En 2007, 2009, 2013 y 2017. Oihane Perea ha hecho historia en el bertsolarismo alavés, igualando en triunfos a Asier Otamendi. Ambos, por cierto, estarán en el campeonato de Euskal Herria en representación del territorio tras la final vivida el sábado en el Principal.

¿Qué sensaciones le quedan después de reposar lo que sucedió?

-Bueno, ahora estoy rebajando un poco el nivel de euforia. Tampoco lo puedes mantener mucho tiempo. La txapelketa es un día y la vida sigue. Eso sí, sigo con un sabor de boca muy agradable.

¿Hubo celebración posterior?

-Como en toda la txapelketa, quienes nos pusieron la alfombra roja para que nos luciésemos también se encargaron de que pudiéramos celebrarlo todos juntos. Fue un bonito broche final. Después de la actuación, en una sociedad del Casco Viejo, estuvimos los organizadores, guionistas, bertsolaris, jueces, aficionados, alumnos de las bertso eskolas... todos mezclados. Fue un momento muy especial en el que pudimos digerir en comunidad todo lo vivido esa tarde.

¿Le ha dado tiempo ha repasar todo lo que sucedió, dónde estuvo la clave? ¿Tal vez en el ejercicio de la cárcel?

-El resultado fue muy ajustado. Un punto de diferencia se traduce, en realidad, en décimas en cada uno de los jueces. Tal vez en el momento de la cárcel se pudo dar esa diferencia, pero creo que la clave, lo que me hizo sentir txapeldun, es que fui honesta conmigo misma y que supe admitir que me tocaba desnudarme física y emocionalmente en el Principal, en los temas que me tocaron y en los caminos que escogí yo. Una vez que me desnudé y enseñé mis virtudes y debilidades a la gente, recibir lo que me llegó por parte del público fue muy grande. Ser honesta conmigo misma y recibir el agradecimiento del público es lo que me hizo sentir txapeldun.

Cuando se supo que había ganado a Iñaki Viñaspre le pegó un abrazo que pensábamos que ya no le dejaba. ¿Qué le dijeron sus cinco competidores?

-(Risas) ¡No le quería soltar! Estuve muy a gusto con todos porque les quiero un montón. Pero es cierto que estaba sentada al lado de mis dos chicos preferidos, que son Viñaspre y Manex. Con Viñaspre, durante todo el saio, estuvimos compartiendo sensaciones y emociones, las buenas y las no tanto. Cuando terminé mis últimos bertsos, él me transmitió mucho amor y orgullo, y cuando dijeron lo de txapela, tenía que agarrarme a algo y qué mejor que un buen amigo, ¿verdad?

¿Se da cuenta de que es la única mujer que ha ganado el campeonato, y que ha igualado a Asier Otamendi con cuatro txapelas?

-Pues no te creas que del todo (risas). Hombre, ya tengo tres txapelas y eso hizo que estuviese también más tranquila. Esta victoria fue especial por el momento, el lugar y las circunstancias. Esta cuarta txapela no se me va a olvidar jamás en la vida. Tiene muchos significados y muchas personas debajo. Más allá, es verdad que numéricamente es la cuarta y supone un reconocimiento a un recorrido bastante amplio, aunque no creo que sea yo muy mayor (risas). Pero sí es cierto que llevo cantando en la plaza sin parar desde que me expuse por primera vez en un torneo San Prudencio. De eso creo que han pasado 25 años. El bertsolari no es como el deportista. El bertsolari tiene su músculo en la mente, en las experiencias y en las vivencias, y cuantas más acumules, más recursos tienes, más madurez, más saber estar. Los últimos años han sido para mí y para mi familia muy intensos y duros por distintas circunstancias y he crecido mucho por dentro. Han sido unos años que han tenido letras moradas en mi vida. Y, como sabes, la txapela de este campeonato tiene letras moradas. Así que me siento como si hubiera culminado o bordado esta última etapa de mi vida.

Por cierto, ¿ha pensado ya dónde colocarla?

-Cuando mi aita y mi ama hicieron... pues ya no me acuerdo cuantos años juntos porque llevan toda la vida, pero vamos, un aniversario importante, mi hermana y yo les regalamos una talla de madera con nuestros perfiles. La tienen justo a la entrada de casa. El sábado cuando llegué, puse la txapela debajo de la talla porque no es mía solo, es también de mi hermana, y es para ellos.

Ganar supone también, junto con Otamendi, representar al territorio en el certamen de Euskal Herria.

-Es la cuarta vez que voy a participar y probablemente sea la última también porque solo tenemos dos plazas y soy consciente de que estar ahí cada cuatro años es cuestión de décimas entre los dos que se clasifican. Es un orgullo tener otra vez la opción de acudir. Cada vez que he tenido la opción de participar he tenido sensaciones diferentes. Han sido esfuerzos importantes que han tenido frutos tanto positivos como negativos. A veces es frustrante el querer y no poder, por ejemplo, el querer demostrar y que la presión te supere. En la última ocasión, tuve la oportunidad de ser yo misma y percibí por parte del público, aunque en el campeonato de Euskal Herria es más masivo y menos familiar que en el de Álava, cariño y reconocimiento. Ahora que soy más madura, más persona, más mujer, tengo ganas de volver, de ser yo misma y sentir ese reconocimiento y agradecimiento por parte de la gente. Así que va a merecer la pena prepararse bien y sacarle la punta al lápiz.

Y mientras tanto, a seguir trabajando en la bertso eskola de la Llanada, ¿no?

-Claro, y en la de Rioja Alavesa y en la de la Montaña. Me está tocando trabajar y poner, y recibir, pasión en ambos lugares. Son dos zonas que están creciendo y que tienen muchas posibilidades de hacer grandes aportaciones al bertsolarismo alavés.