fiel a su abrazo a la independencia y pasando de multinacionales, el septuagenario Van Morrison, una leyenda musical del último medio siglo, regresa con el disco Roll with the punches (Exile/Musicasusual), en el que ofrece un sentido homenaje al blues. “Conecté de joven con él”, explica el irlandés, que se rodea de múltiples músicos, entre ellos Georgie Fame y Jeff Beck, para atacar con pulcra reverencia clásicos y temas propios.

Parece ser que “tener el control” de su música es el sueño de este huraño músico, que se pasó a la independencia en su disco anterior, el magnífico Keep me singing, editado tras cuatro años de silencio. Ahora, apenas se lo ha pensado porque acaba de publicar su 37º disco de estudio apenas un año después, un Roll with the punches que incluye 15 temas propios y versiones de clásicos de blues, jazz y gospel.

El irlandés soñaba de niño con ser Leadbelly, Mahalia Jackson, Ray Charles, John Lee Hooker, The Chieftains y Chet Baker. Y en su disco actual, en el que toca guitarra, armónica y saxo, sigue la estela de Bo Diddley, Mose Allison, Sister Rosetta y Lightnin’ Hopkins, entre otros. A una edad en la que podría estar disfrutando de su jubilación, su fiebre creativa le ha llevado a mirar por el retrovisor.

“Desde muy joven conecté con el blues. No lo diseccionas, simplemente lo haces”, explica. “Nunca he sobreanalizado lo que hago, simplemente lo hago. La música ha de ser eso, simplemente lanzarse, y es la manera en la que funciona el blues”, apostilla el irlandés, que asegura “haber tenido la suerte de conocer a la gente de verdad” del género: John Lee Hooker, Jimmy Witherspoon, Bo Diddley, Little Walter y Mose Allison. “Pude relacionarme con ellos y absorber lo que hicieron. Era gente sin ninguna clase de ego y me enseñaron muchísimo”, justifica.

reverencial Morrison, que actuará en Madrid el próximo 12 de diciembre y fue la estrella del último BBK Music Legends Fest de Sondika, entrega un CD de blues reverencial, magníficamente grabado e interpretado pero menos emotivo que sus últimos trabajos. Él, y sus múltiples colaboradores, de Beck a Fame o Paul Jones, vuelven a echar (en ocasiones) el freno en un álbum que tuvo que cambiar de portada al carecer de sus derechos de uso. La joya se llama Transformation, tema nuevo de Van que se erige como una preciosa y emotiva intromisión en terrenos soul con Jeff Beck a la Fender y en la que el irlandés, que comparte micrófono con Chris Farlowe, canta “el amor es para siempre”. Tiene el aroma de sus clásicos y solo le falta dejarla crecer y uno de sus su crescendos mientras juega al scat con su garganta.

grandes participaciones Además del tema titular, un blues eléctrico y perezoso en el que nos anima a aguantar los embates de la vida, Van también firma Ordinary people, Lonely Avenue, Fame... Son buenas canciones (algunas ya grabadas) pero suenan menores ante la magia de la inédita. Y en cuanto a las versiones, fluctúan entre clásicos que ya había interpretado (el tributo a su adorado Sam Cooke en Bring it on home to me, Lonely Avenue, Stormy monday...) y los inéditos. Hay grandes participaciones (solos de Dave Keary a la guitarra, al piano de Stuart McIlroy, la trompeta de Paul Moran...) y solventes ejercicios ajenos al blues (el swing y jazz de Teardrops from my eyes y Too much trouble, o el gospel Benediction), pero el CD roza lo excelso cuando huye de la interpretación académica en la cruda road-song Autombile blues, de Lightnin’ Hopkins, o Goin’ to Chicago, acústica, de armónica sinuosa y con apoyo de Fame. “Estas canciones están orientadas a su interpretación. Cada una es como una historia y yo la interpreto. Esto se ha ido olvidando porque la gente sobreanaliza las cosas. Fui intérprete antes de empezar a componer, y siento que eso es lo que hago”, concluye.