Vitoria - Desde hace ya unos cuantos años, la Red de Teatros y la Orquesta Sinfónica de Euskadi desarrollan de manera conjunta una serie de conciertos familiares que, en este 2020, se van a poner en marcha este viernes a las 19.00 horas en el Principal, que tiene las entradas a la venta por 6 euros. Para este arranque (dirigido en especial a jóvenes de entre 10 y 16 años), la agrupación se presentará al completo contando con la participación de dos bailarines y un narrador. Composiciones de Edvard Grieg y Jean Sibelius sustentarán una propuesta que discurrirá bajo la batuta de Lucía Marín, una de las directoras que más está despuntando en los últimos tiempos en la escena estatal.

Estará ante un público joven junto a la Orquesta Sinfónica de Euskadi. ¿Es diferente, da igual la edad, hay que pensar en otras claves...?

-El hecho de crear nuevos públicos es una de las obligaciones que tenemos los músicos profesionales y, por supuesto, las orquestas. Hay que prestar una especial atención según las edades. No es lo mismo un programa dirigido a personas de 5, 8 o 10 años, o como es el caso para un público de 10 a 16. Intentamos que la calidad musical sea exactamente la misma que en un concierto de la temporada de abono de la OSE pero es cierto que con otros alicientes. Por eso hay bailarines y un narrador, y una historia que hila la música de manera que los espectadores queden enganchados durante la hora que están escuchando música clásica.

Es un público muy agradecido pero también que se distrae con facilidad.

-Por eso hay que engancharlos a través de la historia, de la acción visual y de un repertorio que les va a ser cercano porque es una música que se escucha mucho en todas partes.

¿Qué se van a encontrar quienes asistan a la actuación?

-Ante todo, hay que decir que no es solo un concierto para adolescentes, sino para todos los públicos. Se van a tocar obras de Edvard Grieg y Jean Sibelius. Es una música muy brillante, con unos temas sinfónicos muy bellos que han aparecido en numerosos espectáculos, anuncios y películas. La línea principal es la belleza y el lirismo. La historia que se va a contar es muy divertida, de amor entre dos personajes. Es un concierto que nos va a hacer viajar por tierras escandinavas, por la naturaleza, por los valores de la música, por los nuevos valores de la sociedad, por el compromiso contra la contaminación de los mares... Tiene un poco de moraleja.

La presencia de los bailarines y del narrador obliga a la directora a estar pendiente de otras cosas más allá de lo habitual, a tener, por así decirlo, un tercer ojo.

-Bueno, es más complejo pero no es una complicación. Además, enriquece todo mucho. La gente no se va a poder distraer porque es todo muy ameno y rico. Va a hacer las delicias de la gente que venga. Espero, porque además pueden hacerlo, que los abonados de la OSE traigan a todos sus amigos y cercanos para atraerlos a la música clásica. No hay excusa para decir que no se va a acudir, ni siquiera por el precio de la entrada (risas). Ahora que está tan de moda lo de invertir en experiencias, hay pocas experiencias tan reconfortantes como acudir a un concierto de música clásica. Es un chute de adrenalina absolutamente increíble.

Está de un lado para el otro, también con otros proyectos. ¿Complicada la preparación de la actuación?

-La verdad es que tengo muchas cosas sobre la mesa. Pero no hay problema por ello. Son días muy intensos pero los directores funcionamos así. Hemos tenido varios días de ensayo y la verdad es que la orquesta está sonando de miedo. Es un colectivo brillante en calidad humana y profesional.

Puede que en el patio de butacas estén el viernes jóvenes que quieran hacer de la música su profesión. ¿Qué les recomendaría para su etapa de formación?

-Les diría algo que es mi lema: pasión, rigor y generosidad. Pasión todos los días porque tienen que saber que su carrera no empieza cuando llegan los conciertos sino en el presente, cuando están estudiando. Rigor porque hay que ser constante y paciente en el tiempo de estudio. Y generosidad a la hora de hacer música. Solo se vive una vez y cada uno de nosotros tenemos que hacer lo que amamos. Si descubren que la música es lo que aman, que se dediquen a ello sin pensarlo. Es verdad que es muy sacrificado pero merece la pena.

¿Qué es lo más complejo de su profesión?

-Dos cosas. La primera, todas esas horas en las que imaginas la partitura en silencio cuando estás trabajando en casa. La segunda, descubrir el alma de la partitura. Cuando el compositor escribe, no deja una serie de manchas en un pentagrama. Escribe una emoción, una manera se sentir, de ver el arte. Eso es lo que tienes que percibir y saber comunicarlo a una orquesta. Es una profesión enormemente creativa. Te da muchas alegrías si te sientes segura en lo que haces y lo que crees.