resulta primitivo por elemental, conciso y directo el lenguaje del cuerpo. Ocurre que a pesar de su escueto diccionario, apenas unos gruñidos, unos lamentos, alguna que otra queja, su impacto es determinante, capaz incluso de cambiar la mayor de las tradiciones, las costumbres, el escenario por el que transita la vida del ser humano. Le sucedió a Aritz Laskurain (3 de octubre de 1979, Soraluze) el pasado febrero, mientras bullía el Parejas, el campeonato que sacudió la espina dorsal del zaguero de Soraluze, que debió abandonar el torneo en pleno apogeo debido a un mal de manos. Se le quebró la derecha. Más allá del padecimiento físico, el dolor alcanzó el sistema nervioso, el paladar y la mente de Aritz, que un año antes logró el subcampeonato formando con Titín III. "Jugué muy nervioso el campeonato. No me encontré a gusto en ningún momento y luego tuve el problema de la mano. El campeonato me dejó un muy mal sabor de boca porque además Xala (su delantero) estaba muy bien, con mucho juego".
Tan agria sensación recorrió su alma en el corazón del frío invierno que decidió dar un volantazo a su biografía deportiva. Cambiar para mejorar. "Tuve la sensación de que tenía que hacer algo para cambiar la dinámica, necesitaba airearme un poco", reflexiona el de Soraluze, que optó por abandonar la cobertura de Igor Gutiérrez, su preparador físico, para ejercitarse en solitario después de siete años en perfecta comunión. "No fue una ruptura a malas ni mucho menos, era algo que tenía pensado. Digamos que el resultado del Parejas la adelantó a febrero, pero ya tenía pensado variar el tipo de preparación cuando acabara el campeonato, en abril, y empezar a entrenar por mi cuenta", argumenta Laskurain, que abunda en la idea de cambio: "Simplemente quería probar otras cosas, ser yo quien dirigiera los entrenamientos partiendo de las sensaciones que me transmitía el cuerpo y recuperar la motivación".
Entre los mensajes que emitía su cuerpo, el sistema heredado de Igor Gutiérrez y la variada documentación que consultó sobre preparación física, Laskurain articuló una hoja de ruta para comenzar su reconstrucción, que también comprendía una recuperación anímica. "No empezaba de cero, ni mucho menos, porque ya cuando estaba con Guti, él me enviaba el plan de trabajo y yo me ejercitaba en solitario, pero el reto de ser yo quien controlara todo el proceso me motivó más", discurre el zaguero de Soraluze, que no sólo se desprendió del tutelaje de su preparador, sino que también se descolgó del sabor a mar, del océano de color marrón embotellado que se bebía. "Son ocaranas japonesas en sal". Umeboshi. Un encurtido del ume (una variedad japonesa de albaricoque). Mezclado con agua y arroz de melaza se convierte en un reconstituyente que sabe a mar, un trago isotónico de sal. De dieta macrobiótica. "Me cansé de esa bebida", dice Aritz Laskurain.
el día a día La nueva versión del manista guipuzcoano, la de la autogestión, contempla otra manera de aproximarse al modelaje de su físico. "Antes el plan de trabajo era más concreto, con un calendario más específico. Sin embargo ahora prefiero ir día a día y ver cómo está mi cuerpo y realizar los entrenamientos dependiendo de las sensaciones que tenga". La nueva metodología de trabajo se centra en potenciar las piernas de Laskurain. "Las piernas son mi punto débil comparándolo con el tren superior, así que trabajo mucho con las piernas para potenciarlas, para que ganen fuerza". El anclaje es determinante en el desarrollo del pelotari porque el impulso para el golpeo de la pelota emerge desde las piernas por lo que cuanto más enraizadas y firmes estén éstas, más fácil resulta al manista desenrollar el caballaje de su mecánica de golpeo.
Al trabajo intensivo en el tren inferior, Laskurain le ha sumado una ganancia muscular en kilos que le ha hecho más fuerte, más resistente, otro de sus desafíos siendo como es poseedor de un metabolismo rápido que le complica rellenar su andamiaje. "He cogido algo de peso, pero no sigo ninguna dieta específica para ganarlo. Tal vez sea cosa de la edad, de que mi metabolismo se haya ralentizado. Como de todo, más o menos como siempre, pero limpio. Lo único en lo que me cuido es en los dulces", descubre el de Soraluze, que ha recuperado el pulso competitivo necesario para asomarse con garantías al Parejas en el momento preciso tras un año, en plena reestructuración en el que sobresalen dos socavones: el primero en el Parejas y el segundo entre junio y agosto, sus dos objetivos prioritarios. "Para un zaguero como yo, el Parejas y el verano son los momentos cumbres y no estuve bien. En general no ha sido un buen año para mí. Tenía muchas ilusiones depositadas en el Parejas pero no estuve bien. Fallé por los nervios, no me encontraba cómodo en la cancha y luego tuve el mal de manos. En verano tampoco anduve muy fino", se sincera el de Soraluze.
Reajustado a su nueva disciplina, más próximo a su perfil habitual, recuperado el tono a mediados de agosto, Aritz Laskurain prepara con mimo su acercamiento al Parejas, su principal objetivo. "Ahora mismo me estoy encontrando a gusto sobre la cancha, pero sé que es complicado estar en el Parejas porque existe una gran competencia. Somos muchos zagueros y las plazas son las que son", dice el zaguero guipuzcoano, que cree que serán determinantes las próximas actuaciones. "Ya apenas queda tiempo para el Parejas y lo importante es estar preparado y para eso es básico hacer buenos partidos y ser lo más regular posible". Y escuchar al cuerpo.