- El Museo Thyssen reivindica la figura de Georgia O’Keeffe, una artista que tuvo un éxito arrollador en vida, algo que no estaba reservado para mujeres. Sus flores, en las que muchos vieron genitales femeninos, le dieron fama, pero su universo, siempre conectado a los viajes y la naturaleza, es mucho más.
Georgia O’Keeffe es la primera retrospectiva dedicada a la gran artista norteamericana en España. Recorre seis décadas de su trayectoria a través de 90 obras y permanecerá hasta agosto en el museo madrileño, para luego viajar a París y Basilea. En ella se puede encontrar una gran colección de sus famosas flores, pero también paisajes, sus impactantes vistas de la ciudad de Nueva York y sus primeras acuarelas, siempre ligadas a su conexión con la naturaleza.
“Queremos poner el foco en su proceso creativo, que siempre comenzaba fuera del taller. La reivindicamos como una arista caminante y viajera -dice la comisaria, Marta Ruiz del Árbol-. Era una artista que necesitaba el movimiento para poder crear”.
La exposición es un viaje por todos los lugares que O’Keeffe visitó a lo largo de su vida: Texas, el Lago York, Nueva York y por supuesto Nuevo México, el lugar en el que se asentó durante gran parte de su vida. El éxito que la acompañó desde el principio y que la convirtió en una figura mediática fue “una combinación de factores”, según explicó la comisaria. Pero desde luego estuvo ligada al fotógrafo Alfred Stiglietz, que se convertiría primero en su amante y mecenas, y, finalmente, en su marido.
En sus primeras obras -hacía 1916-, fue justo Stiglietz, quien solía fotografiarla desnuda, quien promovió esa interpretación freudiana que apreciaba genitales femeninos en las sinuosas formas que pintaba OKeeffe y se convirtió en “símbolo de la mujer moderna por antonomasia”.
En Estados Unidos, O’Keeffe (1887-1986) es toda una figura mediática y hoy en día sigue siendo todo un referente para muchas artistas mujeres. Está considerada ‘la gran pintora norteamericana’ y, desde luego, la más cotizada hasta la fecha. Una de los cuadros de la muestra ostenta el récord de la obra más cara vendida en subasta de una mujer con 44 millones de dólares.
La obra de O’Keeffe está ligada siempre a la naturaleza, pero también al viaje y a caminar, fruto siempre de su curiosidad y su ansia de conocer.
En los años 40 se instala en Nuevo México, un lugar al que se siente atraída por el magnetismo de sus paisajes y su herencia hispana. De aquella etapa han quedado bellas imágenes de paisajes con vibrantes tonos y colores que se pueden ver en la exposición.
Muchos piensan que cuando se instala en Nuevo México se va a asentar, ya tiene más de 60 años, pero es también cuando más viaja por el mundo. A partir de entonces llegan los viajes a Perú, Japón o Polinesia. Sus dos primeros viajes, curiosamente, los hace a Francia y España (1953 y 1954).
En Madrid queda completamente fascinada por el Prado y la obra de Goya. De su segundo viaje a España, donde viajó atraída por la Semana Santa, conservó “millones de folletos” de las ferias taurinas, en uno de ellos se puede ver como apunta el color del traje de los toreros.