Dice, con una sonrisa, que lo de Kloy MC cada vez le gusta menos. Es el otro nombre por el que es conocido el artista gasteiztarra César Pastor Heras. Su próximo disco, Sincericidio, está en plena cuenta atrás. Pero sobre la mesa se agolpan los proyectos, también pensando en generar escenarios para otros artistas de la escena.

Rap sí pero también muchos otros géneros.

Para mí el rap fue un salvavidas. Era un chico muy incomprendido en general, tanto por los chavales en la calle como por mis profesores en el colegio y por mis padres en casa. Por lo único que crecí acompañado fue por el rap. Mi hermano mayor estaba en la escena y tenía ese referente. Tengo la sensación de que, tantos años después, el rap me sigue salvando. Todos los días escribo algo. Pero no es la música que más he consumido. Evidentemente he escuchado rap, pero nunca ha habido un momento en mi vida en el que haya predominado. Cuando era adolescente tiré de muchísimo punk, de todo el catálogo de la etiqueta del rock radikal vasco. A partir de los 15 años me empecé a juntar con gente de Vitoria relacionada con la música negra y comencé a comprender de dónde venía mi música y flipé. Pero mira, ahora lo que más escucho es flamenco y música clásica. También te digo que el tema del purismo me ha parecido toda la vida algo de mentes muy pobres. Así que siempre he tenido la suerte de sentirme muy solo y muy acompañado al mismo tiempo.

Empezó el camino cuando la escena del rap en Vitoria era muy diferente a la actual.

Completamente distinta. Antes se practicaba más hip hop y ahora se practica más rap.

¿En qué sentido?

El hip hop lo aprendías en la calle. Había de todo, gente a la que le gustaba y también personas que estaban pasando por procesos difíciles en la vida. Nos juntábamos muchos chavales que escribíamos canciones. De alguna manera, aprendías de respeto, convivencia e integración en la calle, fuera de tu casa y del colegio. Te juntabas incluso con personas bastante más mayores que tú, que ya tenían un par de vueltas en la vida, y si te daba por fliparte, en un momento dado siempre había alguien que te bajaba los humos. Siempre digo que he ido a la escuela. Puede que no tenga un título académico, pero es que tengo un título en vivir que me lo dio la escena del hip hop de mi ciudad. Por eso la siento de manera tan intensa y la defiendo tanto. A la hora de hablar de rap, soy más localista que cualquier otra cosa. Ahora, los chavales se creen que aprenden hip hop en un ordenador. Hay más rap que nunca, pero, de alguna manera, hay menos hip hop que nunca. No hay calle, no hay aprendizaje en la calle, ese punto de reunión. No me entiendas mal. La tecnología está bien y nos aporta, pero hay una parte que al hip hop le ha perjudicado muchísimo. La tecnología ha beneficiado a la parte musical, al rap, pero ha perjudicado a lo social.

¿En qué momento César Pastor Heras hace nacer a Kloy MC?

No lo creé yo y sigo pensando que es un nombre feísimo.

Pues...

Sí, sí, me suena fatal. Y añadí más tarde lo de MC como por darle un poco más de empaque e identidad, pero vamos... Tampoco es que buscase un nombre para vender. No lo iba a hacer, eso ya lo sabía, porque mi discurso no vende, no puede. Claro, yo muerdo la mano que da de comer en la música. No firmo con discográficas que me dicen cómo tengo que pensar o lo que tengo que decir. Ni firmo con festivales de mierda que me dicen que durante los seis meses previos no puedo tocar en mi ciudad. No paso por ese tipo de aros. Pero es que, de por sí, el nombre lo lees y parece un chiste. Me lo puso un colega cuando teníamos unos 13 años con el rollo del grafiti. Las letras eran bonitas, ya sabes. Creo que hice tres grafitis. Feísimos. Además, a un autónomo de mi barrio, al de la pescadería, me dio por hacerle una firma en la puerta y me pegó una hostia que ese día se me acabó la broma. Se suponía que el nombre quería decir algo así como crear letras o llorar. Ya por entonces estaba todo el día escribiendo. Me escapaba del colegio y me iba a un bar que está al lado de Diputación para escribir todo el día.

En eso no ha cambiado nada.

Escribo muchísimo. Lo que publico será un 3% de lo que escribo.

¿Por qué?

Creo que tengo más de escritor que de rapero. Lo que tengo es puro amor por la expresión desde la escritura. Muchas cosas no salen a la luz porque, para empezar, varias ni siquiera terminan teniendo forma de canción. Hay letras que sí terminan en una canción, que las escribes en caliente sobre algo en concreto, sobre un jefe de mierda o una relación fallida. Está guay hacer ese ejercicio, pero no seamos como Shakira. Está bien hacerlo porque es como darle cuatro hostias a un saco de boxeo, pero a este tipo de temas hay que dejarlos reposar. Lee la letra dentro de diez días y date cuenta de que el veneno ya está fuera. A mí una de las cosas que más me china del rap es que la gran mayoría de las cosas que escribo es a mala hostia. Cuando saco una canción, luego me cuesta dar conciertos. Sí, disfruto por estar con la banda y eso, pero estás venga a cantar una canción que, en realidad, escribiste para sacar fuera lo que no querías. Vas con ella a conciertos en Bilbao, Vitoria, Olite... y es como retroalimentarte en tu propia mierda. Por eso también las actuaciones van derivando a quedarte con los temas que más te molan y que menos hacen sentirte así.

Proyectos como Cocal Cola & Mentos son un claro ejemplo de ese empeño suyo en colaborar con terceros, en muchas ocasiones además con gente que no tiene relación, o no tanta, con el rap.

Me he juntado con peña muy random que de rap más bien poco. Eso es verdad. Me acuerdo cuando vivía en Bilbao, que me iba de manera regular a una jam session que hacía alguno de los miembros de Cherry Boppers. En cualquier disciplina artística, quizá lo más puro, romántico y bonito es la improvisación, lo que sale en el momento. Pero tendemos a encerrarnos en una cárcel para crear la magna obra a la cual, en realidad, luego la gente le va a prestar atención diez segundos para pasar luego a la siguiente historia de Instagram. En las jam ganas que coincides con gente con la que estás en lo mismo...

Pero es que usted ha colaborado hasta con una banda municipal como la de Vitoria...

Sí, sí. Me gustó más el primer año que el segundo. En el segundo, desarrollamos un proyecto inicial increíble que luego, por determinadas circunstancias, se redujo al 20%. Fue más un salvar los muebles que otra cosa. La idea era muy buena pero se tenía que haber desarrollado de otra manera, con canciones más personales. Si hay voluntad, puedes hacer lo que quieras. Yo eso lo he comprobado. Pero no siempre pasa. Tengo la impresión de que terminamos haciendo más reuniones que ensayos.

Buena parte de su trayectoria musical se ha hecho desde Gasteiz. ¿Cómo ve su ciudad culturalmente?

Hay una parte que me pone los pelos de punta que son las nuevas generaciones. Tienen un talento y un nivel acojonante. Pero sigo viendo el mismo problema de siempre aquí. La música en la calle molesta. Además de que tenemos más locales de ensayo que sitios donde tocar música. Ese va a seguir siendo el fallo, un fallo que principalmente obedece a una voluntad política. Nos pueden vender el descanso del vecino y lo que quieran. Tengo claro que tocando dos teclas, hay cosas que entiende cualquiera. En los despachos del departamento de Cultura he pasado largos ratos discutiendo. Te das cuenta de cómo funciona por dentro nuestro ayuntamiento. Ves que los técnicos de Juventud son señores que pintan canas. Que en el departamento de Cultura hay gente que no tiene ni idea de cultura. Y así sucesivamente. Es el peor de los males que tiene Vitoria. Es una ciudad como muy plana. Luego te encuentras con bandas de Vitoria que no han podido desarrollar aquí su proyecto pero que cuando lo revientan fuera y regresan para dar un concierto, les queremos levantar una estatua. ¿Pero qué tipos de medallas se cuelgan algunos? Bueno, sin perder de vista que también hay músicos que pasan por el aro. E, insisto, a nivel cultural lo que tiene esta ciudad me parece acojonante. Y en la escena del hip hop te encuentras cosas muy interesantes, sobre todo entre los chavales.

Habla de la escena del hip hop, ¿y el público?

Personalmente, tengo un público que anda entre los 30 y 70 años. Estos chavales tienen un público mucho más joven. Es lógico. Más allá de eso, y en términos generales, en Vitoria, también en el resto de Euskadi, el público es muy frío y a mí es algo que me flipa. Yo me siento muy acogido por ese público, porque me gusta la gente crítica, no quiero un mono que mueva la cabeza y me diga a todo que sí. La palmadita en la espalda está muy bien si me la he ganado. Pero el tortazo en la cara también si es que me toca. Todo es aprendizaje, todo suma.

‘Sincericidio’ es el título de su próximo disco, que habla muy bien de, en general, las letras de Kloy MC.

Creo que al final serán 14 canciones. Lo quiero sacar el 2 de enero, que es el cumple de mi sobri. Es verdad que es un disco muy crítico, muy duro de escuchar. Es un trabajo muy incómodo para las mentes cómodas. Va a ofender y a enfadar. Lo empecé a escribir en el confinamiento. La primera sensación que tuve en ese momento, cuando todo era incertidumbre y miedo debido en gran medida a los medios de comunicación, me quité de redes sociales, apagué la tele y me encerré en mí. Volví a tener 15 años. Me puse a escribir como entonces, todo el rato. Pensaba: me han encerrado en casa y me siento libre. Es un disco que habla de las razones por las que la cultura no tiene que ser segura, y de que no hay que confundir cultura e industria cultural. Es un álbum también muy sindicalista, que habla de músicos muertos en la carretera tocando por un puto bocata, que critica determinadas actitudes dentro de la escena rap... Pero dentro de esa gran pelota de mierda, hay dos temas que son la luz del disco.

¿Planes para 2024?

Me gustaría sacar un disco de rock and roll.

¿Perdón?

Tengo alguna canción escrita (risas). Lo que más voy a buscar es grabar colaboraciones de rap con chavales de la ciudad. También ando tramando la posibilidad de montar un festival de hip hop en Vitoria y llevarlo cada año a un barrio diferente de la periferia, reivindicando también que hay vida más allá del centro. Hay barrios como Zaramaga, Aranbizkarra, Santa Lucía, Judimendi y Adurza que tienen un patrimonio de hip hop muy rico. Cuando escuché que el Ayuntamiento de esta ciudad había contratado hasta grafólogos para detectar grafiteros pensé: ¿no invertiréis dinero en poner paneles de libre expresión para que vayan los chavales a pintar, en eso no? Lo más gracioso es que en Vitoria tenemos gente que se dedica profesionalmente al grafiti y la contratan en países como Estados Unidos. Hay que reinvindicar el hip hop, también a nivel social porque habla de diversidad, de integración, de encuentro. Yo soy tercera generación en la escena del hip hop en Vitoria y, de verdad, es que no nos damos cuenta de lo que ha tenido y tiene esta ciudad. Y hay que ponerlo en valor y potenciarlo. En esa idea irá el festival.