- Cuando parecía imposible, en el escenario global más incierto y en el personal más funesto, AC/DC han vuelto a encender las baterías a plena potencia para demostrar con PWR UP, su primer álbum de material inédito en seis años, que los milagros existen, aunque a veces procedan de manos del demonio.
Críticos de medio mundo coinciden en ello ante la publicación, ayer, de su decimoséptimo disco de estudio, un trabajo de doce cortes compacto, sólido, energizado, probablemente de lo mejor que han hecho en este siglo, a la altura según algunos de Let There Be Rock (1977) o For Those About To Rock We Salute You (1981).
Y llega cuando más falta hacía, en este contexto de pandemia e incertidumbre necesitado de bastiones como esta banda australiana fundada en 1973 por los hermanos Malcolm y Angus Young, y con la alineación soñada, tras recuperar al vocalista Brian Johnson, el baterista Phil Rudd y el bajista Cliff Williams. Grabado en el Warehouse Studio de Vancouver (Canadá), el disco ha contado con Brendan O'Brien como productor.
El punto de partida no podía ser peor, por una serie de hechos que se desencadenaron tras la muerte en 2017 de Malcolm Young, afectado en sus últimos años de vida por un proceso de demencia que le obligó a retirarse del grupo tras la publicación de su último LP hasta la fecha. En plena gira de ese álbum, Johnson se vio obligado a abandonar también por problemas de audición (fue reemplazado en varias fechas por Axl Rose, de Guns N' Roses). Por si fuese poco, Phil Rudd fue condenado por posesión de drogas y amenazas, que le llevaron a apartarse de la música, y Cliff Williams también dijo adiós por los problemas que acarreaba la banda.
Pero Angus Young, lejos de resignarse, logró reunir de nuevo a AC/DC para este disco en el que Malcolm Young aparece como coautor de todos los temas. Su sobrino, Stevie Young, suple su ausencia en un trabajo que suena a AC/DC por todos los costados, puro hard-rock electrificado desde que empieza a sonar Realize, primer corte, y los alaridos de Brian Johnson a los 73 años se hacen presentes como si nada hubiese ocurrido en todo este intervalo. Algunos hablarán de "resiliencia", pero no hay adaptación a las nuevas formas del rock en cortes que rezuman atemporalidad y vigor. De esa capacidad para trascender el paso del tiempo y sus embates parece hablar uno de los cortes destacados, Through The Mists of Time: Veo sombras oscuras en las paredes / veo fotos / Algunas cuelgan, otras caen / Y los rostros pintados todos en línea. Están muy bien elegidos por otro lado sus cartas de presentación, Shot In The Dark en primer lugar y, sobre todo, su segundo anticipo, Demon Fire, que a algunos críticos remite con un tempo no tan acelerado a Whole Lotta Rosie y que hace arder toda la épica demoníaca del género.