Vitoria - Danza en el aire, suspendida en el vacío, movimiento sin tocar (o no demasiado) el escenario. En pocas palabras -hay cosas que sólo se pueden ver- así se podría dar una imagen formal de la propuesta que la compañía italiana No Gravity trabaja de manera habitual en sus espectáculos. A ello, en este caso, se une un fondo que toma como punto de partida la Divina comedia de Dante y la lectura que, desde su perspectiva, lleva haciendo Emiliano Pellisari desde 2007 hasta la actualidad a lo largo de tres montajes ahora fusionados en uno, Del infierno al paraíso: el viaje del alma.
Hoy, el cuadragésimo segundo Festival Internacional de Teatro de Gasteiz recibe al grupo en un Principal que está completo desde hace días. Eso sí, por las características propias del montaje, en principio no se han puesto a la venta las butacas del anfiteatro segundo. Sin embargo, ayer por la noche se hicieron ensayos y es posible que a lo largo de hoy, el certamen saque esos tickets, siempre y cuando se pueda garantizar que los espectadores van a poder ver en condiciones el montaje.
A la espera de saber qué decisión adopta la Red de Teatros junto a la compañía, quienes acudan a las tablas de la calle San Prudencio se encontrarán con una versión de la creación de Dante que escapa por completo de la literalidad de la palabra escrita para quedarse con los conceptos, ideas que Pellisari transforma en ese lenguaje universal que es la danza. Hace justo diez años, el autor, director y coreógrafo estrenó la primera producción de esta trilogía que después fue completando en 2010 y 2011, un camino recorrido que, como relata con una sonrisa, le ha deparado una situación paradójica: “lo que se refiere al Paraíso es lo que más ha gustado a la crítica, a los programadores... es lo que más nombre me ha dado; sin embargo, es el Infierno lo que siempre gusta más al público”.
Seis bailarines son los encargados de hacer ese camino (Purgatorio incluido) sobre las tablas, siguiendo música tanto del repertorio clásico como del contemporáneo. En el aire, en posiciones y momentos en apariencia imposibles, los intérpretes llevarán al público a lo largo de una hora y cuarto por una propuesta “sorprendente” en la que cada detalle está limado de manera exhaustiva. “No hay posibilidad de error”, dice Pellisari.