío que iba a su rueda, se fue por un precipicio, esquivó dos vacas, tres árboles, saltó un bordillo, volvió a la carretera y ganó otro Tour. Es gente que está tocada por la varita.
¿Esa sensación da Alberto?
Es un guerrillero, un luchador. Pero no necesita que yo le haga publicidad. Es el más regular. El mejor. Lo dicen los números. Primero siempre, menos en el Tour del año pasado y porque se dio dos buenas galletas. Si hubiese ganado yo esta Vuelta habría sido el primer corredor en derrotarle en una grande sin que él tuviese problemas.
¿Ese pensamiento le pudo paralizar a usted? ¿Sintió vértigo ante algo tan grande?
Qué va. Yo tenía la mentalidad de ir día a día. Prometo que en ningún momento he mirado el perfil de dos días después. Llegaba a la habitación y le preguntaba a Dani (Moreno) a ver qué teníamos por delante. Recuerdo que el día de descanso llegué y le pregunté: ¿Mañana qué tal tío? Y me dijo lo de Fuente Dé. Me acosté acojonado porque me contó que era un final bastante llevadero, pero que hace cuatro años había ganado Alberto. Yo me acordé de aquel pedazo puerto en el que nos soltó a todos y llegó con Mosquera. Me tuve que meter en internet para verlo y me acosté con una depresión... Resulta que luego me explicaron que aquello era Fuentes de Invierno y que no tenía nada que ver. Lo cuento como un ejemplo de la tranquilidad que tenía.
¿Tanta como para no ver venir a Alberto?
Sinceramente, en ningún momento le vi que fuese mejor que yo. Me veía bien con él en la montaña. Sabía que era mi momento, pero... Estas cosas pasan.