Nicolas Viccaro: batería. Christophe Cravero: piano, Fender Rhodes, sintetizador y violín. Ettiene Mbappé: bajo eléctrico. Conservatorio Jesús Guridi. 25 de enero.

acer en Camerún. Llegar con catorce años a Francia. Escoger el bajo como arma de paz que ofrecer al mundo. Tocar con los mejores músicos de fusión estadounidense y africana: Zawinul, Steps Ahead, Manu Dibango o Salif Keita. Triunfar. Y muchos años después subir al TGV en un París bajo cero a las nueve y cuarto de la mañana. Llegar a Hendaya, montar en furgoneta. Viajar otra hora y media. Probar sonido. Comer algo. Tocar maravillosamente bien ante un auditorio apabullado. Y después, firmar discos.

Esto es lo primero que me sugiere la audición de este martes. Etienne Mbappé, arropado por dos escuderos de lujo como Nicolas Viccaro y Christophe Cravero, es líder del proyecto NEC + y ejecutó un concierto sencillamente soberbio con un sonido francamente impecable. Presentaba su último disco, Time will tells. Fue rotundo en los graves, delicado en los agudos, preciso siempre, vertiginoso a veces y cadencioso otras. Y nos dejó una de las entrevistas mejor respondidas de la historia de Ondas de Jazz.

Arrancó el terceto con Dark Floyd, su particular denuncia de los homicidios raciales. La introducción plena de ritmo contrastaba con la dureza del título y los hechos que refiere. Y el aroma de África se colaba por primera vez en el escenario. En las butacas, los cuerpos empezaban a seguir las cadencias, lo que continuó con Not time yet y Mang lady. Aquí, el tempo largo contrastaba con las notas rapidísimas de ese mástil acariciado por los guantes negros de seda de Mbappé. Y en los cambios de ritmo demostraba una de sus señas de identidad: la mezcla latina con la mezcla africana e incluso mediterránea.

Por eso le preguntamos en la entrevista qué debe el jazz a África. En un inglés perfectamente fluido, y dejándose traducir sin prisas por David Juárez, habló de improvisación y ritmo, y recordó que su madre decía que la música clásica europea era bella, pero no se podía bailar. Y que la forma de vida africana es, precisamente, improvisar con ritmo y esperanza ante las dificultades de la vida. También nos confesó el secreto. Ni el frío ni la estética. Es el sonido que producen al contacto con las cuerdas lo que le hace tocar con guantes.

Tras las palabras regresaron los sonidos. No woman no smile es un guiño a Bob Marley, pero también encerraba uno de los solos más brillantes de Viccaro y su batería de diez micrófonos. Fue un auténtico tour de force que se repetiría, por ejemplo, en Kalos. Antes, la dramática y esperanzada Na y? ndé, que se traduce según Mbappé por “estoy riendo” y refleja la injusticia de las migraciones forzosas y las muertes en el mar, nos permitió apreciar el violín del versátil Cravero, quien también protagonizó Kalos, con algo de balcánico en su comienzo.

Mbappé inicia gira con el veterano guitarrista John McLaughlin en marzo: más de veinte conciertos por Alemania, Francia o Suiza. Es la escena europea, que se va recuperando, como nos dijo, de los estragos de la pandemia. Por eso Ondas de Jazz quiso regalarle una sorpresa: las palabras de felicitación por su último trabajo, que hace unas semanas nos dejó grabadas MacLaughlin. Fue el mismo sentimiento del público al terminar. La historia de su vida es la historia de los grandes del género.