n 2016 nos fuimos a pasar el verano a la casa de María Teresa Campos. Allí descubrimos que su casa era más grande que la mansión de Dinastía, que tenía más baños que la de la Preysler y que Teresa y Bigote, cuando estaban enamoradísimos, dormían ya en habitaciones separadas.

Estas y otras tantas cosas innecesarias son las que nos enseñó el primer docu-reality, que pronto se quedó en solo reality, de la madre Teresa y sus dos hijas, Teresa Lourdes, más conocida como Terelu, y la otra que nadie sabía como se llamaba y que aprendimos que era Carmen Borrego porque, ella sí, mantenía el apellido del padre.

María Teresa Campos había sido la reina de las tardes, de las mañanas, de los debates políticos en televisión, la sucesora de Jesús Hermida en A mi manera y una de las tipas más echadas p'alante de la televisión afeando el machismo, el conservadurismo y otros muchos ismos cuando no se estilaba. Por eso, resultó doloroso verla en pantalla participando en un Gran Hermano doméstico con más teatrillo que los que hacía en Pasa la vida. Accedió a ello -o esa es la impresión de este juntaletras- para promocionar a sus hijas y de paso a su entonces pareja, con quien llegó a grabar un disco a dúo saliendo de bolos por los programas de Tele 5. ¿Habrá mayor prueba de amor?

Así que si habíamos aprendido años antes a aceptar que Mercedes Milá dejara el periodismo y sus entrevistas con forma de combate de boxeo con los más poderosos para ser la ama de llaves de un hotel vigilado por cámaras, también tuvimos que aceptar que la Campos vendiera su alma a Tele 5 y acabara mostrándonos su vida íntima, o parte de ella, como se encargó de matizar, aunque a casi todos nos pareciera excesivo el destape.

El programa, al que seguía un somnoliento debate presentado por la ídem Carlota Corredera, no tardó en sacar punta a los momentos más estrambóticos de la familia para convertirse en un espectáculo friki lleno de porras, operaciones estéticas y hasta un viaje a Nueva York, que formaron parte de la secuela que la cadena estiró hasta el verano de 2018.

Al final, la sensación que nos dejó el programa, que se sustentaba sobre todo en el morbo, fue la misma que teníamos cuando todo empezó: que de no creer que este indiscreto experimento serviría para reflotar la carrera de sus hijas -Terelu ya había perdido su puesto de presentadora sustituta de Sálvame Deluxe-, la madre Teresa no se había prestado a todo esto. Hoy, la pregunta es si le mereció la pena. Como es una tipa echada p'alante, ya lo dije al principio, creo que respondería que sí, pero la repregunta sería si en lo personal la factura le compensó y qué hubiera cambiado de lo que vimos.