El escritor vitoriano Daniel Entrialgo recupera en La tumba del cosmonauta (Espasa), una novela histórica basada en la carrera espacial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, la figura de Grigori Nelyubov (1934-1966), quien “pudo ser el primero en viajar al espacio, pero que al final terminó desapareciendo casi de la historia”.

En la década de los 50 y los 60, existía en la URSS “una obsesión por los temas de seguridad nacional”, por el miedo de que los Estados Unidos pudieran estar espiando y aprovecharse de sus conocimientos y avances tecnológicos, lo que llevó a ocultar incluso la identidad real del diseñador jefe del programa espacial soviético, Serguéi Korolev, hasta su fallecimiento. Según explica Entrialgo, Nelyubov era el tercer mejor cosmonauta de su generación, tan solo por detrás de Yuri Gagarin y de Guérman Titov, y era el favorito del diseñador jefe, pero, al final, las autoridades no se decantaron por él para la misión de convertirse en el primer hombre en viajar al espacio exterior.

Los dirigentes del programa espacial consideraron que Gagarin “encajaba muy bien con el perfil que buscaba la Unión Soviética” -orígenes humildes, padres campesinos, héroe proletario- y que “iba a controlar mejor el peso de la fama” que Nelyubov. Él acabó expulsado de la academia de cosmonautas en 1963 por conducta inapropiada y los altos cargos consideraron que lo mejor era “hacer que desapareciera, que nadie supiera que había sido cosmonauta” para evitar que pudiera “ser secuestrado por los servicios americanos” o “filtrar información”.

El excosmonauta fue enviado a una base situada en Kremovo, en el extremo oriental del país; su nombre fue eliminado de los archivos y su figura, borrada de las fotos de los ‘Seis de Vanguardia’, los seis mejores astronautas de la generación encabezada por Yuri Gagarin. En su exilio, el cosmonauta entró en depresión y cayó en el alcoholismo hasta que, en 1966, se encontró su cuerpo sin vida en las vías del ferrocarril.

“Nadie sabe muy bien si fue un accidente, que le arrollara el tren sin que lo viera venir, o un suicidio, o incluso si le hicieron desaparecer los servicios secretos porque era alguien molesto que, cuando se emborrachaba, empezaba a contar cosas de su vida pasada, y esto podía llegar a oídos de los americanos”, explica Entrialgo. Si Nelyubov hubiese estado a bordo del Vostok 1, “ahora todo el mundo lo conocería a él y no a Gagarin”, lo que lleva al autor a reflexionar sobre “cómo una decisión que aparentemente se toma entre un día y otro te lleva de una persona que está en los libros de historia y que jamás desaparecerá a prácticamente acabar muerto en una nevada y ser durante 20 años un desconocido por todo el mundo”.

La novela mezcla la trama histórica de la carrera espacial con un thriller de investigación que tiene lugar durante los primeros meses de gobierno de Mijaíl Gorbachov, protagonizado por el periodista ruso de orígenes españoles Fiódor Martínez-Myasishyev, quien recibe el encargo de escribir un artículo conmemorativo sobre la historia del primer ser humano en viajar al espacio. MM, apodo que usan los compañeros de trabajo de Martínez-Myasishyev para referirse a él, está inspirado en el periodista ruso Yaroslav Golovanov, trabajador del Izvestia y quien descubrió, en 1986, “la existencia de este cosmonauta que había sido borrado de los archivos y a quien nadie conocía”, aprovechando el “cierto aperturismo” de la perestroika. “Pensé que quizás era demasiado ruso todo y que introducir un personaje con raíces españolas y con una cierta historia diferente podría interesar más al lector”, declara Entrialgo, a lo que añade que MM le permite “hablar de otras cosas”, como de los niños de la guerra que fueron enviados a Rusia durante la Guerra Civil.