Vitoria - Desde hace ya cuatro años, su camino profesional pasa por París. Allí, la artista e ilustradora zaragozana Helena Pallarés trabaja sobre todo para medios de comunicación (The Washington Post, Journal Libération...), aunque también desarrolla otras líneas de actuación que, por ejemplo, le van a llevar a presentar algunas de sus últimas obras en la feria internacional de arte contemporáneo The Other Art Fair de Londres. Eso sucederá justo antes de regresar a Vitoria para acudir al Festival de Jazz, un certamen que este año ha puesto en sus manos la imagen de su cartel y merchandising, rompiendo, en esto también, las dinámicas de los últimos años.
Es evidente que no deja de ser un encargo más dentro de su trabajo, pero también que la propuesta del Festival de Jazz es algo que se sale de lo que está realizando en su labor diaria. ¿Cómo recibió la idea?
-Pensé: por favor, que esto salga. Llevaba muchos años queriendo hacer por fin un proyecto dedicado a la música y en especial al jazz, porque tiene una connotación muy importante para mí. Cuando llegó la propuesta fue literalmente un regalo.
¿Qué le ha preocupado más, sobre todo pensando en no caer en los tópicos?
-El reto en sí, el hecho de tener que representar por primera vez la música, aunque fuese algo que me apetecía y con lo que soñaba desde hacía tiempo. Tener algo tan suculento como el cartel del Festival de Jazz de Vitoria y quedarte no muy satisfecha con el resultado era lo que me daba un poco de canguelo. Pero si te dijera que fue muy difícil, te mentiría porque estaba tan a tope que fue sentarme y enseguida empezar a visualizar ideas. Fue una inspiración muy sincera. Soy una melómana total y absoluta. Además, el jazz tiene mucho que ver con mis referencias estéticas en general. Por ejemplo, las portadas de los álbumes de jazz de los 50 son referentes para los proyectos que hago normalmente. Así que ésta era la ocasión perfecta para juntar todo esto y hacer una imagen de la que me pudiera sentir orgullosa.
¿Le dieron libertad total?
-No me pidieron nada pero es verdad que me contactaron porque les debieron llamar la atención unas cuantas imágenes que ya tenía hechas con una cierta estética. Desde el principio fue todo muy fácil y rodado. Me pidieron unos primeros bocetos que también pudieran servir, como decías antes, para un cartel pero también para la web y elementos de merchandising. La verdad es que salieron miles de cosas, tantas que yo estaba sorprendida de mí misma (risas).
Los carteles de festivales culturales siempre suelen gozar de un cierto prestigio o caché. ¿Ha tomado referencias para este primer trabajo en este campo?
-Es que soy un poco viejuna para la inspiración visual. Bueno, y musical. Pero tampoco he tomado referencias concretas. Me gustan y, aunque yo no lo practique mucho, soy bastante puntillosa con los diseños, las tipografías y demás de los carteles de festivales.
De todas formas, seguimos en una sociedad que aunque se dice de la imagen no valora el trabajo de diseñadores e ilustradores, ¿no cree?
-No se le da valor, eso es evidente. Ahora, estando en Francia, me estoy dando todavía más cuenta de esa falta de educación visual y artística que tenemos aquí. Allí se entiende el valor social y económico que tiene para la sociedad lo que es la cultura y aquello que la envuelve. Aquí no. Aquí falta potenciar la conciencia de que vivimos rodeados de imágenes, y de que todo tiene que ver, de una manera más o menos directa, con lo artístico y lo estético.
Por cierto, en París le da la agenda profesional para poder escaparse a conciertos...
-Sí, sí. Mucho. Por eso precisamente el jazz es un género al que le tengo un cariño especial. Tiene mucho que ver con mi historia con París. En parte, es un poco la razón de que esté allí. Desde que estoy allí se ha convertido en algo muy familiar, natural. Casi el 80% de los amigos que tengo en París son músicos y la gran mayoría de ellos lo son de jazz. Y ves, además, cómo la gente joven se interesa mucho por el género.
Ahora que trabaja tanto para prensa escrita, revistas y demás, ¿el encargo para el festival ha supuesto despejar un poco la cabeza o...?
-Muchísimo. Me gusta el trabajo de ilustradora para prensa, no creas. Es un trabajo que te obliga a estar creativamente muy activa. Pero es verdad que me apetecía hacer algo que se saliera completamente de eso y que tuviera una parte más creativa. Al final, esto te permite, estéticamente, jugar de otra manera. Es mucho más libre.
¿Vendrá algún día al festival?
-Espero acudir a todo (risas).
Seguro que son jornadas también para desconectar de una profesión no siempre sencilla. ¿Qué les diría o aconsejaría a aquellas personas jóvenes que están ahora formándose en el diseño gráfico o en la ilustración, a quienes esperan que, como en su caso, esto sea su profesión el día de mañana?
-Lo primero que le diría es que esto es muy complicado. Hay que estar muy preparado para aguantar porque es una carrera de fondo. Hace tiempo me comentó un amigo que en este tipo de profesiones acabas ganándote la vida con lo que te gusta si aguantas. Estar, estamos muchos corriendo el maratón, pero también son muchos los que se van quedando en el camino. Yo misma, hace unos meses, pensé: hasta aquí, no tiene sentido tanto esfuerzo y tanta dedicación para tan poco. Pero, no sé, al final supongo que tienes verdadera pasión. Puede sonarte a tópico, pero es que esto no te deja irte, es superior a ti. Así que, si de verdad te gusta, vas a terminar volviendo. Hay que tener una moral de hierro.