Dirección y guion: Richard Linklater. Intérpretes: (Animación): Zachary Levi, Jack Black, Glen Powell, Josh Wiggins, Samuel Davis, Lee Eddy y Bill Wis. País: EEUU. 2022. Duración: 90 minutos.

o es casualidad que al hablar de esta película de dibujos animados, se traiga a colación dos obras anteriores de su realizador: Escuela de rock y Boyhood. Si algo determina lo que Apolo 10 y medio contiene, es una mirada a la propia infancia del guionista y realizador y una recreación trepidante de la banda sonora que llenó los silencios de aquel tiempo en el que se maceraron las señas de identidad que conforman su personalidad como cineasta.

Estrenada en formato doméstico por la escudería Netflix y ninguneada por el Oscar por razones inexplicadas, ni siquiera estuvo nominada, Apolo 10 y medio aparece como un filme sugerente y vibrante, un musical sin coreografía, una amable comedia sin chistes y una aventura apasionante sin respeto al verosímil ni precaución por las reglas. En algún lugar, con ecos que sonríen al Spike Jonze de Being John Malkovich y que mira sin complejos el hacer de Pixar y el fascinar de Ghibli, Linklater se sirve de su propio cine. Insiste en echar mano a sus armas más características y forja su filme más autobiográfico e intimista para desenterrar los tesoros de la memoria infantil.

Narrada en primera persona y recreada en dibujos animados, algo que ya ha hecho en varias ocasiones, su protagonista, un alterego del propio Linklater, evoca ese momento crucial en el que el hombre pisó la luna. Como su título sugiere, aquí se habla de una nave espacial que jamás existió. Una no-realidad que Linklater ubica entre la cuarta y la quinta misión de la conquista de la luna, justo antes de que Armstrong, Aldrin y Collins consiguieran escenificar aquel pequeño paso para el hombre.

Tan pequeño fue aquel gran salto de la humanidad, que la historia que el autor de Waking life imagina la protagoniza un niño-astronauta, él mismo, reclutado para pilotar el último ensayo a bordo de una nave diminuta. Lo de menos reside en la fragilidad de su hipótesis; lo de más descansa en la enorme habilidad de Linklater para recrear la vida cotidiana. La de su propia infancia narrada por ese espléndido dibujante de la nostalgia que es, a lomos de una impagable banda sonora de los años 60.