el reconocido profesional de la radio Carlos Herrera ha tomado la decisión equivocada de pasar por el aro televisivo en busca de un apetitoso botín en euros, pillado por plantarse antes las cámaras de La 1 en enésimo y desesperado intento de los jerifaltes populares de competir en la batalla de la audiencia, que no de la publicidad que ellos lo tienen prohibido, a pesar de los desmanes continuos amparados en conceptos ambiguos de patrocinios y otras zarandajas. Zapatero a tus zapatos es popular dicho que encaja como anillo al dedo a la última fase de la gloriosa trayectoria de una voz de la radio, el simpático y socarrón Herrera que se ha convertido en estatua de sal en el set que le oprime, comprime y no lo deja tiempo para sus gracietas aplaudidas por el público contratado que le acompaña en el plató. En un extraño formato medio vox populi, medio concurso, medio pulso de la opinión pública sobre temas manidos, usados y repetidos hasta la saciedad que no aportan frescura a un programa acartonado, con un Herrera flotando entre focos y cámaras, más rígido que una espátula y deseoso de hacer guiños cómplices a la cámara con su voz de galán trasnochado. Soso personaje, insulso muñeco mediático que por engordar los euros de la cuenta corriente, ha aceptado embarcarse en semejante aventura de dudosos resultados visto lo visto en la peliculera noche de los domingos. Un reconocido coro de famosos acompaña como corifeo opinante a la figura radiofónica ahora de Cope, antes Onda Cero, Ser y también de RNE. Un auténtico aventurero del oficio comunicador de las ondas. La desesperación de la tele pública, sólo le funcionan un par de productos, debe ser grande para hacer el movimiento de contratar a un profesional que se supone camino de sus últimos años de matraca radiofónica. La vanidad, la fama y los doblones se juntan para tentar a las estrellas de la radio.