Muro de Bretaña. Los sueños se toman su tiempo. Diez años el de Jonathan Vaughters, el inventor del Garmin, ahora mezclado con el Cervélo, quien, antes que manager y presidente de la asociación de equipos, fue ciclista. Corrió en el Santa Clara con 20 años después de que llamara la atención al ser segundo en una Vuelta a Venezuela. "Éramos el peor equipo, el más pobre, pero había un buen ambiente", dice. Su recorrido en España -vivió en Valencia y en León- acabó en tres años. Se mudó a Francia. Al Credit Agricole. "Ahí cultivé mi amor por la crono por equipos". Ganó la del Tour en 2001. "No hay nada como sentir que la victoria es de todo el equipo, que cada uno ha empujado para alcanzarla". De eso habló el domingo en Les Essarts después de que alcanzara con el Garmin el triunfo en la crono por equipos diez años después y la euforia le impulsara a colarse en la rueda de prensa -reservada habitualmente a los ciclistas- para impartir su doctrina de moralidad y ética ante los micrófonos del mundo.

De eso habla también en el hotel Mercure de Lorient, donde duerme el Garmin, que domina el Tour con dos etapas ganadas -la de Les Essarts y el sprint de Farrar en Redon- y el amarillo de Hushovd. De eso y de conceptos tan filosóficos como el de la redefinición del ciclismo o de cómo debe de dejar de ser un deporte individual para convertirse en un deporte de equipo. "Es necesario que el ciclismo se fije en los deportes con éxito. En el fútbol o en el fútbol americano. En el ciclismo el referente siempre ha sido el individuo. Merckx, Hinault, Indurain, Armstrong… Nadie se identifica con el equipo y eso hace a las estructuras inestables y vulnerables. Por eso no duran. ¿Cuántos equipos tienen 10, 15 ó 20 años? Pocos. Muy pocos. La forma de recuperar la popularidad es hacer que el público se sienta de un equipo". La reflexión la hace el presidente de los equipos.

El ciclismo creíble El mismo que sale a correr en la mañana húmeda de Lorient, se desorienta, tarda en regresar al hotel y ruega que le den diez minutos para una ducha. Cuando baja coge de la mesa donde desayunan los ciclistas una pieza de fruta, un zumo y una especie de masa hecha a base de arroz y cereales. Lo mismo que comen los corredores. "¿Se puede hacer un Tour con espaguetis?". La pregunta le coge con la cuchara en la boca. Mastica con urgencia y traga. "Claro que se puede. Y no solo eso, sino que se debe. Y no solo se puede y se debe, sino que se hace. Hay muchos Tours de Francia que se ganaron limpios estos años", responde azorado.

El ciclismo creíble, según Vaughters, uno de los de toda la vida, es este, el de ahora. Su razonamiento, matemático. "Solo hay que comparar". Los 90 con hoy. "Pantani, con una bicicleta 2-3 kilos más pesada y peores materiales subía los puertos más rápido que ahora. Sus registros son inigualables. Alguna vez alguien se acerca, pero es algo esporádico. En días de un puerto, no en etapas de tres o cuatro montañas".

El Garmin tiene su cuartel general en Girona, donde anidó Armstrong a principios de siglo huyendo de Francia. Allí viven sus corredores en pisos, tienen una oficina de logística, mecánicos, fisioterapeutas, médicos… La Rocacorva es su montaña. La Maddonne de Armstrong. Allí se prueban y recopilan datos. Antes de los últimos tres Tours, los tres corredores que acabaron entre los diez primeros, Vandevelde cuarto en 2008, Wiggins cuarto en 2009 y Hesjedal séptimo en 2010, registraron tiempos muy similares y datos de potencia calcados. Todos entre 5,9 y 6 vatios por kilogramo. "En los últimos años de los 90, con 6,5 vatios por kilo no hacías entre los diez primeros del Tour", dice Vaughters. "Esa potencia era anormal, pero es una evidencia científica, o sea, que no lo digo yo, que se pueden alcanzar naturalmente los 6,1 vatios. Con mucho talento, es cierto, pero es incorrecto decir que no se pueden lograr esos datos de forma natural", abunda.

Vaughters, que corrió con Armstrong y tuvo que retirarse de un Tour porque le picó una avispa en el ojo y no pudo tirar de corticoides para bajar el hinchazón, habla de un ciclismo limpio y creíble al que se ha llegado "con un control estricto y escándalos en los medios de comunicación. No me gusta que ocurra, pero creo que ha hecho bien a este deporte. Ahora todos saben que no se la pueden jugar. Por eso creo que el Tour es una carrera limpia, que el ciclismo es un deporte limpio. Yo creo en este ciclismo". "De todas maneras, no nos podemos relajar. No podemos decir ok, ya está, hemos ganado. No. El control y la presión tienen que seguir. Es el precio que hay que pagar para tener una carrera justa. Prefiero los escándalos a meter la mierda debajo de la alfombra. ¿Otros deportes? Que hagan lo que quieran. La pregunta es otra: ¿queremos un deporte o un espectáculo? Yo prefiero un ciclismo de cuerpos humanos", zanja Vaughters, que apenas ha probado dos cucharadas de la pasta de arroz con la que los corredores del Garmin corren el Tour.