Convencido de que el público va a descubrir en la alavesa Edurne Azkarate “una pedazo de actriz”, Paul Urkijo, que se considera ante todo un “cuentacuentos, un narrador”, está ya contando los días para el estreno en las salas de cine de su segundo largometraje, Irati.

¿Ha conseguido verla como espectador o todavía es pronto para ello?

Eso, hasta dentro de unos años, no pasará. Ahora mismo no puedo, es imposible.

Pero, parcial o totalmente, la habrá visto ya...

Muchísimas veces. Cada proceso que haces, implica eso. Al final, quieres que no haya ningún fallo y que todo esté en su sitio. Dicen que soy bastante perfeccionista, incluso hasta un punto un tanto obsesivo (risas). Pero es que yo hago una película cada cinco años. Es más, Errementari o Irati son títulos que voy a tener que defender toda mi vida. Esto es algo que dejo para siempre. Y, por lo tanto, quiero que cada cosa que haga, quede perfecta. Dependiendo de los medios que tengas en cada ocasión, la gente puede hacer su trabajo con más o menos mimo y yo intento que cada departamento tenga los elementos para darle todo el mimo posible al filme o más.

Director, productor, guionista, cantante, diseñador... pero lo de letrista y nominado a los Goya por una canción seguro que le ha dejado a más de uno sorprendido.

Al final, soy guionista también. Bueno, sobre todo, soy un cuentacuentos, un narrador. Todo es hacer historias, sean canciones, guiones para la pantalla, ilustraciones y demás. Así que para mí, no es una faceta tan lejana del hecho de dirigir una película. Se trata de contar una historia y que juegues con los mimbres que tienes para transmitirla. En este caso, la canción es muy cortita, un tema que intenta, de alguna manera, condensar ese génesis mitológico en una canción. Tenía muy claro que el filme tenía que empezar con una canción porque, de alguna manera, es la forma más pura de la transmisión oral de un cuento.

Una canción que también interpreta, por lo menos en parte, una Edurne Azkarate que aquí debuta en el cine. Sin querer minusvalorar el trabajo de Eneko Sagardoy o del resto del reparto, pero es que ella, al fin y al cabo, es ‘Irati’.

Cuando hicimos el casting, me quedé encandilado. Sabía que era Irati desde el segundo uno. Tenía una fuerza y un magnetismo impresionantes. Además, trajo el euskera muy trabajado. Es que es una actriz increíble. Pero es curioso porque Edurne es muy diferente al personaje. Es una pasada, porque no tienen casi nada que ver. Irati es un personaje salvaje, muy fuerte, incluso con un punto de agresividad, duro. Edurne es todo lo contrario, es un sol. Ojalá esta película le empuje a hacer más cosas porque la gente va a descubrir una pedazo de actriz que no sabía que estaba ahí.

Y aún con todo, seguro que está con la cabeza en el siguiente proyecto, ¿verdad?

Antes de hacer Irati ya estaba pensando en hacer otros proyectos que siguen ahí. El escollo más complicado de una película es conseguir que esa cosa abstracta que tienes en la cabeza coja forma. Cuando haces el rodaje, ves que se ha hecho posible lo que parecía imposible, es decir, juntar a un equipo de cientos de personas para generar un material. A partir de ahí, viene un proceso más pausado y reflexivo, que es el del montaje y demás. Es ese momento en el que bajas un poco el pistón y es también, por lo menos en mi caso, cuando te pones a pensar en los siguientes proyectos. Es verdad que Irati me ha dejado bastante cansado, porque ha sido muy bestia todo. Pero la pulsión que tengo de narrar, de sacar mis fantasmas de dentro, es constante. Y en ello estoy.