- “No sé si podré volver algún día, pero sé que pase lo que pase tendrán que enterrarme allí; uno nace en un lugar y es el ciclo de la vida, así que si no vuelvo a Irán viva, volveré muerta”, dice en una entrevista con Efe la cineasta, historietista, dibujante y pintora, asentada en París. Satrapi ha elegido a Rosamund Pike para ponerse en la piel de la célebre científica de origen polaco, pionera de la radiactividad, ganadora de dos premios Nobel y única en hacerlo en dos especialidades distintas, Física y Química. También fue la primera mujer en dar clases como catedrática en la Sorbona.
¿Cual era su motivación personal para querer dirigir esta película? Tengo entendido que hizo una fuerte campaña con los productores para que la eligieran.
-La base para hacer cualquier película es tener un buen guión, no importa tanto el tema. Yo crecí con el mito de Marie Curie, pero había ya cuatro películas sobre ella. Decidí que quería hacerla porque habla de esta mujer, pero también de su ciencia y de los efectos que tuvo su trabajo, era una historia completa.
En Persépolis decía que de mayor quería ser como ella.
-Sí, estaba obsesionada con ella, imagino que por la educación que tuve. Digamos que la idea de convertirme en una mujer encantadora con un marido nunca ha sido el objetivo de mi vida. Lo más importante para mi siempre ha sido ser libre e independiente y Marie Curie era todo un símbolo.
En la película la retrata como una mujer de carácter difícil, a veces soberbia y desagradable.
-Cuando un hombre es un genio se le permite ser desagradable, en cambio de una mujer se espera que sea siempre suave y apacible. Siempre hemos oído que Picasso era un gilipollas con las mujeres, pero era un genio, y es verdad. El hecho de que no fuera amable con las mujeres no tiene que ver con sus méritos artísticos. Marie Curie era una gran científica, no una madre perfecta ni una esposa perfecta. No conozco a ninguna mujer que sea agradable todo el tiempo.
Esto nos lleva al debate tan en boga de si hay que separar la obra del artista.
-Si nos ponemos así hay muchísimos libros que no deberíamos leer. Ferdinand Celine, por ejemplo, porque era antisemita. O Speer, un arquitecto nazi que hizo unos edificios maravillosos. Hay infinitos ejemplos. Si tengo que juzgar a la gente que leo antes de leerla, no leería nada o vería nada.
¿Cree que este revisionismo es consecuencia del #metoo?”
-Durante tanto tiempo la balanza se ha inclinado a un lado, que ahora tiene que ir exageradamente en la otra dirección para alcanzar un equilibrio. Han sido años y años de abusos, ahora habrá abusos por el otro lado. Recuerdo que cuando empezó el #metoo un productor me dijo “ahora saldrán un montón de mujeres mediocres haciendo películas mediocres”, y yo le dije, “sí, durante cien años han dado la oportunidad a hombres mediocres para hacer películas mediocres, y qué pasa, no ha muerto nadie, dejad que las mujeres mediocres hagan películas mediocres, está bien”.
Gracias a usted muchas personas tienen una idea de la historia reciente de Irán. ¿Echa de menos su país de origen
-No soy una persona nacionalista, entiendo que uno puede sentirse orgulloso de algo que ha hecho, pero no de algo con lo que ha nacido. Pero nacer en un lugar implica una geografía, un olor, una cocina. No es cierto eso de que el sol brilla igual en todas partes, el color del cielo es diferente y el brillo del sol es diferente. Me despertaba cada día de mi infancia viendo una enorme montaña de 6.000 metros cubierta de nieve, ahora vivo en la llana París, es diferente. Hay muchas cosas que echo de menos, podría decir que mi cerebro es francés y mi corazón iraní. No sé si podré volver algún día, pero sé que pase lo que pase tendrán que enterrarme allí, uno nace en un lugar y es el ciclo de la vida, así que si no vuelvo a Irán viva, volveré muerta.