Al principio le llamaba el saxofón. Pero un buen día su abuelo Jaime le puso un vídeo de un clarinetista y no hubo vuelta atrás posible. Pablo López Ortega ya tenía claro lo que quería hacer y eso que no tenía ni ocho años. Hoy, un decenio después, se sigue formando y aún así su currículum de premios daría para llenar todo este artículo. Galardones obtenidos en citas cercanas y lejanas como la Zodiac International Music Competition o el certamen Jóvenes Músicos de Euskadi. También la lista de actuaciones daría para lo suyo, tocando como solista con la centenaria Banda Municipal de Música de Vitoria o llevando su saber hacer a escenarios de Alemania y Holanda como primer clarinete de la Euregio Orchestra Academy.

Él, sin embargo, prefiere tomarse todo ello como parte del aprendizaje que le debe llevar a hacer realidad su apuesta profesional. “Mi sueño es conseguir disfrutar en un escenario y vivir de ello” y en esa idea no hay lugar para alimentar el ego con tanto reconocimiento. “Los premios sobre todo me dan mucha motivación. Es lo que te tienen que proporcionar, eso y ganas de seguir tocando, haciendo música y disfrutando más de ella”, explica el intérprete, que en septiembre arrancará una nueva etapa, dejando atrás el Conservatorio Jesús Guridi para acudir a Madrid, a la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

Es un paso importante puesto que es un lugar referencial dentro y fuera de España. “Llevan a los mejores profesores y todo el mundo quiere estudiar con ellos”. Él, de hecho, va a estar a las órdenes de Pascal Moraguès, con quien además va a realizar este mes de agosto un curso intensivo en Lisboa. Pero la estancia en Madrid tiene más alicientes. Para empezar “la calidad de los compañeros, que hace que puedas tocar música de cámara un alto nivel”. También que estar en este centro asegura realizar una media de 20 conciertos al año. “Ven el escenario como una prolongación del aula y eso es fundamental”.

Lo dice quien reconoce que las primeras actuaciones que ofreció en su día fueron un pequeño mal trago. “Poco a poco he ido ganando seguridad”. No en vano ha actuado como solista en una formación profesional como la Banda –“es un lujo tener una oportunidad así”– y ha tocado en otros países –“es una experiencia necesaria estar con gente de otras partes que ama lo mismo que tú aunque hable otra lengua diferente a la tuya”–. Lo cierto es que la música es “mi pasión” presente y futura: “me gustaría ser un músico honesto conmigo mismo y con la música”.

Es la “mal llamada música clásica” la que centra su atención e interés, más allá de que mencione a creadores actuales como Jacob Collier o Jamie Cullum. “Hay que estar atento a todo y, por supuesto, a lo que se hace hoy”, afirma López Ortega, al tiempo que pone en valor, sobre todo en el periodo de formación, que un intérprete quiera, sepa y pueda “abarcar todas las maneras de hacer música”. Eso, por supuesto, exige disciplina, la misma que requiere compatibilizar los estudios normales, los culturales y la vida familiar y social justo en plena juventud. “Es duro, pero merece la pena”.