Joaquim Rodríguez (Katusha) 4h49:01

Michele Scarponi (Lampre)a 9"

Bauke Mollema (Rabobank)m.t.

GENERAL

Joaquim Rodríguez (Katusha)32h18:16

Daniel Moreno (Katusha)a 32''

Jakob Fuglsang (Leopard) a 34''

La etapa de hoy, 8ª: Villacastín-Sierra de Béjar (183 kilómetros). Teledeporte (15.45 horas). Eurosport (16.30 horas).

alain laiseka

san lorenzo del escorial. Llegado el momento, últimos 40 kilómetros, mucha tralla al ritmo del ejército de españoles del equipo de los rusos, Antón se paró a mear en la cuneta y el desahogo de su vejiga fue también el desahogo de su director, Gorka Gerrikagoitia, que interpretó la maniobra como una señal divina de recuperación. "Si puede parar a mear ahora es que no está tan mal", pensó el muxikarra antes de que el escalador vizcaíno despegara en el muro de El Escorial. Fue sexto a quince segundos de Joaquim Rodríguez, que ganó su segunda etapa y vuela alto en la Vuelta. El catalán es el nuevo líder. Arriba en la meta de El Escorial, una cuesta estrecha, corta y dura como un palo, una veintena de voluntarios agarraban a los ciclistas del sillín y los empujaban hasta una plaza llana para dejarlos allí, a salvo de la gravedad. Solos con su dolor, las cabezas sobre los manillares, iban regresando a la vida.

Iban, también, recuperando el habla, la voz silenciada en el vuelo vertical hacia la cresta del muro. El primero en abrir la boca antes de que nadie más llegara al remanso de la plaza, tal fue la diferencia, no tanto en segundos, nueve con Scarponi, segundo, como en sensación de superioridad, fue Joaquim Rodríguez, el impulso hecho ciclista, breve, ligero y explosivo, un cuerpo cincelado para emboscadas como la de El Escorial. "Hemos estado de 'chapeau'", dijo el catalán, que tachó con un golpe certero y esperado la segunda equis en su epopeya hacia Madrid. De momento, ha hecho pleno. Quiso ganar en Valdepeñas de Jaén y no tuvo rival; ayer barruntaba la misma idea. Por eso tiró todo el día su equipo, el Katusha. "Tenía ganas de esta etapa". La subrayó en rojo en su agenda en julio, el mes del Tour que no corrió porque su equipo soñó con entrar triunfante en París con un bloque cien por cien ruso. Error. Se quedaron helados. En 2012 Purito volverá a la Grande Bouclé. Lo hará rodeado de españoles. Y, quizás, como ganador de la Vuelta. De momento, es líder. "Pero eso no nos obsesiona. Lo importante es llevar el maillot rojo en Madrid".

Segundo misil El Escorial está cerca. En la Sierra. Por allí vive Dani Moreno, su lanzador cuesta arriba, que le contó en julio lo del repecho bárbaro de la octava etapa de la Vuelta. "Tienes que venir a verlo". Tanto le insistió, que después de la Klasika de Ordizia cogieron el coche y se bajaron a Madrid. Tras subirlo, a Purito se le encendió la mirada, sacó el rotulador e hizo otra equis en el libro de ruta de la Vuelta. Porque lo vio y lo conocía, midió Joaquim el esfuerzo para sacar una rentabilidad suprema. "Cada segundo que pueda ganar en estas llegadas es importante para mí porque en la crono de Salamanca me van a meter una paliza que no veas", contó después de lanzar su misil, otro como el de Vadepeñas, a menos de 400 metros de la meta, un hachazo seco e incontestable. Le vio pasar por su izquierda Scarponi, un ciclista duro y cabezota que ya se rebeló, impotente, ante Contador en el Giro, y ahora promete sostener la mirada a Purito, que vuela dos palmos por encima del resto. Aceleró en los últimos quinientos metros y esperó, de pie sobre los pedales, a que el catalán le sentara. "Sabía que no tenía nada que hacer contra él", reconoció el italiano.

La cuesta de El Escorial era un muro con escalones. A una rampa descomunal seguía un descanso, un 'romperitmos' que detestan los corredores, que prefieren, dentro del suplicio de los porcentajes, la regularidad que les permite mantener el paso y no volverse locos con el desarrollo. Purito lo afrontó así: tiraba de todo, piernas, brazos, riñones y hasta dientes, arrastrando la bicicleta, haciéndola bailar, levantado sobre los pedales, cuando la cuesta se inclinaba en grados bárbaros del 27 y 28%; y se sentaba buscando un respiro cuando amainaba brevemente la tormenta. "No quería ahogarme". Arriba sacó la calculadora para contar la cosecha. Sacó 9'' a Scarponi; 10 a Mollema y Van den Broeck; 12 a Fuglsang; 16 a Menchov; 20 a Zubeldia y Nieve, geniales de nuevo, Bruseghin y Dani Moreno; 23 a Brajkovic; 25 a Wiggins, y 32 a Nibali, que por la mañana aún se lamía las heridas de la caída de Talavera de la Reina de la que salió magullado.

Emerge Antón En esa maraña, entre Fuglsang y Menchov, sexto a 15 segundos, había entrado, no fue un espejismo, Igor Antón emitiendo una señal inequívoca y halagüeña de recuperación que en Euskaltel-Euskadi prefieren tomar con precaución a la espera de lo que ocurra hoy en La Covatilla, un puerto de entidad -18,5 kilómetros, 5,8 de porcentaje medio y 10,5 de máximo-.

"No es para lanzar las campanas al vuelo", dijo sin poder ocultar la felicidad, el desahogo de ver al escalador vizcaíno donde le corresponde, Gorka Gerrikagoitia, que ha luchado desde el desplome de Antón en Sierra Nevada por mantenerle a flote. "Igor no estaba estos días muy optimista. Le he visto desanimado y le hemos arropado. Incluso hemos tenido alguna pequeña bronca por ello. Pero nosotros confiábamos en algo así, en que recuperara su sitio. Por eso no hemos cambiado la estrategia con la que salimos en Benidorm. Queríamos esperar a la Covatilla -hoy-, que es donde nos replantearemos la carrera".

El descenso de las temperaturas, el aire ya no quema, y el día 'tranquilo' de Talavera de la Reina, cuentan en el equipo vasco, ha dado aire al vizcaino. Oxigenado, un detalle anunció la catarsis. En los últimos 40 kilómetros, cuando la etapa volaba ya hacia la sierra madrileña, Antón se detuvo a mear, y, aunque fuera por necesidad imperiosa, a Gerrikagoitia le afloró en el rostro una leve sonrisa de satisfacción. "Cuando lo he visto he pensado que si era capaz de parar a mear en ese momento es que no podía estar tan mal". Antón regresó de inmediato al pelotón escoltado por su inseparable Gorka Verdugo. Tenía, cuentan los más detallistas, otro pedaleo. Más alegre y vivo. Se confirmó luego en el muro de El Escorial. Allí, la sierra madrileña, arranca la subida a Abantos donde en 1999 Roberto Laiseka dio la primera victoria de su historia en una grande a Euskaltel-Euskadi; donde, también, Samuel Sánchez ganó otra etapa en 2007. A los pies de Abantos reemprendió Antón el vuelo en la Vuelta.