Damián se esconde en un armario cargado en un camión mientras huye de su jefe, que acaba de despedirle. Y lo que iba a ser una solución temporal de una situación incómoda se convierte en un cambio de vida. De la suya y de quienes viven en la casa donde entregan el mueble. Este es el planteamiento de No mires a los ojos, nueva película de Félix Viscarret (Pamplona, 1975), que cuenta con un reparto encabezado por Paco León. El filme se basa en la novela Desde la sombra, de Juan José Millás.
¿Cómo fue la sesión de inauguración de la Seminci?
–Muy cálida y entrañable. Hay un detalle que me pareció muy bonito, y es que yo iba con Millás en el coche hacia la inauguración y cuando estábamos llegando la calle empezó a gritar ‘¡Juanjo ¡Juanjo!’ Sabíamos que Paco León y Amaia (Romero) iban a tener tirón, pero que corearan el nombre de un escritor me encantó. Entré ya emocionado a la sesión, aunque cuando me tocó presentar la película me noté nervioso. A estas alturas...
Ahora llega el estreno en salas, donde se abandona ya a la criatura en manos del público. ¿Siente algún tipo de zozobra?
–No. La criatura ya es mayor de edad y tiene que seguir su camino. Yo, como una de las personas que ha participado en su crianza, deseo que encuentre su lugar en la vida, su público...
Millás ha reconocido estar entusiasmado con la película.
–Es muy bonito. Y la prueba de que es sincero es que ha visto la película más veces que nadie. Alguien como él lo tendría muy fácil para escaquearse, para poner una excusa... pero ha seguido viéndola. En Valladolid disfrutó mucho comprobando cómo conectaba con el público.
Se diría que se está convirtiendo en especialista en adaptar novelas.
–Mentiría si dijera que hay una trayectoria premeditada. Los seres humanos nos movemos casi siempre por una especie de tendencia y luego, cuando miramos hacia atrás, todos sabemos reinterpretar lo que nos ha sucedido en la vida y vemos las constantes. En mi caso, veo que desde adolescente tenía este amor por el cine y por la literatura y podría pensar que de algún modo he ido trabajando para unir esos dos mundos. Sin embargo, probablemente eso sea una explicación a posteriori más que un plan organizado. Es verdad que, además de haber creado sus propios universos con tanto talento y constancia, estos tres autores también son personas con un código moral y ético que admiro mucho. Tienen una gran coherencia de valores en toda su carrera y en su vida y ojalá se me pegue algo.
En el caso de Millás, alguna vez ha contado que siendo joven le regalaron dos de sus libros y que conectó enseguida con él. ¿Ese mundo onírico, poético, surrealista y a veces absurdo que tienen las historias de Viscarret tienen que ver con ese universo de Millás o es coincidencia?
–Lo parece, sí. ¿La vida te va llevando hacia esas cosas con las que tienes más afinidad o tú sin darte cuenta estás acercándote a una tendencia con la que te sientes más identificado? ¿Hay una voluntad más o menos consciente? No sé, pero estos días me acuerdo de cuando mi tío Manolo, que me ha dicho que no le vuelva a mencionar más (ríe), me prestó esas novelas. Y sí es verdad que hay puntos en común entre los dos. Digamos que me fijo especialmente en los personajes excéntricos, en esos que no encajan del todo en la sociedad o en su mundo, como nos pasa a todos en algún momento. Lo maravilloso de Millás es que lo empuja todo un poco más allá. Hace que esa situación incómoda derive, de una forma lógica, en algo cada vez más enrevesado y cercano a lo surrealista. Hace creíble situaciones muy extrañas. Ojalá que yo tenga algo de eso también.
En ese sentido, ¿qué representa Damián, al que al principio vemos como un tipo gris, neutro, pero que luego nos sorprende?
–Todos nos fijamos a veces en personas que van con nosotros en el autobús o que nos atienden en un comercio o en taller y que, pareciéndonos muy similares a nosotros, percibimos algo distinto, como una nota discordante. Pues, a partir de un personaje así, Millás construye un relato que evoluciona hacia algo insólito. En el caso de No mires a los ojos, todo se desencadena por una reacción a algo injusto, imprevisto, por un atropello laboral. Ante algo así, todos hemos tenido, con más o menos intensidad, una pataleta o una rabieta, pero Millás lleva esto más allá para colocarnos en ese otro lado desde el que él sabe ver la vida.
Casi todas las personas han sentido alguna vez que no les gusta su vida, que desean otras cosas, a otras personas, aunque casi nunca hacen nada por cambiar su situación. ¿Es por eso que la historia nos resulta tan familiar, a pesar de lo insólito?
–Exacto. Quien conecte con No mires a los ojos sentirá que, a veces, todos deseamos desaparecer, descansar, apagar el móvil, que no nos molesten, tener un momento de silencio... Y en ese recogimiento, encontrar nuestro lugar. Pero como decía Millás hace poco, todos desearíamos tener otras vidas, estar en el lugar del otro, pero sin perder nuestra identidad. Esa mezcla entre no querer perder nuestra esencia y esa incógnita, esa pregunta sobre cómo sería nuestra vida si pudiéramos empezar de cero la plasma en esta historia.
La película navega por distintos géneros.
–La originalidad de Millás es que no se encorseta en un género. De algún modo, el género en la creatividad es un tipo de autocensura a la que muchas veces nos acogemos por miedo o por conservadurismo. Pero Millás es atrevido y navega entre diferentes tonos. Por eso en No mires a los ojos hay mucho de suspense cercano al thriller, pero a la vez no deja de haber momentos de humor cercano al surrealismo o una reflexión sobre nuestros procesos mentales. Eso ha sido lo divertido para los que hemos creado la película y espero que también lo sea para los espectadores. Lo divertido y lo valiente, también. Desde luego, el que quiera una película de sota, caballo y rey, no lo va a encontrar aquí. No mires a los ojos es una propuesta más para quien le apetezca adentrarse en lo desconocido.
A Paco León le vemos en un registro al que no nos tiene acostumbrados. ¿Fue su primera opción para Damián?
–Recuerdo que ya salió su nombre en las primeras conversaciones que tuve con Mariela Besuievsky y con Gerardo Herrero, los productores. Todos veíamos claro que él podía dar vida a este personaje excéntrico que en muchos momentos nos descoloca hasta el punto de taparnos la cara porque no sabemos qué va a hacer a continuación. Pero, a la vez, tenía que ser un personaje ante el cual no podamos decidir si queremos que se libre o que se salga con la suya. Por eso necesitábamos a alguien que también suscitara empatía y nos ofreciera unas dotes casi innatas de humor para que nos hiciera sentir que estamos con él en ese armario. Y para lograr esa dualidad vimos pronto que tenía que ser alguien como Paco León. Le mandamos una versión no definitiva del guión y él cuenta que se la leyó de una sentada, que se le olvidó hacer pis, comer... Le gustó mucho el reto.
La película se rodó en Pamplona. ¿Cómo fue la experiencia?
–Muy bonita. Cuando iba con Miguel Iturralde, el jefe de producción, recorriendo las calles con la furgoneta y buscando las localizaciones viví una especie de regresión a la adolescencia. Y fue muy divertido, porque ese regreso por un lado me provocó mucha nostalgia, pero por otro me puso rojo al pensar en lo impresentable que era a esa edad (ríe). Me interesaba mucho esa idea doble de lo acogedores que parecen por fuera esos chalets y el misterio que los rodea. Porque te preguntas cómo serán las vidas tras esas ventanas.
La casa es otro personaje.
–De algún modo, Millás coge esas historias de casa habitada, de cuento gótico, y las baja a nuestra realidad. Y a mí no se me ocurrió un sitio mejor para un cuento victoriano contemporáneo que la zona de Beloso Alto.
Al principio el proyecto se titulaba ‘Desde la sombra’, como la novela, ¿por qué finalmente optó por la canción de Golpes Bajos?
–Las películas salen cuando llega su momento y cuando íbamos a empezar a rodar vimos que ya había otras películas e incluso series que jugaban mucho con el elementos de las sombras y que normalmente eran thrillers más al uso. Y nuestra historia era mucho más insólita, así que había que dar con algo que reflejara desde el título que esta propuesta es fuera de lo común. Por entonces me pareció muy divertido unir la historia de Millás con la canción de Golpes Bajos, que tiene una letra digamos que extraña. Tiene el punto justo de poesía y de extrañeza. La canción le iba muy bien a la película y me pasó como cuando presentas a una pareja que sabes que se van a enamorar, que me tocó presentar a Millás y a No mires a los ojos, que me parece que refleja mejor el espíritu insólito y original de la obra que su propio título.