Vitoria - En unas ocasiones pesa más un lado que el otro, pero siempre el Museo de Ciencias Naturales de Álava busca desde su sala de muestras temporales contar con propuestas donde las artes y las ciencias dialogan para construir su programación expositiva. Esa conversación, que se busca sea equilibrada, cuenta desde ayer con un nuevo aliciente, el que ofrece el proyecto fotográfico Visiones: una mirada personal al río tinto, de Begoña Sánchez, una propuesta que se podrá visitar hasta mediados de mayo.

En total son 25 las imágenes que componen este trabajo, ejemplos seleccionados para la ocasión de entre las más de 500 instantáneas que la creadora ha ido tomando a lo largo de cuatro años en el río Tinto, un paraje que, por muchas razones, es único y especial, un lugar para conocer desde distintas ópticas. En el caso de la fotógrafa y bióloga nacida en Guinea Ecuatorial -aunque durante años ha residido en Bilbao-, su interés se ha centrado en mirar al paisaje como quien observa a través de un microscopio, sólo que esta vez no es dentro de un laboratorio sino con el cielo como techo.

“Me gusta pintar”, apunta Sánchez, y ese impulso se nota a primera vista en cualquiera de las 25 imágenes que componen la muestra. De hecho, a modo de cuadros abstractos, se juega con los elementos de la naturaleza para generar fotografías que sugieren formas y situaciones que cada espectador, desde su experiencia e imaginación, terminará de completar, o por lo menos ese es uno de los objetivos. “No hay nada añadido de manera posterior. Son tomas y enfoques únicos”, describe, al tiempo que recuerda que las características tan particulares de la zona hace que “cada día puedas volver exactamente al mismo sitio pero que todo haya cambiado”.

La diversidad de colores y composiciones hace que, en un primer momento, parezca mentira que estas obras no estén intervenidas, que sean muestras de la realidad de un paraje privilegiado en muchos sentidos, en cuya protección y divulgación se sigue trabajando, como apunta Sánchez.

Es Alavesia, la asociación de amigos del Museo de Ciencias Naturales de Álava, la entidad que ha servido de punto de unión entre la autora, que desde hace unos años reside en tierras andaluzas, y el espacio foral ubicado en la Torre de Doña Ochanda.