cuando estoy a punto de enviar este artículo una noticia terrible nos ha sorprendido en el Campo Uno. Se ha derrumbado parte del serac bajo el que pasa el camino que discurre hasta el lugar donde nos encontramos y han resultado afectadas tres o cuatro personas. Todo es muy confuso todavía, pero parece que a raíz del desprendimiento ha desaparecido un montañero polaco. Ha sido un verdadero milagro que no se hayan producido víctimas. Creo que, al margen del desaparecido, ha habido sólo un herido.
Ninguna mañana dejo de maravillarme de poder estar vivo. Nos dicen que las posibilidades de encontrar con vida al desaparecido son realmente escasas. La vía donde se ha producido el accidente ha quedado provisionalmente cortada y eso nos va a retrasar, porque nos tendremos que quedar esperando en el Campo Base Avanzado hasta que permitan volver a acceder. Uno se da cuenta de que aquí no se juega.
Por lo demás, han sido unos días de mucha actividad. Alfredo se quedó el viernes intentando recuperarse. Ahora parece que le dicen que puede ser varicela, pero se le ve mejor cara. Subimos Pedro y yo a adormir al Campo 1 (7.050). Yo llevaba un mochilón de llamar la atención. El comienzo es duro, el desayuno no me asienta y tengo algunas arcadas. Poco a poco voy pillando un ritmo que me conviene y llegamos en las seis horas reglamentarias, disfrutando del espectacular recorrido.
Aunque más frío, el C1 está a resguardo del viento, lo protege una enorme pared de hielo, que no veas como se agradece. Es nuestra primera noche durmiendo encima de la nieve. Pasamos la tarde fundiéndola para hidratarnos y cocinando, o sea, echando polvos de distinto tipo a la nieve fundida.
Por la noche hace -16 grados dentro de la tienda, que se escarcha por dentro. Igual que la noche anterior, a pesar de tener los pies con patucos de pluma, dentro del saco no siento el derecho. Tengo que frotar y frotar. Se le ven las orejas al lobo. Amanecemos el sábado tan contentos tras nuestra primera noche en altura y nos disponemos a tirar para arriba, a ver si llegamos al Campo 2 (7.700). Es impresionante, a 1.800 metros la cima parece que se puede tocar. Es más, llego a sentirme optimista. Sin embargo la excursión dura poco. Al asomarnos al collado norte sopla un chorro de aire helado que te convierte en estatua en segundos. Luchamos por ponernos más ropa, pero es imposible. Nos damos la vuelta rápidamente y aprendemos una nueva lección: del C1 para arriba siempre, siempre con el mono de plumas puesto. Con el frío y la falta de oxígeno contábamos como guardianes de la cumbre, pero parece que el viento va a ser el principal obstáculo.
Las vistas que apenas podemos disfrutar entre las lágrimas que el viento nos provoca, al otro lado del collado, espectaculares. El Pumori majestuoso. Del tirón nos bajamos hasta el CBA. Por el camino nos cruzamos con Alfredo, que no aguanta el reposo y se sube a dormir, solo y medio enfermo, al C1. No sé si hará cima o no, pero desde luego no será por falta de arrojo. El domingo, para la hora del desayuno ya estaba de vuelta. Está fuerte aunque no tiene muy buen aspecto. Claro que ¿quién tiene buen aspecto ya? Descansaremos un par de días para dejar que Alfredo alcance nuestro ritmo y volver a ser un equipo. A partir de ahí nuestro objetivo es pasar un par de noches en el C2.
El lunes fue un día de inactividad. Tenemos muchos más de éstos que de esfuerzo. Para que no decaiga el ánimo hemos desayunado huevos fritos con chorizo y hemos comido con jamón y vino. Esta mañana ha muerto un sherpa de una expedición vecina en su tienda, sin previo aviso. Sólo tosía un poco más que los demás. Eso recuerda que por aquí se puede pasar, pero no se puede vivir. Ninguna mañana dejo de maravillarme de dónde amanezco al sacar la cabeza la tienda.