Vitoria - Aitana Sánchez-Gijón es Hécuba en Troyanas, dando vida junto a sus compañeras a tantas mujeres que han sido botín de guerra antes de ser silenciadas y olvidadas.

De un personaje trágico a otro. Después de Medea, Hécuba. Imagino que, aunque diferentes, la energía y el dolor de estas dos mujeres se conectan.

-Sí, digamos que la fuente de dolor es la misma. Son dos mujeres que lo han perdido todo, están desgarradas y casi no tienen ni motivos para seguir viviendo. Lo que pasa es que eligen caminos. Medea escoge el camino de la venganza y de la destrucción y Hécuba el de la resiliencia, el de la dignidad y el de la justicia a través de la reivindicación de la memoria y de la palabra.

¿En qué mujeres se inspiró para ponerse en la piel de estos personajes tan complicados y dolientes?

-No he tenido que esforzarme mucho. Estamos rodeadas de personas resilientes y de mujeres anónimas. Es que es abrir el periódico y encontrarte cientos, miles de historias, como la de esta mujer mexicana que después de que mataran a su marido, alcalde, decidió presentarse ella como candidata sabiendo que corría peligro y resultando, en efecto, asesinada al poco tiempo. Mujeres cuya conciencia y sentido de la justicia les empuja a dar la cara y arriesgar su vida. O las niñas de Boko Haram, que primero fueron secuestradas y utilizadas como esclavas sexuales, luego algunas regresaron a casa, donde fueron repudiadas e incluso violadas por quienes más las tenían que proteger, por lo que varias decidieron volver con sus captores. Es lo que le pasa a Briseida, el personaje de Pepa López, que opta por regresar con Aquiles porque, dentro de lo malo, es mejor que Agamenón. Entre los dos violadores, elige al que la trataba un poco mejor.

Terrible.

-Sí, o lo que le pasa a Helena, a la que Hécuba increpa porque, como todos, la culpa de ser la desencadenante de esa guerra tan terrible. Y ella le pregunta si cree que su cuerpo ha sido verdaderamente el culpable o más bien el oro, la plata, la ambición... Cada una de estas mujeres tiene una historia que contar y una reivindicación que hacer, y aunque lo han perdido todo y podrían estar instaladas en el lamento y en el papel de víctimas, Hécuba, que es un poco la voz de todas, cae mil veces y mil veces se levanta y las empuja a no dejarse morir; a preservar la palabra y la memoria como única posibilidad de reconstrucción.

Qué poco sabemos de Hécuba en comparación con Agamenón, Ulises, Aquiles...

-Si sabemos algo de ella es gracias a Eurípides, que escribió Las troyanas y Hécuba. Es admirable que un hombre se pusiera de lado de las vencidas y de los vencidos, de las olvidadas y de los olvidados. Porque si nos fijamos en La Ilíada y en toda la historia mítica que nos ha llegado, es siempre la versión de los hombres, de los vencedores, de los que desencadenan las guerras.

La historia de estas mujeres ha intentado sepultarse, pero es imposible, porque lo que ellas pasaron se ha seguido viviendo .

-Por eso Carme Portaceli ha querido quitar el artículo de la obra. No es Las troyanas, es Troyanas. Y en mi caso, Alberto Conejero ha escrito unos textos bellísimos que, por supuesto, respetan a Eurípides, pero en los que, por ejemplo, Hécuba dice “aguantarás en pie, desdichada Hécuba, como todas las Hécubas del mundo”. Ella es ella y las miles de mujeres que a lo largo de la historia han padecido situaciones similares. Es una manera de hacer esta obra más universal. Seguimos contando la historia de las troyanas porque la vemos reflejada en cosas que suceden hoy en día.

El teatro, en ese sentido, es testigo y da testimonio.

-El teatro también tiene ese rol de sacudir la memoria colectiva, de utilizar la palabra como recordatorio que nos hace reflexionar, nos remueve las conciencias y nos refleja como sociedad y como cultura.

Estas troyanas representan a todas las mujeres, con sufrimientos, discriminaciones, maltratos, acosos, abusos...

-Así es. Todas estas son las consecuencias del rol que históricamente hemos asumido las mujeres. Afortunadamente, estamos viviendo un momento interesante. Vamos a ver a qué llega. Creo que desde el Mayo del 68 no había un movimiento global que anunciara que podemos subir otro escalón por lo menos.

En gran medida, este movimiento viene de la mano de colegas suyas de profesión que han denunciado conductas deplorables, ¿usted también las ha sufrido?

-¿Conoces a alguna mujer que no haya sufrido a lo largo de su vida algún tipo de agresión o de molestia?

No.

-Ahí está mi respuesta.