Wellington. Sudáfrica defenderá a partir del viernes su condición de campeona del mundo de rugby en Nueva Zelanda, en la mismísima casa de los All Blacks, que quieren acabar con su maleficio en esta competición y coronarse 24 años después de su primer y único título. El mundo del balón oval se reúne en esta ocasión en uno de sus santuarios, un país en el que este deporte es casi religión, con el tradicional grupo de favoritos del que quiere emerger el conjunto anfitrión.
Los All Blacks no ganan este torneo desde la primera edición, disputada en 1987 en su país y en Australia. Desde entonces han acumulado cinco grandes decepciones por no poder confirmar su teórico dominio de este deporte. Cuando estuvieron más cerca fue en Sudáfrica 1995, pero allí, en el mítico Ellis Park, sucumbieron a la eclosión de los Springboks, bajo la mirada de Nelson Mandela en una edición para la historia social y del deporte universal inmortalizada por John Carlin en el libro El factor humano. Los kiwis fueron terceros en 1991 y 2003 y cuartos en 1999. Hace cuatro años ni siquiera alcanzaron las semifinales.
Nueva Zelanda llega esperanzado pero herido tras perder ante una de sus grandes rivales, Australia, el Torneo de las Tres Naciones, la competición emblemática del rugby en el Hemisferio Sur.
Para los All Blacks, ganar el Mundial, sobre todo en esta ocasión, es una obligación y una necesidad, lo que incrementa notablemente la presión. Serán precisamente los encargados de inaugurar su Mundial, el viernes, contra Tonga en Auckland. Será la primera ocasión para ver las posibilidades reales y para observar la clásica haka, danza tribal maorí que interpretan los jugadores frente a los rivales antes de los partidos. Otra de las clásicas imágenes de esta competición.
Los jugadores de la selección de Sudáfrica, doble campeona, se presentan como defensores del título y como una de las dos alternativas que admite el pronóstico en la previa del torneo. Australia es la otra opción. Los Wallabies, campeones en 1991 y 1999, también aspiran a su tercer título, el que se les resistió en su feudo en 2003 cuando cayeron en la final ante la Inglaterra de Jonny Wilkinson, el mayor anotador de la historia de la Copa del Mundo con 249 puntos. Este año pinta diferente para Inglaterra y para el resto de las selecciones del hemisferio norte, muy lejos del nivel físico mostrado por los gigantes del sur. Tras el potencial exhibido en el VI Naciones y en los test de otoño, ni los ingleses, ni Francia parecen preparadas para sorprender. Argentina, semifinalista en 2007, es la única representante de Sudamérica.