- Hoy arranca en la pequeña localidad alavesa de Atauri la décima edición de AtauriArt. Es una jornada dedicada especialmente para la gente de los pueblos y para ello se ha previsto un microteatro itinerante que pasará por Korres, Sabando y Atauri. El fin de semana siguiente, el festival acogerá un total de 4 espectáculos en las piscinas de Zumalde y Apellániz, y una cita especial para los más pequeños con cuentacuentos y talleres. AtauriArt cerrará su programación el 15 de octubre en Maeztu.

Una de las fundadoras de este festival, Ruth Ibisate, relata que AtauriArt nació en el año 2012, año de la primera celebración y surgió “porque veíamos necesario ampliar la oferta cultural que en aquellos momentos había en Montaña Alavesa. También veíamos importante llevar cultura a los pueblos pequeños, ya que Atauri es un pueblo pequeño y nos quedábamos fuera del circuito oficial, porque parece que esas actividades van siempre a las cabeceras de municipio, en este caso a Maeztu. Y a esto se añadía a que creíamos que a través de la cultura se pueden tratar otras temáticas que pueden ser muy interesantes y que creemos que la cultura puede actuar como vehículo para socializar otras temáticas”.

Esa reflexión coincidió con que en este pueblo de poco más de 20 habitantes ya existía una asociación, Arratiandi Kultur Elkartea, y llegaron para vivir los de Bapatean Zirko, que se dedican al teatro y al circo de calle. “Y los unos por los otros nos liamos la manta a la cabeza y organizamos el primer festival sin saber muy bien qué iba a salir de todo aquello”, explican los gestores del evento para DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.

Recuerdan que el primer año hicieron lo que pudieron y los artistas acudieron casi de manera gratuita porque los organizadores no contaban con recursos económicos. Recuerdan que “pasábamos la gorra después de cada espectáculo”, pero la verdad es que la gente que acudía era muy poca y el dinero que juntaban lo repartían entre los artistas. Sin embargo, a la gente le gustó el proyecto que habían puesto en marcha y los dos colectivos decidieron darle continuidad hasta llegar a esta décima edición. Así nació AtauriArt.

El hecho de que aquel primer año acudiera tan poca gente no les desanimó. Todo lo contrario. “Vino poca gente, pero vino gente”. Ese fue el punto de partida. Tenían una media de 20 o 30 personas en cada espectáculo que para un pueblo como Atauri era interesante. “Vimos que había mucha gente que aceptaba muy bien ese formato y sobre todo porque vimos que podíamos hacer cultura de otra manera, un poco con la filosofía de auzolan: nosotros organizamos, pero necesitamos un ejército de personas alrededor que permitan que todo esto salga adelante y comprobamos que la gente estaba receptiva a ayudar y a echar una mano para que el festival siguiese adelante. Y eso te da ganas para seguir”. El resultado fue que, al segundo año, el número de espectadores aumentó notablemente y con el paso de los años ahí siguen, cumpliendo ahora una década.

Otro de los gestores de AtauriArt, Xavier Oribe, explica que “cuando comenzó estábamos en unos momentos en los que la cultura no llegaba a los pueblos, sobre todo a los pequeños. Se quedaba todo en Vitoria o llegaba algo a las cabeceras y AtauriArt fue como un impulso para que la cultura, el teatro de calle, comenzase a llegar a los pueblos más pequeños”. De hecho, aunque Atauri es el centro neurálgico, han mantenido el empeño de llevar espectáculos a otros pueblos de la zona para poder extender así la cultura. “Aquí no se conocía lo que era el teatro de calle o el clown y el festival sirvió para darlo a conocer, para que aquellos que nunca había visto algo así pudieran disfrutar de este tipo de cultura”.

Uno de los valores del festival fue lograr que la gente colaborase en este proyecto al que se le dio un carácter popular. Cuentan que en los pueblos pequeños el auzolan está muy arraigado. Se ha usado desde siempre para el cuidado de los pueblos y vieron que para hacer este tipo de cosas también eta necesario. “Es muy positivo que toda la gente se implique en un proyecto así, que no sea solo cuestión de un par de personas, sino de muchas, y que cada una, además, pone su granito de arena en lo que puede o en lo que sabe”, matiza Oribe.

Para Ruth Ibisate “es importante que la gente que ha creído desde el principio en AtauriArt se sienta parte del proyecto. Yo creo que lo conseguimos con la filosofía que da el auzolan cultural y haciendo a la gente partícipes en la medida que cada uno o una quiera y que sean parte del festival. Que no se queden en meros espectadores, sino que sean parte de la organización y del montaje de los espectáculos”.

Otro de los valores de estos diez años es que aunque al principio no hubo recursos económicos para pagar a los grupos, éstos confiaron en el futuro del festival.

“Es algo que hemos comentado entre nosotros muchas veces. Que los artistas que han participado en AtauriArt siempre nos han trasladado que han estado muy a gusto, que se han sentido muy cuidados. Que igual económicamente no hemos podido llegar el caché que tenían, aunque parece que ahora lo estamos consiguiendo en los últimos años, pero sí les hemos podido ofrecer otras muchas cosas”, explica Ibisate. En ese sentido “se han sentido cuidados, lo han agradecido siempre y un ejemplo es que quieren volver, que artistas que estuvieron los primeros años se ponen en contacto con nosotros para ver si hay opción de volver”.

Y es que la fe de las compañías ha sido clave para poder seguir. Xavier Oribe cuenta que el festival se ha celebrado cada año. Incluso el pasado, con la pandemia, se consiguió sacar adelante. “Lo cierto es que sin la colaboración de las compañías que venían, hubiera sido imposible celebrarlo. Económicamente no disponíamos de mucho presupuesto. Con el paso del tiempo es verdad que hemos logrado la implicación de las instituciones y de empresas de la zona y ya el año pasado logramos llegar casi al caché y este año también. Pero está claro que si los primeros años no hubiera habido ese compromiso de las compañías el festival se hubiera caído en el segundo año, porque no disponíamos de esos recursos”.

Aunque han logrado que las instituciones colaboren económicamente en el evento, nunca es suficiente. Sin embargo el reto no es tanto el cuánto, sino el saber con qué pueden contar con antelación suficiente para programar. Ruth Ibisate comenta que eso todavía no lo han conseguido. “Hemos organizado el festival, con el cartel que hemos presentado, sin saber todavía qué subvenciones vamos a tener. Esto es muy difícil porque nos tiramos a la piscina, nos arriesgamos a organizar un festival donde puede darse el caso de que luego la financiación no llegue, que tengamos que buscar recursos en otros lados. Por eso es tan importante el tener asegurado desde el principio de año una financiación fija, para saber con qué contamos para poder arrancar con el festival”.

Por su parte, Oribe explica que el Ayuntamiento de Arraia Maeztu aporta una partida y en cuanto a la Diputación de Álava entran en el programa de ayudas generales. Este año, el plazo terminó a finales de agosto “con lo que vamos a terminar la décima edición sin saber cuanto dinero nos van a dar”. Esto complica las cosas, porque “lo ideal sería saber en febrero con qué dinero vamos a contar para programar todo. Este año estamos con lo que supuestamente creemos que nos llegará”.

Además de las instituciones hay empresas, como son los casos de Mendialdeko Ogia, la panadería de Maeztu, que siempre ha colaborado, y prepara unas pizzas para su posterior venta en el festival; también colabora la empresa Natouring, al igual que otras asociaciones culturales como la de Azaceta, las Juntas Administrativas de Atauri, Sabando, Korres o Apellániz. “Cada año crecemos un poco en cuanto a colaboraciones y hay que añadir el merchandising o la venta de boletos. Antes hacíamos lo de pasar la gorra, pero este es el tercer año que en vez de pasar la gorra se hacen los bonolaguntza y eso nos permite prever con bastante antelación una parte de los recursos con los que contamos”.

Sobre los criterios que aplican para elegir a las diferentes compañías que han acudido a lo largo de esta década explican que intentan coger un poco distintas disciplinas, para diferentes públicos, previendo que las obras sean siempre para todos los públicos, que sean espectáculos familiares. En realidad pocos habrá que no hayan sido para todos los públicos, igual los microteatros, que son para gente un poco más adulta porque lo mismo los más txikis no los comprenden. También se valora el uso del euskera o que traten de temas de igualdad o feminismo.

Interviene Ruth Ibisate para añadir que ha habido ediciones en las que el poder trabajar diferentes temáticas mediante la cultura “nos ha permitido poner el acento en temas puntuales. Un año hicimos sobre el despoblamiento y elegimos varias obras relacionadas con el tema. O el tema de la integración, que también permitió lanzar mensajes en ese sentido”.

El grupo que inició esta aventura de AtauriArt son los integrantes de los dos grupos señalados al principio y sus componentes han permanecido a lo largo de estos diez años.

Antes de comenzar con estos temas culturales , Arratiandi Kultur Elkartea organizaba un cross en Atauri. Se celebró tres años seguidos, pero por temas económicos se tuvo que dejar y como en Atauri siempre hemos sido unas personas bastante inquietas y encima aparecieron los de Bapatean Zirko vimos la oportunidad de hacer el festival.

A la hora de recapitular el mejor recuerdo, Ruth destaca que el mejor es ver a 350 personas viendo un espectáculo. “El recuerdo de ver el frontón lleno, con ese número de espectadores, te pone los pelos de punta de la emoción”.

Sin embargo, los malos recuerdos son escasos: el que comience a llover y tener que cambiar corriendo a un lugar cerrado la representación es uno de ellos, “pero se suaviza al ver el comportamiento de los espectadores y la gente de Atauri ayudando en el cambio, incluso teniendo que utilizar los coches particulares para desplazarse a Maeztu”.

Otra de las personas del equipo, Estitxu Soto cuenta la ilusión que supone para el equipo organizar este trabajo. “Si nos llegan a decir cuando empezamos que íbamos a llegar a la décima edición no me lo hubiera creído”, reflexiona Soto como epílogo al inminente festival.