Profundidad y emoción a través de sonidos que apelan a lo primitivo sirviéndose para ello de la tecnología. Es complicado, mucho, explicar, y menos en pocas palabras, todo lo que significa y es Neønymus. Verle, escucharle, sentirle es toda una experiencia. Lo saben bien quienes, por ejemplo, acudieron a su encuentro en 2017 para compartir el concierto que ofreció en el Santuario de Estíbaliz, un lugar al que regresó en otoño de 2019 para grabar su último disco, V. El álbum es la mejor excusa para su vuelta, para una actuación que tiene lugar este sábado 21 al aire libre, frente a la puerta speciosa.

Eso sí, quien no tenga ya su entrada en la mano, puede ir despidiéndose porque desde hace más de una semana no queda ni un solo hueco para poder disfrutar de un concierto organizado por Álava Medieval, que justo ahora está celebrando su primer lustro de andadura. "Sé que hay personas que vienen a ciegas a mis conciertos y eso me intimida un poco. Pueden pensar que lo que hago es muy raro, pero tengo mis herramientas para luchar contra eso. Intento que las actuaciones sean una mezcla entre esa profundidad que busco y unas presentaciones de los temas muy divertidas".

El resultado, como explica Silberius de Ura, suele traducirse en que "la mayor parte de la gente sale gratamente sorprendida bien porque le gusta la música, bien por la fascinación que le produce ver cómo uso la tecnología. Le pasa, por ejemplo, a mi padre, que dice que no entiende esta música pero sí me reconoce el mérito de manejar todos esos cacharros".

En realidad, él hace que todo parezca sencillo, que no simple. "Para mí lo más difícil es interiorizar las composiciones. No solo estoy hablando de aprenderme las polifonías. En cada canción que hago igual hay 30 capas de voz que se van superponiendo. Cada capa no está cantada con mi voz natural, con mi timbre natural, sino que le doy intenciones. Lo que más me cuesta es memorizar toda la polifonía para que, a la hora de cantarla, me salga natural el colocar cada una de esas voces en el registro en el que quiero y que todo fluya. Al final, estoy contando una historia pero con música".

Así lo hizo en Estíbaliz aquella noche del 31 de octubre de 2017 dentro del festival Zakatumba, organizado también por Álava Medieval. "Me impresionó mucho la iglesia, la acústica que tiene, su belleza estética. Cuando estuve allí actuando, tuve claro que este nuevo disco tenía que concluirse allí, tenía que terminar de madurarse pensando en ese lugar y que tenía que ir allí para grabarlo". Así lo hizo junto a su amigo y colaborador Suso Ramallo, "un referente". En otoño de 2019, "nos encerramos conviviendo con los monjes benedictinos, tratando de capturar el espíritu de Estíbaliz y meterlo en este repertorio".

El resultado es V, letra por la que se opta como representación de lo femenino, tan presente en este trabajo. Desde fuera, eso sí, puede resultar curioso que un álbum con esa referencia se haya registrado en un espacio donde solo pueden entrar hombres. "Solo conviven ellos pero bajo la advocación femenina", sonríe el multifacético autor. "Lo femenino puede ser entendido desde muy distintos puntos de vista.

No deja de ser un concepto subjetivo y cada uno tenemos nuestra visión. En el primer disco, en el que me metí más en la prehistoria, detecté que una parte de los arqueólogos y los historiadores lo acogieron con emoción porque alguien estaba haciendo la banda sonora de su mundo y lo atendieron así, como un artista que se estaba inspirando en su campo de trabajo. Pero hubo también quien consideró aquello como una incursión.

¿Qué hace este profano hablando de lo nuestro? Creo que eso se terminó por superar porque se vio que era un artista inspirándose en un mundo determinado y construyendo su relato artístico. En este disco, pasa algo parecido. No dejo de ser yo tratando de contar mis historias desde mi punto de vista. No pretendo adoctrinar , ni mucho menos. Lo que hago es fijarme en la mujer o lo femenino como un punto de inspiración para contar estos relatos musicales".

Así lo describe quien, por cierto, reconoce que no lo termina de pasar bien durante las grabaciones de sus discos. "Toda vez que se publican, no los escucho nunca. Me parece que, en realidad, son bocetos de lo que luego voy a hacer en directo. Cuando grabo las canciones no las termino de ver claras y en el proceso de grabación nunca estoy cómodo del todo". Al fin y al cabo, sus composiciones siguen desarrollándose y transformando según pasan las actuaciones.

Eso sí, dentro de los más de 600 recitales que ha dado con Neønymus, hay un antes y un después con la aparición de la pandemia. "Cuando tocan conciertos al aire libre, como va a ser el de Estíbaliz, lo que más me hace desconectar son las mascarillas porque no veo si la gente tiene un gesto de felicidad, si está sonriendo, o no. Claro, están los aplausos al final, pero durante la interpretación se ha vuelto muy complicado saber leer en los rostros y eso me genera algo de tensión. Y en los teatros es peor, porque ves una persona cada tres butacas. Igual está todo vendido pero parece que no ha ido nadie a verte. Es un poco duro".

Desde cuevas a auditorios, lo cierto es que Silberius de Ura lleva su música a lugares de lo más diverso. "Las sensaciones son las mismas. Incluso diría que me siento algo más cómodo en los teatros porque no hace frío, no me pican los mosquitos y el proceso de montar el equipo de sonido es más sencillo. Es que hay sitios en los que tengo que llevar hasta el generador de gasolina", sonríe. "Hace unos días estuve haciendo una serie de conciertos en yacimientos arqueológicos y solo transportar todo mi material ha sido una paliza. Al teatro vas y está todo montado, solo tienes que enchufar. Que no se entienda mal, actuar en sitios diferentes también hace que los conciertos sean especiales para mí".

Desde hace más de una semana no queda ni una sola entrada disponible para poder acudir a la actuación propuesta por Álava Medieval

En este último álbum, el multifacético creador toma lo femenino "como un punto de inspiración para contar mis relatos musicales"