- Hace dos años nació Ane y como Amaia Arrazola dice en el inicio de su nuevo libro, El meteorito (Lunwerg Editores), "yo sabía que iba a tener un hija, pero lo que no sabía es que esa hija iba a tener una madre, que era yo". Una relación entre ambas que ahora la ilustradora gasteiztarra ha llevado a las páginas de una obra que se ha convertido en realidad hace pocos días, y que, en un formato expositivo, se podrá ver a partir de finales de noviembre en Zuloa.

"El proyecto ha surgido de la necesidad que tenía de decir: sigo aquí. A veces he tenido la sensación de que la personalidad como madre ha ido suplantando a la Amaia ilustradora

, a la viajera, a la lectora, a la que hacía vida social...". Así que a través del dibujo, "que siempre ha sido mi mayor herramienta de expresión", ha creado una obra en la que "he querido poner de relieve esa dualidad de la maternidad, ese estar entre la pérdida de nervios absoluta y el amor total. Es reivindicar esas dos caras de la moneda y decir que somos humanos" frente a la visión "romántica" que muchas veces se transmite.

"Ser madre parece que es algo que siempre ha estado envuelto en una especie de lazo rosa donde todos son diminutivos y cosas bonitas. La maternidad, en realidad, es algo muy animal. Y hay que darle la importancia que tiene tanto para la mujer como para la pareja y la sociedad. A mí me alucina, por ejemplo, que en muchas librerías la maternidad sea una temática cuyos libros se clasifiquen en la zona de autoayuda", dice la autora, al tiempo que sostiene que "entiendo que no todos seamos padres o madres, pero todos somos hijos e hijas. Es el punto común de toda la humanidad".

El meteorito, en este sentido, no quiere, bajo ningún concepto, ser una guía de nada. "No puedo hablar de la maternidad, pero sí quería hablar de mi maternidad. El meteoritoNo hay una maternidad, sino tantas como madres". Así, en el libro -que cuenta con prólogo de la periodista y escritora Esther Vivas- "le estoy hablando a la Amaia de hace dos años, la que no sabía nada de lo que le venía encima. Le voy contando lo que le va a pasar respecto al trabajo, a los amigos, a su cuerpo... y también, el amor tan intenso que va a sentir, un amor especial, instintivo, que nos conecta con la gorila que llevamos dentro".

Desde el pasado día 15, eso sí, esa Amaia de su libro ya está compartiendo sus vivencias con quienes están al otro lado de las páginas. "No pienso mucho en lo que dirán otras personas porque si lo hiciese, me empezarían a entrar los nervios y me quedaría acogotada, como dice mi padre. Pero sí me gustaría que hubiera una pequeña reflexión sobre el papel de la madre, sobre lo que supone tener un hijo. Con que alguien se sienta tocado, ya merece la pena. El otro día, de hecho, me escribió una chica y me contó que estaba pasando una depresión posparto, aderezada con el confinamiento, pero que mi libro le había hecho sentir menos sola. Me puse a llorar cuando lo leí. Es bueno poner nombre a las cosas, contarlas, no guardarlas de puertas hacia dentro porque así te das cuenta de que no eres la única que, por ejemplo, se siente sola paseando el carrito por el barrio".