Dice que su nueva exposición es un “acto sencillo de un artista humilde, del hijo del pastor” y al pronunciar estas palabras, rodeado de los cuadros que se pueden ver ya en las paredes del Warhol, los ojos del pintor alavés Michel Martínez Vela se iluminan con la emoción de quien realiza su camino creativo desde la libertad, la felicidad y el amor por la pintura. Una sensación que quiere compartir con toda aquella persona que hasta el próximo 1 de abril acuda al lugar y dedique, aunque sea solo unos segundos, a dejarse atrapar por esta serie de cuadros que responden a diferentes momentos y temáticas, y que se completan con varios dibujos.

Como escondidos, en un lateral, en solitario, los primeros trazos son los que componen un pequeño autorretrato del artista nacido en Erroitegi, en una familia de diez hermanos y dos progenitores “que no hicieron más que trabajar para que no nos faltara de nada y nunca se quejaron”. Algunos paisajes de la Montaña Alavesa se cuelan entre las pinturas seleccionadas para esta ocasión, lugares que se mezclan con otros de distintos puntos tanto de Álava como del resto del País Vasco.

La muestra, eso sí, es un compendio de diferentes alicientes. Están, por ejemplo, las obras más recientes, las que ocupan hoy toda su atención, siempre y cuando Kenai y Keira no pidan paso. Ahí, el artista da el relevo al abuelo. También se incluyen piezas de la primera exposición -la actual es la tercera en el mismo emplazamiento- que llevó a cabo en el local hostelero hace unos nueve años.

Junto a este guiño, no hay que perder de vista los cuadros de corte social, en los que Martínez Vela centra la mirada en refugiados y desplazados, en aquellos seres humanos a los que algunos, desde la comodidad de otros mundos, prefieren no prestar ninguna atención y eso como mínimo. Eso sí, la hipocresía se puede hacer patente en muchos frentes. Al final del recorrido artístico que el pintor propone en esta ocasión, también aparecen varios dibujos de corte erótico. “No he querido ser muy explícito porque ya sé lo que pasa. Ves un bombardeo en la televisión, asistes a un ataque a los más desfavorecidos, y no haces ni dices nada; pero ves un desnudo y te asustas, te quejas, te ofendes”.

Por su puesto, de la muestra se han quedado unas cuantas cosas fuera. “Decidir ha sido costoso”, asume quien afirma que en cada uno de los trazos presentes en cada una de las obras “soy yo, ni más ni menos. No hay ni un solo trazo, por muy extravagante que sea, que no esté hecho con total sinceridad. No valgo para hacer algo por hacer. Por eso a veces hago encargos y son lo que menos me emociona”. No pasa lo mismo cuando desde el mundo de la literatura le piden una imagen para ilustrar portadas o contraportadas de libros. “Con eso estoy encantado”.

El pintor es y se reivindica autodidacta. “Trabajo mucho pero con una gran libertad. No soy un artista de método o como se quiera decir. No me limito a un orden o algo marcado. Quiero ser yo”. Y siendo así, “vendo más que Van Gogh”, bromea, aún siendo consciente de que hay quien sigue su trayectoria y le colecciona. “Eso me emociona mucho”.