los grandes presentadores-comunicadores de la tele se comportan en las relaciones jurídico laborales como auténticos cracs del fútbol, con sus contratos millonarios, cláusulas de imagen y complicadas disposiciones de negocio, manejados por representantes, apoderados y productoras que de todo hay en la viña mediática del señor.

Las compañías de televisión contratan a sus estrellas para dirigir los grandes programas de entretenimiento o importantes espacios de información; periodistas mediáticos capaces de atraer como mínimo a dos millones y medio de espectadores que soporten la carga publicitaria que financia estos esfuerzos de producción audiovisual.

Ana Rosa Quintana es la reinona de las mañanas gracias a un programa construido a imagen y semejante de esta veterana periodista en el campo de la tele y antes de la radio; una periodista versátil, construida en las redacciones informativas durante muchos años y ahora estrella rutilante de Telecinco, la cadena poderosa de Mediaset.

Acaba de renovar contrato con Paolo Vasile, que va atando a sus profesionales/referentes, a los que no quiere perder y así ha sido en el caso de la mencionada periodista, capaz de llevar la mañana con juicios mediáticos, historias truculentas, testimonios descarnados o comentarios jugosos y preñados de malas intenciones como en el caso del Conde Lecquio, apoyo fundamental de AR, o las jugosas apostillas de clonado Joaquín Prat, brillante vástago de quien fuera voz inconfundible de la radio hace décadas.

Con finura, capacidad periodística y presencia ante las cámaras, Ana Rosa cabalga la actualidad, entreteniendo al personal acomodado entre la sala de estar y la casera cocina. Una necesaria compañía en el horizonte de la tele de nuestras fatigas que Paolo ha sujetado, renovando contrato con la encantadora presentadora de los magacines mañaneros.