macon-bellegarde sur valserine
1º. Thomas Voeckler (Europcar)4h46:26
2º. Michele Scarponi (Lampre)a 3"
3º. Jens Voigt (RadioShack)a 7"
General
1º. Bradley Wiggins (Sky) 43h59:02
2º. Cadel Evans (BMC)a 1:53
3º. Christopher Froome (Sky)a 2:07
Bellegarde-Sur-Valserine. En el Tour hay que escuchar a los sabios. En Macon, las colinas cubiertas de las cepas del buen vino de la Borgoña, habla Sean Kelly, uno de la cosecha del 56, para responder a lo que todo el mundo se pregunta estos días, ¿hay alguna manera de derribar a Wiggins?, y asegurar que la única posibilidad de que tiemble el líder inglés pasa por sacarle de quicio porque los nervios, algo visceral, es el único territorio que no gobierna su cabeza perfeccionista, robotizada. Ya, ¿pero cómo, dónde? "Visto lo visto, el único lugar que se me ocurre", dice Zubeldia, otro muy sabio, pero 20 años más joven que el irlandés, "es un descenso". Uno largo y retorcido con balcones abiertos al vacío; uno como el del col du Grand Colombier, ayer, primer gran puerto alpino del Tour. Allí es donde Wiggins desmiente a uno de los dos sabios.
Prólogo del vértigo, de todas maneras, estaba el ascenso duro bajo el calor de los Alpes, la carretera malditamente estrecha y el suelo mordido de las rutas desangeladas de la gran montaña.
Se pasaron por allí antes que nadie un puñado de ciclistas, muchos, más de una veintena entre los que estaba Egoi Martínez, pero acabaron siendo menos, solo cuatro: Luis León, Scarponi, Devenyns y, al fin, Voeckler, que después de una semana entre bambalinas, fuera de plano por su maltrecha rodilla, volvió a escena y trajo consigo todo su repertorio circense, los efectos especiales que irritan a medio mundo y apasionan, sobre todo, a la Francia ciclista, tan marchita, melancólica y furiosa con el antipatriota, insolidario y egocéntrico Di Gregorio -así describen los medios franceses al corredor que, atrapado por la policía en su hotel de Macon con las manos en la masa, fue arrestado el martes de descanso en el marco de una operación antidopaje que lleva desde hace un año la fiscalía de Marsella-, y tan necesitada de un héroe como Voeckler, un tipo con coraje que, además, es actor.
Cuesta arriba en el Grand Colombier rodó ayer su película. El show de Voeckler. Se desabrochó, claro, el maillot para dejar al descubierto su pecho blanco, delgado y sudado, y gesticuló como lo hacen los exagerados; agitó la cabeza de izquierda y derecha como un perro que se sacude el agua cada vez que atacaba; miró desafiante a sus tres rivales; puso cara de dolor, de condenado, la boca abierta, los dientes afilados y la nariz arrugada; y se revolvió sin parar, nervioso, de lado a lado de la carretera para, finalmente, adelantarse unos metros, cruzar primero por la cima y vestir el maillot de puntos rojos. Es el rey de la montaña. Y el de Francia. Luego se lanzó en el descenso. Ahí se volvieron a unir los cuatro. Voigt llegó después, a 8 km. de meta.
Porte, sublime Un carro de minutos por detrás subía el pelotón al ritmo del Sky. Primero, con Boasson Hagen; luego, mediada la ascensión, con Richie Porte, que respondió con suficiencia a un par de ataques de Van den Broeck y en el tercero, muy arriba ya, no le hizo ni caso y dejó marchar al belga y a Pierre Rolland, otro que quiere enamorar a Francia. Así empezaron el descenso, el lugar donde decía Zubeldia que podían buscarle las cosquillas al líder inglés porque ya había pasado algo parecido unas semanas antes en la Dauphiné Liberé. Tan esperado como el ataque fue el encargado de lanzarlo, Nibali, intrépido bajador que alcanzó la estela de Sagan, rezagado de la escapada, y juntos abrieron un hueco que llegó a rozar el minuto y acabó en nada poco más adelante porque Wiggins desdijo a Kelly, apenas se inquietó y esperó paciente y tranquilo en el grupo a que su fiel Porte devolviera al insolente italiano al redil subiendo la última cota de tercera. Allí volvieron a probar Rolland y Van den Broeck. Y volvió a ignorarles el Sky. "Al final", contó luego Zubeldia, "tuvimos que ser nosotros -el RadioShack- los que fuimos a por ellos en el llano antes del repecho de meta para que no cogiesen mucho tiempo".
Apenas sacaron 32 segundos el belga y el francés al grupo de favoritos en el que llegó, tan tranquilo, Wiggins, que cuando le preguntaron cómo reaccionó ante el ataque de Nibali dijo sin cambiar el tono de voz que se lo esperaba como se espera que los rivales traten de luchar por desbancarle. "Desde que soy niño he visto que en el Tour se ataca siempre al maillot amarillo. Sería triste si ocurriese lo contrario". "El Sky ni se ha inmutado con los ataques. Iban relajados porque saben que, con Porte y estos, tienen margen para reaccionar", confirmó encogiéndose de hombros Haimar, que sigue sexto y sintiéndose bien en la montaña, donde hoy se narra el segundo capítulo alpino con la travesía hasta La Toussiere -ganó Mayo en la Dauphiné del 2006 y se desplomó allí en el Tour Floyd Landis el día antes de su antológica cabalgada que resultó ser una mentira engordada de testosterona- pasando por La Madeleine y La Croix de Fer.
Voeckler muerde Tres minutos por delante de los favoritos se habían jugado la etapa los cinco fugados, tan duros y valientes todos que acabaron convirtiendo los últimos cinco kilómetros en un campo de batalla del que salió Devenyens con un puñado de metros de ventaja al pisar el último duro repecho que conducía a la meta. Allí, el belga se atascó de agotado que estaba. Lo mismo que el viejo e increíble Voigt, que llevaba a Voeckler a rueda con los colmillos afilados. El francés no esperó mucho y lanzó su ofensiva final que dejó inútil la reacción tardía de Luis León Sánchez y Scarponi. "Me quedé con el italiano pensando que estaba fuerte y quizás me haya equivocado", lamentó el murciano al término de la etapa, que, de todas maneras, reventó mientras perseguía el dorsal en fuga de Voeckler, al que se le afean sus aspavientos y sus gestos en carrera, pero al que nadie puede reprochar su valía ciclista, su bravura. Muerde. Así ganó ayer su tercera etapa en el Tour para delirio de Francia.