Conciertos como los de la reunificación temporal de Betagarri o los de la celebración de los 20 años de Green Valley están sirviendo a la sala Jimmy Jazz para soplar su particular tarta de cumpleaños. Han pasado tres lustros desde la apertura del proyecto en el espacio de la calle Coronación y se quiere aprovechar el aniversario para poner en valor lo hecho, ya que este lugar ha sido y es motor de muchas otras propuestas y líneas de actuación que no solo suceden en Gasteiz o incluso en Euskal Herria, y mirar además al futuro. 

Hoy, la sala de conciertos no descansa. Al mediodía, Rock en Familia se adueña de las tablas. Es una cita más dentro de una agenda siempre apretada, que empezó a gestarse cuando una serie de personas de Álava que tenían ya un recorrido en el sector hostelero y en el ámbito cultutal –sobre todo a raíz del trabajo en el Gora y en Hala Bedi Taberna–, decidieron dar un paso más. “Estábamos unas dos o tres personas, más todo un entorno, a las que nos apetecía poner en marcha un proyecto que fuera más allá de la parte hostelera”, recuerda Iker Arroniz

“No somos de decir que no. En ocasiones nos damos cuenta de que tenemos que parar un poco nuestras propias ansias de hacer”

“Lo bonito es hacer apuestas de cercanía, lo que llamamos de Kilómetro 0, es decir, que tus fuerzas vivas estén cerca, que el entorno lo conozcas y estés en él, que sepas qué les gusta a tus conciudadanos”, apunta el responsable de Jimmy Jazz. Con esa idea en la cabeza, se empezó la búsqueda de un emplazamiento en Vitoria que cumpliera con los requerimientos establecidos. Eso llevó un año, hasta que surgió la posibilidad de adentrarse en la sala Azkena, cuya senda estaba terminando. Hacerse con el local y convertirlo en lo que es hoy solo llevó tres meses. En diciembre de 2008 llegó el momento de abrir las puertas.

“Arrancas, subes muy rápido y luego viene lo difícil: hacer industria de la cultura”, es decir, “montar una empresa y un equipo humano que se mantenga cohesionado y aguante en el tiempo”, teniendo claro siempre que “hay veces que la cosa va a ir mejor y otras peor”. Hoy, “unos cuantos de los que empezamos seguimos ahí”, sin perder de vista, por ejemplo, que “hay técnicos que han salido de la sala que a día de hoy están con los grupos más importantes del Estado”.

VÍDEO: La sala Jimmy Jazz cumple 15 años

VÍDEO: La sala Jimmy Jazz cumple 15 años Aitor Álvarez

Un espacio vivo

Cuando los Clash publicaron el mítico London Calling, no sabían que aquel personaje llamado Jimmy Jazz que daba nombre a uno de los primeros cortes del disco iba a terminar bautizando unas instalaciones en las que se han grabado discos en directo, que se usan como estudio de grabación, desde donde se han emitido programas de radio, se han llevado a cabo asambleas o se han vivido noches electorales... un lugar usado para comidas populares, entregas de premios, monólogos, ruedas de prensa... y un largo etcétera. “No somos de decir que no. Al revés, muchas veces somos nosotros los que estamos dándole vueltas a las cosas. En ocasiones nos damos cuenta de que tenemos que parar un poco nuestras propias ansias de hacer, pero es que nos sale de forma muy natural”. 

“Lo bonito es hacer apuestas de cercanía, que conozcas el entorno y estés en él, que sepas qué les gusta a tus conciudadanos”

Por supuesto, los pasos se dan desde la base de la prueba y el acierto o el error. Nadie nace aprendido. Además, la autocrítica es un instrumento que la sala defiende. Pero lo cierto es que la buena marcha de la apuesta se ha ido traduciendo en propuestas nacidas en su seno pero que han ido más allá. Es el caso de festivales como Mugako y Gasteiz Calling –del que han nacido Barna’n’Roll y Mondra & Roll–, sin perder de vista la implicación en la organización y desarrollo de giras estatales con grupos como Bad Religion. Aunque no hay que salir de Vitoria para ver más ejemplos. Ahí está el propio nacimiento de la sala Kubik.

14

En imágenes: Conciertos y mucho más en la sala Jimmy Jazz

“Somos un espacio privado” que, como es lógico, “quiere ser lo más estable posible, y para eso debe haber un Excel que salga positivo. Hay que generar beneficio industrial, entre otras cosas porque tienes una responsabilidad con los trabajadores, con los nuevos puestos que podamos generar, con las futuras jubilaciones…”. Pero sin perder de vista esto, “hacer cosas que no son exactamente en esa línea es medio obligatorio para nosotros, como debería pasar en otros sectores industriales y empresas. El estar cerca de tu población, el que tu proyecto sea lo más sostenible posible, lo más cercano a tus entornos” es imprescindible para “generar sustrato social y cultural”. 

Mirando al mañana

“La apuesta es por el futuro”. Es una idea clara en este cumpleaños. Por un mañana que pasa por mantener las líneas de trabajo seguidas hasta hoy, es decir, por ser una sala “muy polivalente respecto a los estilos” y por ser un “escenario abierto” para “todas las propuestas de nuestro entorno cultural más cercano” y para “toda la creación que hay en euskera en música”. A eso se le suma trabajar con “toda la escena del Estado y todo lo que podamos traer de fuera”, aunque esto último “igual es nuestra pata más débil”. 

“En Vitoria las cosas están claras entre los que ocupamos escenarios desde la parte privada. A día de hoy, hay un equilibrio sano”

También en esos planes está seguir dando pasos en esa escena de Dj que, sobre todo en el marco de la electrónica, ha terminado ocupando un espacio propio e importante dentro de la sala. En este sentido, en los últimos años se ha estabilizado un formato de club propio para las noches de viernes y sábado en la parte de arriba del local. Muchas veces va con entrada propia. “Quincenalmente están pasando artistas de fuera de Euskal Herria y del Estado. Se ha convertido en referente porque hay artistas que han llegado por primera vez de otros países vía Jimmy Jazz”. Así, “dentro del ocio nocturno hemos intentando hacer una programación de electrónica que tenga peso, que el que acuda, venga porque hay artistas que le interesan”.

Todo ello sin perder de vista que el proyecto se desarrolla en una ciudad donde hay otras salas de conciertos. “Creo que, más o menos, en Gasteiz las cosas están claras entre los que ocupamos escenarios desde la parte privada. Nos conocemos todos, hemos tenido relaciones más o menos estables y sabemos qué espacio ocupamos, a qué público nos dirigimos y qué es lo que buscamos cada uno de nosotros. Ahí, a día de hoy, hay un equilibrio sano” para el que es necesario “preguntar y escuchar”.

Una ciudad sin aforos grandes

En una Vitoria con una programación cultural “buena o suficiente”, se echa en falta, en lo que a las músicas amplificadas se refiere, que aparezcan bandas “que tengan un poco de arraigo y que duren un rato; bueno, hay pero pocas en comparación con nuestros entornos”. Aquí, por cierto, desde la sala reflexionan que “las instituciones podrían hacer líneas de proyectos o idear instrumentos que fortalezcan espacios para los creadores”.

Mirando a las administraciones, Arroniz reconoce que “la relación con lo público es fácil. Hay técnicos y políticos que son cercanos”. Pero eso no oculta una realidad señalada en muchas ocasiones, sobre todo mirando a los proyectos de menores dimensiones: “a la ciudad le siguen faltando proyectos desde lo público, que lo público sea motor y apoye, en la parte creativa, a las cosas más pequeñas”. Respecto a los que “somos más grandes”, sigue habiendo “una necesidad de un espacio multiusos en Gasteiz. Que estemos en 2023 y sea imposible hacer un concierto de 3.000 personas porque no hay un espacio para ello, es un lastre que lleva la ciudad. Por nuestra parte, hemos hecho, hacemos y haremos todo lo posible por hacer cosas aquí, pero hay cuestiones que no pueden ser”. 

“Que estemos en 2023 y sea imposible hacer un concierto de 3.000 personas porque no hay un espacio para ello, es un lastre que lleva Gasteiz”

Como “Vitoria carece de equipamientos multiusos para albergar eventos de dimensiones, de aforos de 2.500 espectadores hacia delante”, en Jimmy Jazz han optado por “no estar pegándonos contra ese muro cada dos por tres”. Por eso “hemos terminado saliendo a otros lugares donde, además, hemos encontrado socios con los que hemos generado sinergias muy bonitas. Pequeñas empresas hemos generado una energía y una forma de trabajo. Y hemos hecho eso en vez de montar una gran multinacional que es algo que se lleva demasiado en las industrias culturales, respondiendo a esa necesidad de ser el mayor, de acaparar absolutamente todo y de ser el único que recibe todo el dinero público y privado para ser el único que puede hacer grandes eventos”.

Mirando al público, en la sala saben, porque así se lo demuestra mucha gente de manera habitual, que dentro pero también fuera de la capital alavesa y del territorio “hay muchas personas que nos tiene muy presentes”. Eso sí, Arroniz reconoce que Gasteiz “tiene una serie de peculiaridades que no tienen otras capitales cercanas” que juegan en contra de los espacios de conciertos. “Donosti es más pequeña. Iruña también. Pero tienen localidades muy grandes alrededor que alimentan las escenas. Tengo la impresión de que hay bandas que pasan por la Jimmy que deberían ser más tractor, que deberían vender más tickets, pero que hay gente que siente que como eso sucede semanalmente en su propio entorno, no tiene la necesidad de acudir. Me da la sensación de que si Zabalgana o Salburua fueran pueblos a 20 kilómetros y en esos pueblos no existiese una sala de conciertos como tal, a muchas personas les generaría más interés venir”. Toca seguir trabajando. En este y en otros sentidos. Por lo menos durante otros 15 años más. Como mínimo.