Es su primer contacto con el órgano de la iglesia del convento del Carmen, pero no con Vitoria y su público. “He estado en varias ocasiones” dice con una sonrisa Montserrat Torrent i Serra. Hoy, a partir de las 20.30 horas y con acceso gratuito, la organista barcelonesa es la encargada de inaugurar la trigésimo octava edición del Festival de Órgano de Álava. Lo hace con un programa que va a contar con obras de Mendelssohn, Cesar Franck, Jesús Guridi, Alejandro Civilotti y Matteo Bonfiglioli.
Entre Franck, que nació en 1721, y Bonfiglioli, que lo hizo en 1977, hay un arco temporal muy amplio en este programa.
–Sí, es un abanico muy amplio, pero es algo que quería hacer. Cuando era joven, tocaba muchísima música contemporánea. Mucha. Hubo compositores que, por ello, me dedicaron obras para que las tocara. Ahora ha sucedido esto. El señor Civilotti me ha dedicado una pequeña obra. Y Bonfiglioli escribió otra obra que obtuvo un premio y ahora que la ha editado, me la ha dedicado. Así que, por cortesía, he pensando: aléjate del romanticismo y vuelve a lo contemporáneo.
“Me gustaría que el público saliese del concierto sin pensar que ha escuchado a una intérprete de 98 años”
¿Qué emociones o sensaciones quiere transmitir al público en este concierto?
–Me gustaría que saliese del concierto sin pensar que ha escuchado a una intérprete de 98 años. Si los espectadores que vengan salen con la sensación de haber escuchado a una intérprete de 98 años, eso querrá decir que habrá habido fallos. Quiero que hayan escuchado una interpretación fuerte, intensa, expresiva, que le llene a la gente de gusto y de satisfacción espiritual. Eso es lo que tiene que ser la música.
Cada órgano es un mundo. Y cada instrumento no se conoce hasta que se toca. ¿Qué hace Montserrat Torrent i Serra o en qué se fija para adaptarse a este compañero puntual?
–Técnicamente, lo primero que miro es cómo está centrado. Es decir, el Do de los teclados manuales a qué nota corresponde del pedal. Esto es lo primero. En este del Carmen, está entre Do y Do. Muchos órganos en España son entre Re y Re. Ese es un cambio de situación tremendo. No encuentras las distancias. Tienes que moverte en el banco o lo pasas mal. Esto es lo mecánico, lo elemental. Después hay que fijarse en la sonoridad, en qué sonoridades suenan bonitas, cómo se pueden mezclar, cuáles no son tan hermosas y es mejor dejar que callen. Hay que tener el gusto de mixturar los juegos del mejor modo posible para sacar el máximo partido posible del instrumento que tienes ante ti.
“Ahora hay muchísimas organistas. Aconsejaría que pensaran absoluta y únicamente en la música”
¿Qué le da la música?
–Está conmigo desde la infancia. Incluso, desde antes de nacer. Mi madre era pianista y siempre estaba tocando. Era algo natural que ella tocase, también con otros instrumentistas. Mi padre era médico. Tenía clientes que tocaban el violín, el violonchelo... y mi madre les acompañaba. Cuando yo nací, esto debía estar en auge. Creo que la música incluso ha sido demasiado absorbente. A veces lo pienso. Estamos tan inmersos en nuestra música, que el resto de músicas que yo llamo un poco más frívolas nos pasan algo más desapercibidas. La música para mí es respirar.
Hoy la presencia de mujeres organistas es habitual en muchas programaciones. Pero no siempre ha sido así y usted lo sabe muy bien. ¿Qué le diría a las nuevas generaciones de mujeres que quieren tener en la música su profesión?
–Ahora hay muchísimas organistas. Les aconsejaría que pensaran absoluta y únicamente en la música. No me gusta cuando veo a alguna mujer que toca el órgano e interpreta música de Bach en un concierto al que va con una minifalda o escotes demasiado provocativos. Es una falta de respeto a la música y al recinto. Si están en un auditorio tocando música profana, que se vistan como quieran. Pero en una iglesia, hace un efecto horroroso. Además, Bach era un hombre creyente. Se lo he dicho a alguna organista: no te enfandes, pero esto no me parece serio. Tampoco me gusta esto que se hace ahora de estar tocando y que se apaguen y se enciendan las luces, esas combinaciones lumínicas que se proponen. Quien esté en ese concierto o estará a la música o a los juegos de luces. Pero dos cosas a la vez...
“La música está conmigo desde la infancia. Incluso, desde antes de nacer. Mi madre era pianista”
Habrá quien piense que a sus 98 años no debería seguir tocando. Pero lo cierto es que este mismo año tiene una agenda más que interesante por distintos países. ¿Qué les diría a esos que opinan que no debería seguir actuando?
–Si les molesta, pues... (risas). Lucho ahora más que nunca contra el desprecio hacia la vejez. Sí que servimos. Y a las personas viejas les digo que no se rindan. Yo tengo el ejemplo triste en mi familia. Mis padres envejecieron mucho antes de los años que yo tengo. Se rindieron. Mi madre dormía todo el día en una butaca. Mi padre se metió en la cama. Le llevábamos La Vanguardia para ver si leía, pero nada. Mi hermano médico, un hombre activo y alegre, se jubiló y le vino una depresión terrible. También se acostó. No hubo quien lo levantara. Pues yo digo: ¡fuera todo esto! Hay que luchar. Yo también he tenido muchas calamidades en la vida. He tenido dos cánceres. Una fractura de fémur. He visto morir a muchas personas conocidas. Pero lucho. Con mi ejemplo, quiero animar a la gente, que no se rinda.