EsCRIBO antes de la jornada vespertina de ayer, justo después de finalizado el durísimo maratón en el que Chema Martínez volvió a dar su mejor imagen ante el intratable Röthlin. Por tanto, no sé si España se ha quedado con las cinco medallas que acumulaba o ha incrementado notablemente su cuenta gracias a Pestano, Casañas, Cáceres, Méliz, Beitia, Martín, Blanco, Natalia Rodríguez y Nuria Fernández. Sólo se que, una vez más, el presidente de la Federación Española, Odriozola, volvió a colocar sobre los atletas una presión injustificable, cuando declaró que veía factible alcanzar las 15 medallas obtenidas en Munich 2002. Por supuesto que era factible, de la misma manera que lo hubiese sido si se quedan en cinco. El atletismo -Odriozola lo sabe mejor que nadie- es un deporte sumamente incierto y de una medalla a una cuarta o quinta plaza en ocasiones la diferencia es tan mínima que lanzar al gran público una cifra que si no se cumple se puede ver como un fracaso es una insensatez, por parte, precisamente, de la persona que mejor debiera saber que en el deporte de élite la línea que separa los metales de los diplomas es en muchas ocasiones insignificante. ¿Es mérito de Odriozola o del COE o de Lissavetzky que Marta Domínguez sea la atleta española, tal vez la deportista, más destacada de la historia? No. ¿Es demérito suyo que Mayte Martínez llegue corta de forma a causa de las lesiones y bastante haga con meterse en la final? Tampoco. Sin embargo, persiste hasta la náusea el interés de federativos, gestores y políticos por acaparar laureles que no es ya que no les correspondan si no que están por completo alejados de su capacidad de influencia. Las imágenes de recibimientos por parte de reyes varios, presidentes tristes y alcaldes y alcaldesas de aquí y de allí antes incluso de que los propios vecinos agasajen al deportista de turno comienzan a ser una plaga sin parangón en el mundo civilizado, tan repulsivas que uno se plantea si alguno de estos deportistas no hubiese -exagerando- preferido no conseguir éxito alguno.

España lo ha hecho medianamente bien, con las lógicas luces y sombras, en un Europeo bastante justito de marcas y mucho más justito en cuanto a público. Ésa sí que es responsabilidad de los gestores, no lo que hacen o dejan de hacer los atletas.