- Cuenta Imanol Rayo (Iruñea, 1984) que siempre tiene tendencia a elegir "a contracorriente". Quizá ahí radique el motor de Iñigo, un proyecto arriesgado en el que el se acerca a Ignacio de Loyola, "una figura mediáticamente menos querida y que genera ambivalencias". Y lo hace desde la conversión que experimentó Iñigo de Loyola, fruto de una larga convalecencia tras caer herido en la batalla de Pamplona en 1521, como soldado del bando castellano, y que le llevó a convertirse y fundar la Compañía de Jesús. Dejando a un lado la Historia, la película se sitúa en la primera jornada en la que, tras ese reposo en su casa-torre de Azpeitia, el personaje pone el pie en el exterior por primera vez. Se inicia así una experiencia inmersiva para el espectador, que acompaña a Iñigo en su viaje, tanto interior como exterior. La ausencia de diálogos, el uso exclusivo de luz natural y la recreación del sonido del silencio terrenal marcan un largometraje que se estrenará el 27 de septiembre en la basílica de Loyola. Formará parte del V centenario de la conversión de Loyola y será como "cerrar un círculo de 500 años en el lugar de los hechos, más o menos", avanza Rayo.

Según cuenta el realizador, desde hacía años le atraía acercarse a la leyenda de los primeros jesuitas y ahí siempre terminaba por ganar peso Iñigo de Loyola "porque era el creador de todo ello y estaba también mi tendencia a ir a lo esencial". Sin embargo, tuvo que llegar un encierro, el del confinamiento del pasado año, para que terminase por arrancar el proyecto. Porque "salvando las distancias obvias y comparaciones", la pandemia obligó a experimentar un parón obligatorio similar al que vivió Iñigo de Loyola tras caer herido en Iruñea: "Él, desde el punto de vista barojiano, es un personaje de acción, bien posicionado y guerrero, que de pronto tiene un parón obligatorio y tiene que estar unos meses entre cuatro paredes".

Rayo llamó a Javier Aguirre, su director de fotografía habitual, a Javier Godino, encargado de interpretar a Iñigo -único personaje de la película- y a su equipo técnico habitual, para terminar por dar forma a una película hecha "a tumba abierta" y con buenos medios técnicos, pero "sin ningún tipo de presupuesto". Se inició así un proyecto que gira en torno al concepto de viaje, introspectivo y externo, con una frase del escritor Georges Bernanos como punto de partida: "El primer paso se da hacia dentro y en silencio".

El largometraje, de 85 minutos de duración, comienza desde la propia casa-torre de Azpeitia donde Iñigo de Loyola experimentó el obligado reposo y escenario de los primeros planos del proyecto. Aparecen así objetos de su época, como el libro Flos Sanctorum o la tabla flamenca La anunciación, de Jan Provost, cuya contemplación marcó profundamente la convalecencia de Iñigo y que asimismo, de alguna manera, también guía estéticamente el filme: "La película tiene ese componente de lienzo", explica Rayo sobre un metraje que se construye a partir de 30 planos fijos, ya que "la cámara es un espectador pasivo, que no juzga los hechos que acontecen".

Se sigue así al personaje de Iñigo, que deja atrás su casa, para embarcarse en un viaje que le lleva a diferentes parajes naturales de los que la cámara de Rayo muestra tan solo detalles concretos -"nunca me ha gustado el paisajismo en el cine"-. Al margen de los planos grabados en la casa-torre de Azpeitia, el 90% del metraje se ha rodado en Arbizu, el pueblo de Rayo: "Creo que ese entorno se asemeja mucho a cómo debió ser Azpeitia hace 500 años", explica el director sobre esa oportunidad que ha supuesto también el "hacer una película enfrente de tu casa" y que se ha rodado empleando únicamente luz natural.

Eso sí, en la película "se ve una cosa, pero lo que oímos es otra distinta" y se escuchan diferentes sonidos naturales -ladridos, mugidos, aullidos...- que no llegan a verse en pantalla: "El fuera de campo está muy presente, muchas veces todo lo que se omite tiene más relevancia que lo que se ve", explica Rayo sobre una premisa que ya estaba presente en sus dos anteriores proyectos, Hil Kanpaiak (2020) y Bi Anai (2011), pero que en Iñigo se lleva al extremo: "El espectador claramente tiene que ser partícipe y activo para completar la película".

A la pregunta de cómo han reaccionado los Jesuitas, cuenta Rayo que su reacción ha sido buena: "No he querido hacer una narración épica ni justificar o ensalzar a un personaje, es un retrato que creía sincero, desde el punto de vista humano", asegura sobre un proyecto que "al no haber diálogos", quizá luego se preste a que se hable mucho de él.

Admite asimismo que quizá en Nafarroa la figura de Ignacio de Loyola pueda despertar ciertos recelos, pero reivindica que la película utiliza un marco exterior para contar algo interior: "básicamente lo que muestra es la fugacidad del tiempo en ese detenimiento".

Un viaje a través de la conversión de Iñigo de Loyola que tendrá un estreno muy especial: el 27 de septiembre en la basílica de Loyola en Azpeitia y con motivo del 500 aniversario de los hechos retratados. "Va a ser un evento muy singular, vamos a montar un cine dentro de una basílica y sin música y sin diálogos, todos estos sonidos naturales van a cobrar cierto vuelo con esa acústica de reverberación", avanza.

En cuanto a si habrá más proyecciones de Iñigo, que se ha hecho para verse "exclusivamente en pantalla grande", Rayo apunta que están valorando posibles pases, ya que no quieren que esta película, "tan singular y con ese carácter de rareza", siga el recorrido habitual.

Dirección y guion. Imanol Rayo.

Elenco. Javier Godino (como Iñigo de Loyola).

Producción ejecutiva. Iker Ganuza e Imanol Rayo.

Fotografía. Javier Agirre Erauso.

Montaje. Raúl López.

Sonido directo. Andrea Sáenz Pereiro.

Postproducción de sonido. Xanti Salvador

Vestuario. Josune Lasa.

Colorista-etalonador. Juanjo Aguirreolea.

"La película tiene un componente de lienzo; el fuera de campo está muy presente"

Cineasta navarro y director de ‘Iñigo’