"CUANDO pisé Londres por primera vez, me pareció que todo estaba hecho de cristal, incluso las puertas. Todo estaba muy limpio, todo era muy lujoso. De donde yo venía, algo confeccionado con ladrillo ya te llamaba la atención, pero mi primer día en Heathrow me impactó. Recuerdo sobre todo las escaleras mecánicas. Nunca había visto algo así y reconozco que me dio algo de miedo. No entendía cómo se movían cuando alguien se ponía encima". El Luol Deng de nueve años que aterrizó por primera vez en la capital inglesa poco tiene que ver con el Luol Deng de 27 años que ha liderado la selección británica de baloncesto que ayer dijo adiós a la competición pese a imponerse por un contundente 90-58 a China.
El Deng de hoy es una superestrella del deporte, todo un All Star en las filas de los Chicago Bulls, el jugador favorito de Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, quien le ha invitado en más de una ocasión a la Casa Blanca para disputar partidillos y un tipo realmente adinerado que solo la próxima temporada se embolsará más de 13 millones de dólares, pero mantiene muy presente a aquel niño de nueve años que en su llegada a Inglaterra descubrió un nuevo mundo y dejó atrás los horrores de la guerra y las apreturas de la pobreza. "Escribo desde un jet privado con wifi que me lleva a Orlando. El niño refugiado ha completado un largo camino pero nunca olvida de donde viene", publicó en su cuenta de Twitter el pasado mes de febrero mientras se dirigía al Partido de las Estrellas.
Y es que antes de multimillonario, Deng fue un refugiado de guerra, uno de los millones de personas afectadas por el conflicto armado que ha asolado Sudán desde hace varias décadas. Luol nació en Wau, hoy en día Sudán del Sur. Miembro de la etnia Dinka, conocida por la gran estatura de sus miembros, su padre, Aldo, era miembro del Parlamento y, por lo tanto, objetivo del conflicto armado. Cuando éste comprobó que la situación en el país estaba a punto de estallar, se las ingenió, antes de ser encarcelado en Khartoum por las milicias de Omar al-Bashir, para que toda su familia pudiera huir antes de que las fronteras fuesen cerradas. Así, a los cinco años Luol, su madre, sus tres hermanos y sus cinco hermanas encontraron asilo político en Egipto. Allí, no encontraron lujos, pero al menos escaparon del terror de las armas. "Vivimos en Alexandria y nos metieron a todos en una pequeña casa de tres habitaciones. Todos vivíamos preocupados por la situación de mi padre, pero la necesidad nos hizo más fuertes. Si no hubiera sido por él, mis hermanos y yo habríamos acabado, probablemente, siendo niños soldado", ha reconocido en alguna ocasión.
Fue en Egipto donde Deng descubrió por primera vez el baloncesto, merced en gran medida a Manute Bol, sudanés y perteneciente a la etnia Dinka como él. El malogrado Bol organizaba un campus para refugiados sudaneses y en él participó su hermano mayor, Ajou. "Solía ir a verles jugar a una cancha muy rústica y repleta de arena. De vez en cuando me dejaban jugar con ellos y tuve la oportunidad de aprender lo más básico de este deporte", reconoce. De todas maneras, y una vez que el patriarca de los Deng fue liberado y la familia pudo desplazarse a Inglaterra para encontrar un nuevo hogar en South Norwood, al sur de Londres, el primer deporte que cautivó a Luol fue el fútbol. Creció con un póster de Ian Wright, mítico delantero del Arsenal, colgado en su habitación, fue también fan del Newcastle por la pasión que sentía por el colombiano Faustino Asprilla y tan bien se le daba el balompié que llegó a estar preseleccionado en el combinado inglés sub'15. "La verdad es que era bastante bueno. En el colegio todos mis compañeros querían tenerme en su equipo. En Egipto ya jugué al fútbol, pero lo hacíamos descalzos y con balones hechos con calcetines envueltos en toallas. Cuando llegamos a Londres descubrí que había balones de cuero y campos de fútbol de hierba. Me encantó. Por aquel entonces, mi sueño era llegar a ser profesional del fútbol", recuerda.
Si no lo consiguió, fue por dos factores: la altura y la influencia familiar. A los 13 años, Luol medía ya 1,97 y sus hermanos mayores comenzaron a camelarle para que siguiera sus pasos. Lo hizo, aunque en un principio fuera a regañadientes. Comenzó a entrenar en las categorías inferiores de los Brixton Topcats y con 14 años se desplazó a Estados Unidos para acompañar a su hermana, que había sido seleccionada para jugar en la Blair Academy de New Jersey. Su progresión fue tan brutal que en su último año en high school fue galardonado como el segundo mejor jugador de todo el país por detrás de LeBron James. Recibió más de cien ofertas de universidades, se decantó por la laureada Duke y un año después, en 2004, ingresó en la NBA, donde siempre ha lucido la camiseta de los Chicago Bulls. A partir de entonces, este alero de 2,06 ha construido una carrera deportiva más que notable y ha aprovechado su fama y su fortuna para realizar todo tipo de obras de caridad, aspecto este en el que ha alcanzado diversos reconocimientos desde que es profesional. Financia un programa en apoyo a los refugiados de guerra de Sudán, país al que regresó por primera vez en 2010, otro que ofrece becas para escolarizar a niños londinenses sin recursos y es uno de los habituales de la iniciativa Basketball Without Borders de la NBA. El multimillonario no olvida que un día fue un refugiado de guerra.