La Red Municipal de Teatros de Gasteiz pone en marcha de manera oficial este viernes su programación invernal y lo hace con un viejo amigo de la escena de la capital alavesa como Josep Maria Pou. En esta ocasión, el reconocido y referencial actor y director regresa para compartir con el público El padre, estreno en castellano de la obra de Florian Zeller que triunfó el pasado año en su versión en catalán.

La cita será en el Principal desde las 19.30 horas. Eso sí, quien no tenga ya su entrada en la mano debería darse prisa porque para la propuesta de mañana solo quedan una veintena de butacas libres, todas ellas en el anfiteatro segundo. No es de extrañar tratándose de cualquier producción en la que Pou esté implicado.

Cecilia Solaguren, Elvira Cuadrupani, Jorge Kent, Alberto Iglesias y Laura Grube acompañan sobre las tablas al intérprete de Mollet del Vallès en esta propuesta dirigida por Josep María Mestres.

En El padre, Pou se enfrenta a un personaje con carácter, que ve mermadas sus facultades porque va perdiendo la memoria, convirtiéndose así en alguien cada vez más frágil y vulnerable, lo que da pie a que se sucedan escenas de indudable belleza y sensibilidad, que configuran una obra emocionante que también ofrece momentos divertidos.

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“Un hombre que sufre”

“El público se sorprende mucho conmigo en esta obra, porque están acostumbrados a verme siempre con grandes personajes de tipo heroico, épicos como Sócrates o Cicerón. Son muy fuertes, muy potentes encima del escenario, con demostración de grandes facultades. En cambio, en El Padre soy un hombre que sufre, vulnerable, aunque Andrés no es realmente un pobre hombre, al contrario, es un intelectual y por eso se da más cuenta que nadie de que lo que le está pasando”, explica Pou.

“Tras la pandemia, han cambiado muchas cosas, hay una mayor sensibilidad para las enfermedades mentales, para la soledad que sienten las personas mayores, para la labor de las cuidadoras y cuidadores... Esta obra es un homenaje a todas esas personas”, dice Pou.

El actor encarna a Andrés, un hombre de 76 años, culto, socarrón y terco, que está perdiendo la memoria, pero se resiste a aceptar ningún tipo de ayuda.