Vitoria - Guionista, director, doblador, ilusionista, actor, monologuista, presentador... es imposible definir en pocas palabras a Agustín Jiménez y menos tras tantos años de profesión. Eso sí, él no para. Así que este día 25 estará en Kubik para encontrarse con el público en una sala que abrirá sus puertas a las 21.30 horas, estando las entradas disponibles por 15 euros en anticipada y 18 si se espera a pasar por taquilla.

Con la de trabajo que tiene en estos momentos en el teatro, la televisión... ¿por qué seguir con estos bolos de monólogos aquí y allá?

-Porque me gusta y porque en las salas es donde el monólogo está en estado puro, donde mejor funciona. Me divierte, la verdad, y la gente responde muy bien. No sé ya los años que han pasado desde que empecé con los monólogos y me encanta seguir con ello, pero para no quedarte atrás, no puedes parar de actuar.

¿Cómo no repetirse después de tantos años?

-Hombre, es verdad que reciclas material, pero bueno, los tiempos cambian y hay cosas que no son iguales. Vas introduciendo novedades y encontrando nuevos alicientes. Aunque ha habido alguna vez, en alguna convención empresarial, que me han pedido monólogos en concreto, yo llevo mi programa, soy de los que piensa que el artista es el que elige su material porque, viendo el contexto y el público, no hay nadie que sepa mejor que tú qué va a funcionar en cada momento. Con todo, siempre utilizo una serie de columnas básicas que sostienen lo que hago. Si respetas las reglas de la comedia, por lo general las cosas funcionan. Si sabes trabajar con los códigos de volumen, pausa, ritmo... y no pierdes de vista las normas del género, todo sale.

En el caso de su regreso a Vitoria, esta vez tocará hablar de...

-Normalmente hablo de sexo y de drogas (risas). Pero para todos los públicos. Me gusta mucho trabajar desde la posición de que ya soy padre con hijos adolescentes. Esa es la temática general que suelo llevar. Por lo general, siempre usamos cosas para los monólogos que hemos vivido o pensamos. En mi caso, me pongo en ese papel de padre, que además tiene que tratar con sus hijos esas cosas del sexo y las drogas, como te decía. Y funciona porque hasta la gente joven que viene, se ríe mucho.

Tal y como están los tiempos, ¿se auto-censura mucho incluso aún hablando de la cosa más pequeña?

-No, no. Al contrario, creo que estamos en un tiempo muy dulce, estamos en el mejor momento para el ingenio y para poder burlar lo establecido como comediante. Que vengan a por los cómicos me hace mucha gracia. Si haces reír, funcionas. Si haces reír, te pueden meter en la cárcel o lo que quieras, pero lo que no puedes hacer es pedir disculpas. Si alguna vez me toca por un chiste, iré a la cárcel. No pienso recurrir ni tonterías. ¿Vamos a ir a un juicio por un chiste? ¿Voy a ir delante de un juez a explicarle un chiste de manera fría y fuera de contexto? Yo hago chistes de todo tipo, también de política. Están en la tele, grabados y disponibles. La comedia siempre se ha hecho y se ha realizado de muchas maneras. Se ha hecho parodia del poder establecido a muchos niveles y no hay problema. Es ficción. Tiene su momento, su lugar y su contexto. Y el que quiera sentirse ofendido, pues qué le vamos a hacer.

Ser, entre otras facetas, monologuista, ¿implica que el personal crea que uno tiene que ser gracioso 24 horas del día?

-Yo es que chistes no sé, no los cuento. Así que cuando me los piden, pongo cara rara. Lo que pasa es que al final es un poco absurdo explicarle a la gente que a lo que te dedicas es algo parecido al humor, pero no es a contar chistes. Claro que esto es como ser fisioterapeuta, que la gente te termina pidiendo un masaje en la calle. A mí lo que me pasa es que la gente se ríe de muchas cosas que hago a pesar de estar haciéndolas de manera seria. Es algo, tampoco te lo voy a negar, que te abre muchas puertas. También es verdad que alguna vez me he llevado alguna hostia en la espalda, algún saludo demasiado efusivo del típico tío que piensa que eres su colega. A alguno se la he devuelto. Ya está. Pero ya te digo, no me quejo. Paso los controles en los aeropuertos casi sin registrar (risas). De hecho, te diré que por lo general la gente me cuenta más chistes a mí que viceversa. Es como si vieran a Bruce Lee y se pusiesen a hacer kung fu.

Televisión, teatro, radio, clubs... ¿en cada faceta se siente diferente o...?

-Sabes lo que pasa, que algunos actores de teatro me consideran un cómico de monólogos; algunos cómicos de monólogos me consideran un mago; algunos ilusionistas me consideran payaso; y algunos payasos me consideran actor de teatro. Yo creo que soy muy transversal (risas). Hombre, creo que como actor de teatro sí me he hecho respetar. Eso se consigue trabajando. Lo malo es molestar.