Zaragoza. El Real Zaragoza logró ayer un triunfo muy valioso frente al Getafe (2-1) en el encuentro que cerraba la jornada 31 de la Liga BBVA, importante para aclarar la lucha por el descenso, una batalla en la que se ha metido de lleno el equipo madrileño tras sumar su novena jornada seguida sin conocer la victoria. La Romareda era consciente de la importancia del partido y empujó desde el principio a su equipo, que aprovechó el impulso y sumó dos goles en la primera media hora. Casquero acortó distancias justo antes del descanso, pero el equipo azulón se vio impotente para empatar en la segunda parte y se queda a solo cuatro puntos del descenso. Ponzio abrió el marcador (min.14) con un gran disparo desde lejos que sorprendió a Ustari y, aunque el portero argentino le sacó un mano a mano a Uche poco después, nada pudo hacer para impedir el segundo tanto, anotado a placer por Bertolo tras una gran jugada de Uche (min.34).
Entre medias, Estrada Fernández se tragó un claro penalti por mano de Diogo que desquició al Getafe. El tanto de Casquero (min.45), que fusiló de cerca tras una jugada embarullada en el área maña, dio esperanza a los visitantes, pero en la segunda parte Doblas desbarató los escasos acertamientos del rival. El portero estuvo especialmente acertado en un lanzamiento potente de Casquero (min.67).
El Zaragoza desperdició un par de buenos contraataques para rematar la faena, pero no tuvo que lamentarlo al final. El equipo aragonés pone tres puntos de distancia sobre el descenso y deja muy tocado a Míchel, que acabó el partido desquiciado por el continuo lanzamiento de balones al campo para interrumpir el juego. A falta de ocho minutos, Míchel González vio como su equipo se quedaba con diez hombres sobre el terreno de juego al sufrir una lesión muscular Manu del Moral tras un disparo lejano y que se tuvo que sentar en el banquillo.
En la recta final, la tensión se cortaba en el ambiente, los puntos en juego valían su peso en oro, y ambos sabían que no podían fallar. La moda de echar balones al terreno de juego se reprodujo en Zaragoza ante la desesperación de los madrileños que se veían impotentes para al menos arañar un punto del fuedo del Zaragoza.