Donostia. Una mirada al exterior, como un estilete, atraviesa Donostia hasta Gros. El Kursaal, en la imagen, desaparece y el viento y la mar se transforman en una postal amarillenta, con poso de blanco y negro. Se ennegrece el mar, se ilumina el cielo con un color blancuzco, las montañas que visten la Bahía dejan un sabor de boca dulce. "Antes se veía mucho mejor todo Gros", analiza, desde su casa de la calle Etxagüe, Miguel Gallastegi (25-II-1918, Eibar), mientras mira al infinito. Día azul sobre la ciudad de las olas y el viento. Apenas decoran el firmamento las nubes y Don Miguel amanece en el balcón con la firmeza de los 93 años que se acodan en sus sienes y en su piel, no en su espíritu, indomable, no en su verbo, fluido y exquisito, y tampoco en sus movimientos y en su porte, aún conserva la gallardía que conocieran Atano III, Akarregi -"de José Luis hablamos mucho, está enfermo y me gustaría que recibiera un saludo muy especial", comenta-, Kortabitarte, Zurdo de Mondragón y compañía. Conocieron ese andamiaje mortal, de 1,86 metros de altura y 92 kilogramos de peso, y lo sufrieron.

Las paredes del piso, bajo la luz de un luminoso día de sol en Donostia: mañana fresca de principio de verano y una brisa marina juguetona que se cuela por la ventana, brillan con las fotos que decoran las habitaciones. Don Miguel se acerca a cada una de ellas y las recuerda. Las mira con cariño y presenta la primera. "Esta es de cuando nos fuimos toda la familia a las Islas Canarias". En la fotografía un sonriente Gallastegi está arropado por toda su prole. Una mirada hacia atrás y presenta una txapela. "Esta es la única txapela que tengo, es la que me regalaron mis nietos", comenta. Data el entorchado de 1998. Aitona destaca sobre el resto del texto. Explica el manomanista que "hubo unas inundaciones en Eibar y perdí las tres del Manomanista". Recorren las paredes del piso, siempre mirando al mar, las efemérides del eibarrés y la grandeza de su imagen en la pelota a mano. Debutó hace 75 años, consiguió su primera txapela del mano a mano hace 63 años y la última hace seis décadas y se retiró de la actividad profesional hace cinco décadas. Tres entorchados y derrocar al azkoitiarra Atano III del olimpo de la pelota y del mano a mano.

Otra de las fotografías que decoran su sala de estar, su templo, es precisamente una en la que Don Miguel se rodea de su gran rival y de Mondragonés. "Siempre me preguntan quién era el mejor. Pero es que cada uno tenía un estilo diferente", desgrana Gallastegi, al lado de la imagen, una del "baserri en el que me crié". Reza en la parte de atrás del cuadro una lista de partidos jugados de él en solitario contra parejas o junto a un compañero contra tríos, desde 1941 hasta 1956. "¡A que nadie tiene tan bien documentados todos sus partidos!", exclama y se ríe. Risa perenne. Y señala la parte de abajo de la imagen "para un campeón de la auténtica pelota a mano",

Tras pasar por los cuadros colgados, Miguel abre una puerta y muestra un tesoro en blanco y negro. "Esta foto es de un verano en el que estaba jugando en Iparralde. Hacía un calor...", explica. Mira a los quicios de la inmensa postal, casi tamaño natural, en la que se ve a Gallastegi golpear de izquierda, bajo el gerriko y su pose blanquecina, un armazón de hierro y fuego, candente en la hoguera de la preparación física. Un visionario. "Yo vi que tenía unas cualidades físicas y me preparé para aprovecharlas al máximo", define Miguel, quien apostilla que "cuando entrenaba sufría más que cuando jugaba, así ya estaba más preparado que el resto. Luego en el partido estaba más fresco que el resto. La verdad es que no he sido un santo, pero me he cuidado mucho". "Normalmente entrenaba las manos haciendo diez minutos de hacha con la leña. Así se curten las manos y los brazos. Si es que yo tenía desde joven las cosas claras o era pelotari o albañil. Así que me dije Miguel, a entrenar. Tras debutar, las pasamos putas en la guerra y me di cuenta que hubiera sido un zaguero normal, pero estudié a los rivales y me salió bien. ¡Y gracias a la Virgen de Arrate que me hizo sano y duro!". Sus ojos brillan y se vuelven hacia su juventud: "Recuerdo una vez en Deba, cuando tenía unos 14 años, que el frontón tenía árboles alrededor y nos subíamos a ellos para ver los partidos. ¡Qué tiempos!".

Al fondo de la imagen que puebla la habitación, como un arrecife, Arambillet. "Alguna vez jugábamos en Iparralde a plaza libre. Era todo un éxito", analiza y mira a su pasado, pegado a la pared, cincelando los sustentos del cuarto y de su vida. Apagados los estertores de los pelotaris de la imagen, a sus espaldas, gradas llenas de gente. "Un éxito". "También jugué a trinkete, pero solamente fue una vez. Me encontré mal y decidí no volver a jugar". Sonríe. "Iba a Iparralde a jugar en verano y a Madrid en invierno unas cuantas veces porque se cobraba más. En aquella época, el zaguero, aunque fuera mejor, cobraba siempre menos que el delantero y era una manera de sacar unas perras. Había que ser duro con la empresa", evoca Gallastegi, quien agrega que "recuerdo cuando estaba de gobernador de Gipuzkoa Tomás Garicano Goñi, que estaba yo en Donibane Lohitzune y me mandó llamar José Antonio Aguirre para que tomara una copa con él en el Bar Basque de allí. Pues bueno, de casualidad me encontré con el jefazo de pasaportes de allí y me dijo que fuera con ellos. Comprobaron todo y la cosa se quedó allí, tuvimos una relación cordial y cuando supieron que era pelotari... Pues bien, poco después, cuando me negué a jugar porque no me pagaban las empresas de Eibar y Bergara, me denunciaron. Entonces, me tocó hablar con el gobernador al que no podía contar que me negaba porque no me pagaban, así que planteé que no podía jugar por el calor de Iparralde. Fue Garicano Goñi el que llamó al de los pasaportes Miguel Ibañez que le dijo que era un buen chico. Así que me dejaron en paz". Casualidades de una vida cosida al cuero. La de Miguel Gallastegi.

"En 1941 jugué con el doctor Izaguirre y otro médico, Altuna, en Madrid. En aquella ocasión, estaba un empresario de Gernika -también estaba Don Juan Irigoyen que escribió hoy hemos visto auténtica pelota a mano- que me vino a conocer y me citó para San Isidro", manifiesta el eibartarra. En esa ocasión "perdí por dos tantos y fue un exitazo. Tanto que a la tarde también jugué en Recoletos". "También jugué en 1945. Entonces ya como Miguel Gallastegi en el cartel. Ese año jugué 104 partidos. En San Isidro estuvimos los mejores palistas, los del Euskalduna, los mejores puntistas, los mejores remontistas y los mejores manistas. El partido fue un Onaindia-Kortabitarte contra Atano III-Gallastegi. Cuando acabamos nos dijeron que tuvieron que parar el tráfico de la gente que había", evoca. Bizkaia contra Gipuzkoa. También recuerda Don Miguel cuando jugaban en Bilbao, en el Club Deportivo. "Jugábamos por la mañana", señala y apostilla "en Bizkaia había muy buenos pelotaris: Rubio, Onaindia, Aulestia, Kortabitarte, Aboitia... y había pique deportivo con los guipuzcoanos Atano III, Txikito, Irureta, Etxabe III".

"todo ha cambiado" Apenas acaba de cumplir 75 años de su debut y 60 de su última txapela en el Manomanista cuando Don Miguel analiza el estado del mano a mano actual. "Todo ha cambiado mucho. Hoy en día no se exige tanto a los pelotaris, los periodistas son unos santos", concreta Gallastegi y se lanza al barro, "y el material... ¡Cómo ha cambiado el material!". "Antes, la pelota botaba la mitad que ahora. No les quito ningún mérito a los pelotaris de ahora pero la pelota a mano de entonces ya ha desaparecido. No es la que conocimos", desgrana. No obstante, recuerda que "en mi época había tres categorías de pelotaris. Los de primera, los de segunda y los de tercera. De tercera a segunda era muy complicado ascender y ¡a primera ni se lo imagina! Ahora salen aficionados campeones y se les pone la vitola de que son unos fenómenos, les ponen el material que les gusta y pegan dos o tres rebotes por partido", laten las palabras y late su corazón, revestido de cuero, rodeado de txapelas y adornos pelotazales. Cada vez que puede se acerca al Atano III o al Astelena. "La de Eibar es la mejor cancha del mundo. ¿Por qué? No porque sea de Eibar, sino porque cuando aún era crío se reunían todos los pelotaris de la empresa de Eibar y decían: El Astelena es el mejor frontón de todo el mundo. Ahora que ya he sido pelotari profesional, también puedo decirlo. Y lo es", enuncia el exmanista de Eibar entre carcajadas.

"Antes la pelota era artesanía pura. Luciano Atano era el que mejor pelotas hacía. Siempre gozabas con ellas. Sin embargo, en la actualidad, con tanto taco que llevan los pelotaris es complicado gozar, se pierde el tacto, la dirección...", continúa Gallastegi, "para esta final veo a Aimar Olaizola un punto por encima de Xala, pero vaya artista este. Gran volea", concluye. Palabra de pelotari. Palabra de profeta. Don Miguel.