Dirección: Pietro Marcello. Guión: Maurizio Braucci, Pietro Marcello (Novela: Jack London). Intérpretes: Luca Marinelli, Carlo Cecchi, Jessica Cressy, Denise Sardisco. País: Italia. 2020. Duración: 129 minutos.
n el tiempo en el que transcurre el relato de Martin Eden habitan muchos tiempos. De hecho entre unas ambientaciones y otras cabría apuntar que hay casi un siglo de distancia. Pero eso a Pietro Marcello, un cineasta italiano fajado en el cine documental, devoto del neorrealismo y comprometido con un tipo de cine social y político, le importa relativamente poco. De hecho eso es lo que (se) propone: contaminar “la escena del crimen”, practicar un cubismo contemporáneo en torno a la deriva de un escritor que asciende por la escala social a golpe de poema, hinchado por el oxígeno de la fama y el reconocimiento literario.
Marcello se apoya libremente en la figura de Jack London, usa y desfigura algunos detalles biográficos de su trayectoria y obra para ubicarlo todo en la Italia napolitana, la que Rossellini recorría bajo la sombra del Vesubio con la secreta aspiración de escarbar en las cenizas de Pompeya las reliquias de un amor eterno. Porque los grandes temas que tejen este cordón que enmaraña su anacronismo, giran en torno al amor y al desclasamiento.
Martin Eden aparece como un marinero al que por azar, por proteger a un joven al que un matón está maltratando, entra en contacto con una clase social a la que jamás había tenido acceso. Seducido por la hermana del joven al que ha defendido, Martin comprende que un océano les separa; él prácticamente es un analfabeto. Eso sí, tiene sensibilidad, inteligencia y ambición. También tiene tiempo y lo emplea para aprender y para nutrir su deseo de ser escritor. Un proceso que Marcello desgrana con salpicaduras de bellos insertos, con mezcla de imágenes arrancadas a la realidad y con recreaciones filmadas en tonos ocres, con luces propias del cine de otro tiempo.
Hay imágenes inolvidables: el hundimiento de un velero que funde el poderío de lo que filma con el valor simbólico de lo que está representando. Por detalles así sabemos que su gramática se impone como singular, poderosa, inspirada. Frente a ello, la elección del reparto y el tejido de su urdimbre no se encuentran a la misma altura. De modo, que la película se antoja como un viaje que a veces parece volar, y otras, se hunde en el abismo.