Los gestores de las empresas audiovisuales necesitan para posicionar productos en el mercado, recursos matemáticos para evaluar la aceptación, rechazo o desmayo de lo que cada día ofrecen a la audiencia que se mide por encuestas y tendencias aceptadas más o menos por todos los intervinientes en el negocio, aunque en ocasiones los responsables de La 1 amenazan con salirse de los métodos implantados para medir audiencias.

El inquieto Pablo Motos ha introducido en el universo de medidores de mercado, la cifra que marca el momento de oro de la tele, es decir, lo más consumido por los nocherniegos televidentes, porque de todos es sabido que las empresas se juegan la tela en la denominada franja del prime time, y más específicamente en el citado momento áureo, que en el caso del humorista Quique San Francisco rozó los cinco millones de consumidores.

El hormiguero sigue siendo un programa de entrevistas con personajes punteros en el mundo actoral, deportivo o social que entran en el plató convencidos de que se lo van a pasar en grande, de que el rato de tele que van a disfrutar tiene como misión el entretenimiento y por ello, se prestan a todo tipo de juegos, pruebas o experimentos con un ejercicio de producción digno de una película de alto costo.

Es magnífica la atmósfera empática entre invitados y pequeño gran hombre, que se mueve en los platós como Pedro por su casa y cada noche asiste a la ceremonia de la popularidad y éxito. Quique San Francisco, Pepe Sacristán, como antes Hugh Hagman o Richard Gere, han ido construyendo puros programas de tele, en base a preguntas sencillas y lucimiento de los protagonistas; las estrellas se pasean entre la nómina de excelentes colaboradores de un programa al que se le augura larga vida en las parrillas de Antena 3, que cuida con mimo este modelo de hacer oyentes y facturar publicidades.