Una cena familiar que se ve interrumpida por la aparición de un comisario de la Unidad de Delitos Informáticos. Alguien en la casa está manejando red de porno doméstico. A partir de ahí, todo es posible en Familia sarekada, que hoy a las 22.30 horas se podrá ver en el polideportivo Arrazpi Berri como colofón a la segunda jornada del Festival de Teatro de Humor de Araia.
Vaivén y el festival se conocen bien. Un certamen que llega este 2023 a cumplir 30 ediciones, que no es nada fácil cuando de cultura se trata.
–Es casi milagroso. Cada año que pasa me pregunto cómo es posible que hayamos sobrevivido doce meses más porque, verdaderamente, todo está en contra. Están en contra los presupuestos, las propias instituciones... y aún así, ahí seguimos. A veces una dice: ¿me tendría que apear?, ¿cuál es el coste de tanto esfuerzo y de tanto pelear? El momento es tremendo, pero bueno, aquí seguimos persistiendo.
Lo hacen compartiendo en esta ocasión ‘Familia sarekada’.
–El público va a encontrarse con una comedia un tanto especial tanto por el contenido de la misma como por la forma. Es una comedia con algún tinte dramático. Me gusta advertirlo, no quiero que luego pidan la devolución de las entradas (risas). No, ahora en serio, es un tinte que le da mucha hondura a la obra. Es una obra en la que abordamos temas de absoluta actualidad. El público se va a encontrar con una familia que está cenando tranquilamente en su casa, hasta que llega un inspector de la Unidad de Delitos Informáticos porque en un servidor de la casa hay alojadas imágenes de porno doméstico. A medida que pasa la obra se ve que no es importante si son o no culpables, sino qué les pasa entre ellos. Es gente que ha perdido toda conexión los unos con los otros, pero que guardan todos sus secretos en la red.
Algo que es muy habitual hoy.
–Totalmente. Además, es absurdo lo que hacemos. Guardamos todo en Internet pero ¿qué secretos hay de verdad en la red? Estamos en lo virtual, donde nos encontramos expuestos al 100% y donde somos más vulnerables. Ellos van descubriendo eso en el montaje, que en la red está cada cosa que hacen. Es gente totalmente expuesta que, sin embargo, tiene totalmente abandonadas las relaciones familiares. Entre ellos hay caos. Está el hijo, que es el que más expuesto está en las redes, alguien que ha sufrido diferentes acosos, el personaje más frágil. Con todo esto construimos una comedia atípica. Hay mucho, mucho humor, momentos en los que literalmente te partes de risa. De eso tienen la culpa unos diálogos muy frescos gracias al trabajo de Antonio Muñoz de Mesa, que es un viejo conocido ya de Vavién.
El concepto de intimidad ha cambiado de manera radical con la generalización de Internet. Eso es algo que trata también esta pieza.
–Ha cambiado absolutamente. Es curioso porque nos desnudamos en las redes sin ningún pudor. Por ejemplo, sin querer destripar demasiado, el padre de nuestra familia, todas las relaciones sexuales que tiene, las vive a través de Internet. Ya no tiene relaciones físicas. Es solo sexo virtual. Parece que, aunque existan excepciones, si no estás en las redes, no existes. Pero ¿qué supone existir en las redes? Pierdes totalmente tu intimidad y privacidad. E incluso tus criterios. Internet te arrastra. Lo hemos visto por ejemplo hace poco con las elecciones. Te vapulean hasta tal punto que no sabes qué piensas de las cosas. Todo puede ser mentira. Ahí están las fake news. Incluso esta obra puede ser un gran fake. Son temas que a mí personalmente me parecen muy interesantes e importantes.
A los que Vaivén mira desde la comedia.
–Por supuesto. Está muy bien utilizar el humor para reírnos de nosotros mismos. El humor suele ser la vaselina para hablar de temas importantes como los que toca esta obra. Es mirar a la realidad de una manera desenfadada, ridiculizando pero sin herir. Al final, pretendemos que el público se sienta reflejado y que cada uno saque sus propias conclusiones.
Dudo que los algoritmos tengan mucho sentido del humor...
–(Risas) Yo también. Es uno de los problemas, que son sota, caballo y rey. Estamos poniendo nuestras vidas en manos del algoritmo. En la obra hay una escena sobre cómo nos etiquetan todo el rato y usan nuestros datos de la manera más vergonzosa para condicionarnos y manipularnos. No dejamos de ser números para el consumo. A mí me asusta el mundo hacia el que vamos. También te digo que creo que me he quedado en una época pre-industrial. A veces no entiendo ni cómo funciona el teléfono (risas). Creo que este mundo de lo virtual me viene grande aunque lógicamente lo utilizo, sobre todo para mi trabajo.
La obra tiene como excusa ese uso de porno doméstico en Internet y no deja de ser un contrasentido que en las redes sociales se prohibe hasta mostrar un pezón de mujer pero luego ese mundo virtual es la gran sala para material pornográfico.
–Es curiosísima la moralina de esto. Por una parte puedes estar viendo sin ningún problema porno duro, pero luego resulta que nos la cogemos con papel de fumar en TikTok o en otras redes donde no se puede ver un culo con naturalidad. Claro que estoy en contra de la pornografía y del uso que se hace de eso, pero de los gestos libres de cada persona, no, por supuesto que no. Es verdad que existe una falsa moral complicada de entender.
Vamos, que con ‘Familia sarekada’ se trata de reír y pensar.
–Sí, absolutamente. En Vaivén nos gusta que el público se vaya del teatro con ganas de comentar lo que ha visto y lo que piensa sobre los temas que tratamos. Ese momento después de una representación, en el que te planteas qué interrogantes te has hecho, para mí es valioso. En Vaivén nos gusta abrir interrogantes. Es una constante en todo lo que hacemos. No queremos hacer un teatro moralista, pero sí hacer un teatro que nos interpele. Es la función esencial de lo que hacemos.