Fernando Alonso afirmaba antes de arrancar la temporada que el nuevo alerón trasero móvil y la reincorporación del KERS podían hacer correr a los coches dos o tres décimas más rápido por vuelta. Un cambio notable. Si bien, añadía que con los neumáticos Pirelli, recién estrenado suministrador de la Fórmula 1 dos décadas después, la diferencia se podía ir hasta las ocho décimas. Determinante. Por tanto, la principal incógnita de los nuevos cambios en la reglamentación para 2011 era saber de sus incidencias en carrera, pero, sobre todo, saber cómo se comportarían las gomas. "Ninguno de nosotros ha corrido en Australia con estos neumáticos, así que todos nos preguntamos cómo podemos sentirnos", advertía Sebastian Vettel. Era esta la principal inquietud en el seno de las escuderías, un factor externo, ajeno, sobre el que menos han podido incidir los equipos con datos objetivos.

La FIA, además, solicitó a Pirelli unas gomas más blandas que las calzadas anteriormente a fin propiciar las entradas en los garajes y alimentar la incertidumbre con la consecuente gama de estrategias a poder llevar a cabo. De este modo, se llegaba al circuito de Albert Park, donde se intuían tres o cuatro visitas a boxes, con un cúmulo de dudas, pero con la principal de las ruedas. En la jornada sabatina australiana Vettel quebró el récord del circuito de Michael Schumacher (2004) buscando la vuelta rápida de calificación, demostrando la capacidad de los neumáticos en distancias cortas; y en la dominical se demostró que los donuts tienen resistencia, por la reducción de paradas previstas, aunque quedaron lejos de la vuelta rápida de Webber de 2009, cuando firmó 1:28,358 por los 1:28,947 de ayer de Massa.

Sin embargo, la decisión de contar con Pirelli y su blandura, por ahora, ha sido acertada a juzgar por la incertidumbre proyectada en pista, donde se pudo rodar rápido y en variedad de propuestas con curiosos resultados. Vettel, Hamilton y Petrov solo realizaron dos paradas; Alonso fue el más puntero habiendo realizado tres y terminó a menos de dos segundos del ruso; el debutante Sergio Pérez fue séptimo con un paso por boxes... Un abanico de alternativas que alimentan el espectáculo. Un baile de posiciones.

Los pilotos, por su parte, dieron el aprobado. "Tras las pruebas invernales estábamos un poco asustados", al final, "no vimos tantas paradas como se esperaba", valoró Vettel. También es cierto que en el rendimiento y en el escaso deterioro, o, al menos, menos del esperado en las gomas, intervino la baja temperatura por desarrollarse la prueba en horario de tarde, con una temperatura en pista de aproximadamente 18 grados, muy distantes de los por encima de 40 grados que se pueden vivir en el infierno de Malasia.

Los tiempos de cada piloto danzaban ayer por cada estreno o desgaste de juegos, lo que desencajaba a los estrategas de despacho. Dicha circunstancia, acompañada del KERS y el alerón móvil, invitó a los adelantamientos, a la épica y los arrestos, pues no valía ser conservador con la incertidumbre imperante, y se sucedió una entretenida carrera con aparentes opciones a distintos niveles y hasta el final, como se vio con Alonso y Petrov, recortando el asturiano casi doce segundos en quince vueltas. ¿Y lo mejor de todo? Que Malasia puede ser otra historia. Algo bien distinto y que ponga más a prueba no la velocidad, ni la agilidad, sino la capacidad tanto técnica como humana de economización de los neumáticos. Juego de resistencia. La mala noticia de ayer para los Ferrari y los McLaren, que Red Bull no montó KERS. Está todavía en proceso de desarrollo. Un peligro cuando entre en acción -Vettel amenaza con ganar cinco décimas-. Aunque ayer su incidencia, tanto como la del alerón, fue escasa dadas las características del trazado. Por eso, abundan las dudas sobre el devenir. Aunque eso solo puede darse por la, por ahora, competencia.