Estaba todo vendido para los dos conciertos consecutivos que este miércoles iba a acoger el Dazz con la puesta de largo en Gasteiz del músico y compositor Lucas Delgado. Pero el covid-19 no deja de hacer de las suyas y las últimas normativas aprobadas en Euskadi obligan a que el espacio de la Cuchillería esté cerrado. Sin embargo, como pasó en julio, el local ha encontrado en Fundación Vital a un aliado de primer orden. Gracias a la entidad y a su escenario de Dendaraba, este jueves 19 a las 19.00 horas se va a poder llevar a cabo la actuación, en la que el pianista va a estar acompañado por Juan Pastor (contrabajo) y Rita Payés (voz y trombón).
Todos los esfuerzos suman en una situación tan complicada como ésta y Dazz y Vital no quieren rendirse. Muy pocas, pero todavía quedan algunas entradas a la venta por 10 euros cada una. La compra de pases por Bizum se puede hacer a través del 634 411 410.
Por lo menos, el concierto se va a poder hacer. ¿Se ha convertido en algo milagroso, es cuestión de héroes poder hacer cultura en este contexto?
-Ojalá que no, ojalá que los héroes no tengan que ser las personas que están programando y haciendo cultura. Me daría muchísima tristeza que el mundo se volviera así de loco. Pero la verdad es que se agradece muchísimo que, pese a las circunstancias, alguien como Beñat Lasagabaster en Vitoria esté poniendo toda la carne en el asador con una entrega que es impropia de muchos de los programadores con los que yo me he encontrado. Son tiempos muy difíciles pero quien la sigue, la consigue. Es importante cada acto cultural. Como te decía antes, espero que no tengamos que hablar de héroes, pero hay gente que un poquito sí lo está siendo.
Para los tres, ¿cómo es juntarse en el escenario en estas circunstancias, o cuando empiezan a tocar, se olvidan mascarillas, distancias, aforos reducidos...?
-Es una realidad muy presente incluso en el escenario, porque hasta segundos antes de salir a él estamos siguiendo protocolos de seguridad en todo momento. La cultura se ha puesto mucho las pilas en este sentido. Juan, Rita y yo viajamos juntos y, a los efectos, somos como una unidad convivencial, pero con los técnicos y gente del sitio al que vas cada vez tienes que ser muy cuidadoso con todo. Sales al escenario e intentas olvidarte un poco de la realidad actual pero no puedes evitar ver que estás haciendo música para un público que está con la mascarilla, que está a distancia... De hecho, te diría que eso último es lo más impactante cuando estás sobre las tablas, ver a la gente tan separada. Eso da un poco de pena porque la música la tienes que vivir junto a la gente querida, compartirla juntos. Pero es lo que tiene que ser y no queda otra que amoldarse hasta que todo esto se solucione.
Hace un año que publicó 'La Punta de L'Iceberg'. ¿Ha tenido el recorrido que esperaba?
-Me siento muy, muy agradecido, pero no puedo perder de vista lo que ha sucedido desde marzo a la hora de ese balance que me pides. Es como un primer hijo y es una sensación de gratitud enorme, en especial a Juan Pastor. Ya éramos amigos antes, pero cuando nos pusimos con este trabajo, fuimos de la mano haciéndolo y fue algo sensacional. Son canciones originales mías pero es un disco hecho codo con codo con él. Pero hemos tenido muy pocas opciones de presentarlo y rodarlo en directo. 2020 iba a ser un año con muchos conciertos confirmados, que iban a hacer que el proyecto floreciese mucho más. Las expectativas que tenía eran muy buenas, sobre todo porque las primeras respuestas al álbum cuando salió fueron muy positivas. De hecho, lo presentamos en Jamboree (Barcelona) con dos pases llenos y nos tuvieron que echar de la sala literalmente porque nos estábamos excediendo con los tiempos (risas). Pero apareció el covid y qué te voy a contar. Por eso, estar ahora en Euskadi, en Vitoria y en Gernika, me hace tantísima ilusión. O estar también en el festival de jazz de Barcelona.
Por cierto, los tres son personas jóvenes y a alguno le puede sorprender que hayan encontrando en el jazz su camino de expresión artística, no siendo un género mayoritario que se diga en estos momentos.
-Cada uno se expresa con las palabras en las que se cría y, en nuestro caso, los tres hemos bebido de esta música, de esta tradición. No sé, mis primeros recuerdos pueden ser sonidos de Chet Baker, Keith Jarrett o de tantos otros músicos. Para nosotros es natural encontrarnos en este terreno. Pero tampoco nos ceñimos solo a un género y sin problema podemos saltar a algo más relacionado con el bolero, con la canción brasileña, con la chacarera argentina... Es lo que se nos ha puesto en el camino y de lo que hemos ido aprendiendo. Somos jóvenes y estamos en ese proceso de ser esponjas, de empaparnos de toda la cultura que nos gusta para adaptarla a nuestro lenguaje.
Bajo el agua siempre está la parte más importante del iceberg. ¿Qué músico, qué pianista, hay debajo del agua de este primer disco?
-De hecho, es el sentido del título del álbum. Este disco es la primera muestra de la música de Lucas Delgado que sale al exterior, pero detrás hay una cosecha de mucho tiempo, de muchos años escribiendo, de un montón de cosas que están ahí latentes. No sé qué clase de músico soy pero sí sé que no solo soy pianista.
Lo ideal sería poder seguir defendiendo el disco en directo, aunque seguro que nuevas composiciones le están esperando. ¿Cómo se plantea el futuro a corto y medio plazo?
-Es complicado saber qué va a ocurrir. Y a la vez tengo presente que acabo de sacar un disco y que no quiero darlo por perdido aunque haya habido una pandemia mundial. Quiero mucho a este disco y me gustaría darle más salida. Hemos perdido tantos conciertos... Así que quiero seguir batallando con este proyecto. Pero es verdad que soy un compositor que no sabe parar. Necesito saciar mi necesidad de expresar. Tengo un par de proyectos en el horno, a los que todavía les falta pero que están en el camino. Seguramente en 2021 salga uno de los dos.