Vitoria - Nuestro querido monstruo ha vuelto, cuatro años después, con The deconstruction (E Works. Pias), el 12º disco de Eels o, lo que es lo mismo, de Mark Oliver Everett, conocido como E y uno de los músicos más inquietantes y lúcidos de este milenio. Dueño de una historia personal trágica, es el ejemplo evidente de que existe vida más allá de la muerte, los sueños rotos y la inocencia perdida. Y lo demuestra con otra colección de bellas canciones sobre la resistencia y la necesidad de ser feliz.
“No es el peso que llevas, es la forma en que lo llevas/podemos superar cualquier cosa, podemos aguantar el golpe”, canta E, de 55 años y músico sobresaliente al que Bush II intentó prohibir, que logró su cuota de popularidad gracias a la inclusión de su canción My beloved monster en la banda sonora de Shrek y que se reveló también como un gran (y kamikaze) novelista en la autobiográfica Cosas que los nietos deberían saber.
En ese libro obligado para cualquiera que disfrute con la literatura y el pop, Everett narraba su azarosa vida, marcada por la música y la muerte. Vio morir a su padre científico, a su madre, al manager del grupo, a su prima y hasta a su hermana, que acabó suicidándose. ¿Y cómo lidió con todo ello? Extrayendo del dolor varias decenas de las mejores canciones pop, rock, garajeras, psicodélicas y nanas de las dos últimas décadas.
“Suenan tristes, pero suenan tan bien...”. Así presentaba Rodrigo Fresán las canciones de Eels en el prólogo de la novela de E. Y no he visto mejor manera de definirlas. Cuatro años después del experimental The cautionary tales of Mark Oliver Everett, solo interrumpidos por un disco y documental grabado en vivo en el mítico Royal Albert Hall de Londres, el grupo publica The deconstruction.
Optimismo Eels, que actuarán el 11 y 12 de junio en Barcelona y en el Mad Cool de Madrid, respectivamente, defienden que “el mundo es un desastre” y que lo suyo es solo música. Pero son canciones que “pueden ayudar a la gente”, según su líder, que se define como “lo suficientemente optimista” a pesar de carecer de respuestas. “Quizás porque no existen y todo está fuera de control”, reflexiona E, quien, eso sí, defiende los cambios y aboga por “tratar de ser amables” ante tanto motherfucker. Y por buscar la felicidad.
Ese deseo resulta evidente en cada fraseo y verso de The deconstruction, disco que ofrece deliciosas canciones en la forma y mucha dureza en su interior, en este caso con la ayuda puntual de una orquesta y un coro. Un disco con mayoría de tiempos lentos y baladas, como The deconstruction, la desnuda Premonition o The epiphany, con sus cintas al revés.
También el tempo suena apaciguado en There I said it, que descansa sobre un piano y la voz, o en la nana Archie goodnight. El sosiego del CD, que incluye tres líricos y sinfónicos interludios, se rompe en temas como Bone dry (rock garajero con guiño pop); la base casi hip hop de Rusty pipes; el pop luminoso de Today is the day y una You are the shining light cuya producción remite a la Motown con una guitarra fuzz.
Renacimiento The deconstruction (”me voy a romper en pedazos, la reconstrucción comenzará sólo cuando no quede nada”) es un disco sobre el renacimiento, sobre el dolor de “un hombre perdido” al que le “bebieron toda la sangre” y que es consciente de que “el mundo puede ser un lugar realmente malo”. A pesar de ello, “el sol va a brillar”, canta E, que se entrega a un optimismo realista que no impide reconocer la inevitabilidad de la muerte (”fiesta a la que no quieres que te inviten” pero a la “que irás por mucho que reces”) y la imposibilidad de recuperar el pasado.
Solo queda el futuro. Y hay que luchar por él, según Everett, que canta “hoy es el día” y que se/nos anima a resistir (”ser herido, sabes que puedes soportarlo”) y pelear. Al final, se “trata de reír en lugar de llorar”, como explicita en There I said it antes de sugerir, en In our cathedral, que nos construyamos ese refugio donde “estamos a salvo y somos libres”. E asegura que “el mundo se está volviendo loco, pero si lo buscas, todavía hay belleza por encontrar. A veces ni siquiera tienes que buscarla; otras, tienes que intentar hacerlo tú mismo. Y luego hay momentos en los que tienes que destrozar algo para encontrar algo hermoso en su interior”, concluye.