Ella, rodeada de flores, rompe el negro que parece querer teñir de luto la portada. Si hay algo seguro en cada vida es que, más tarde o más temprano, va a terminar. La muerte, en algún momento, va a reclamar su espacio. Su nombre aparece en una de las páginas de Orfandad (El Desvelo Ediciones), aunque su presencia impregna todo lo que tiene que ver con el nuevo poemario de Kepa Murua. Madre e hijo bajo un mismo título.
La pérdida que se encuentra en el origen de esta creación no deja de ser íntima y personal. Pero, por supuesto, es también compartida. Aunque el orden teórico que marca la naturaleza no siempre se cumple, lo habitual es que los progenitores sean quienes marquen el camino hacia la eternidad. Ella lo hizo con 90 años. “Sé que hay lectores que han comprado el libro precisamente por el tema”, por ese duelo que, más allá de que se canalice de maneras diferentes, es común.
En las presentaciones que se están realizando, están siendo muchas las personas que se acercan al escritor para compartir vivencias
En las presentaciones que se están haciendo estas semanas en diferentes lugares, hay mucha gente que se acerca al autor con intención de compartir, de hablar, de establecer una conexión en base a esa pérdida de quien da la vida. “Soy un buen escuchador. Y agradezco la presencia de los lectores” más allá de que se produzca o no la venta de libros. “Nos unen más cosas de las que nos separan” y, por encima de todo, está la relación entre las personas.
A quienes se asoman a estas páginas, el escritor les propone una obra para que “espero que les lleve más allá del agrado. Es un libro que te hace reflexionar, pensar. Pero es un libro equilibrado, no hay dolor o no, por lo menos, un dolor excesivo. Se habla de la vida y de la muerte con mucha naturalidad”.
Una vida, una muerte
Además, el escritor remarca que aunque su nueva referencia literaria hable, como es lógico, del duelo, de la soledad, del vacío y del dolor tras el fallecimiento de su madre, “no es un libro triste”. “Se comparten momentos en los que se sabe que esa persona va a desaparecer y con ella un mundo. Pero hay alegría por el ofrecimiento, por el cobijo, por el refugio, por todas las enseñanzas recibidas de esa persona que nos gesta y nos deja libres por esta tierra”.
Ella, que “también tenía sus dolores y sus penas en una sociedad muy brutal y machista”, es el centro de un poemario en el que también hay otros, por así decirlo, personajes, empezando por el padre del autor (“un protagonista secundario en este caso”) y el propio poeta (“un protagonista invisible”), sin perder de vista a los “personajes incidentales” que “me permiten apuntalar la realidad”.
“Dicen que me parecía a ella” recuerda el escritor. “Mi padre era un hombre muy social y abierto, dentro de la timidez de los vascos”, sonríe. “Mi madre era muy silenciosa. Tenía otro tipo de inteligencia. Era pequeña y delgada, pero era muy fuerte. No dejaba mostrar sus emociones. Tenía esa fuerza de entender las cosas con una mirada”. Una mujer “fuerte, protectora, silenciosa, tranquila y agradable” que lo impregna todo en Orfandad, en un poemario que ya está siendo compartido.