De Carlos Vermut resultaba admirable su iconoclasia y su despreocupación a la hora de formular sus películas. Viene del mundo del tebeo, sabe del placer de idear historietas y, como tal, hasta ahora, sus películas si resultaban abrumadoras eran por su desfachatez, por su frescura y por no pretender ni aparentar nada. Carlos relegó su verdadero apellido, el sonoro López del Rey, por el más sugerentemente gamberro, Vermut; toda una declaración de intenciones que se evidenciaba en un cine torrencial, libre, acelerado.

En 2011 filmó una locura: Diamond Flash. Tres años después, sin apearse de sus referentes freakie-fantásticos y libertarios, se paseó por el Zinemadia con Magical Girl. Triunfó ante el asombro de muchos y la alegría de otros tantos. Y ese éxito se pone a prueba ahora con Quién te cantará.

Es sabido que la fama corroe los talentos más sólidos, que confunde las mentes más brillantes y ordena y domeña las locuras más disparatadas. Esa es la pregunta, ¿qué podría pasar con su tercer largometraje?

Buen conocedor del universo manga y del cómic, en su planteamiento argumental, en su arranque, el filme de Vermut parece evocar una de esas piezas fantásticas del psico-thriller de animación emanada de la imaginación de Sathosi Kon: Perfect Blue (1997). Puro espejismo. Sus pretensiones terminan mirando a Bergman. Tampoco esa era una mala referencia. Así, la sinopsis argumental adelanta que tenemos dos personajes principales, una cantante en crisis y amnésica, a la que se le coloca una admiradora que canta sus canciones y le imita. La idea del doble, una kagemusha de la escena para recuperar el tiempo perdido, va de la mano al concepto de la vinculación madre-hija.

Si expusiera brevemente todo el libreto de su guión, algo que no voy a hacer, se entendería que Carlos Vermut ha ideado un relato fascinante. Su historia se descubre llena de tensión, emoción e intenciones, con infinidad pliegues y repliegues que se sirven de la música y del carisma decisivo de sus principales actrices, mujeres todas.

Lo que habitaba en el fondo del texto sabe del valor del relato y de la importancia de los personajes. Pero? aunque no se puede hacer ni el más mínimo reproche al trabajo interpretativo de Najwa Nimri ni al resto de actrices, como Eva Llorach y Carmé Elías, (el caso de Natalia de Molina no es tanto culpa suya como del personaje que se le obliga a encarnar), la opción de la dirección no les da cuerda, las tiene retenidas, se mueven con rígor mortis, con parálisis sonámbula.

El diseño se ha comido a la esencia. La puesta en escena, el hieratismo de sus personajes, los altibajos emocionales? se diría que Carlos Vermut, después de haber descubierto un mundo propio y evidenciado un universo singular, ahora decide caminar detrás de Pedro Almódovar. En Quién te cantará (con interrogación o sin ella), la sensación de frescura deriva en decadencia. Las sorpresas desaparecen y lo bizarro se banaliza. Eso no impide que Vermut se atrinchere en la belleza formal de algunas secuencias y en su capacidad para quebrar lo previsible. Pero aquí, lo que antes apasionaba y desconcertaba, ahora se hace incomprensible, no por esotérico, sino porque dramáticamente no se sostiene. Lo que resultaba fascinante ahora se hace belleza gratuita. Estética hueca que toma el nombre y el concepto de la madre, pero lo hace de manera esclerotizada.

‘quién te cantará’