auténtico belén mediático se ha montado a cuenta de la dialéctica política y social desatada con motivo de la retransmisión de la católica, apostólica y romana misa que las televisiones públicas incluyen en sus parrillas y que ha suscitado vivo debate entre quienes defienden su continuidad y los que airadamente manifiestan su oposición a tal práctica que consideran contraria a los principios laicos que deben de regir una monarquía parlamentaria como la de Felipe VI de Borbón y que consagra la tan cacareada constitución vigente.
La pelea política entre Podemos y Ciudadanos a cuenta de quítame allá esas pajas sobre la cuestión ha desencadenado una pelea pro y contra sobre todo en las redes sociales, donde por si faltaba algo ha asomado la famosete Tamara Falcó que se ha posicionado encendidamente a favor de la retransmisión eclesial. Como si de iniciar una incruenta cruzada se tratara, Falcó ha mostrado entusiasmo de neófita a favor de la telemisa que de momento no se toca y que seguirá reuniendo abundante puñado de miles de espectadores; la misa por la pequeña pantalla es producto demandado por una parte de la audiencia y utilizado por ancianos e impedidos que no pudiendo salir de casa, siguen los detalles del acto litúrgico; es como un servicio social a determinados ciudadanos creyentes. No es manca la argumentación de que medios públicos no deben discriminar a una religión en detrimento de otra, y sobre todo no se deben emplear recursos públicos en tales gastos. La polémica está servida y amenaza con trasladarse al Congreso. Pequeño terremoto que por unos momentos nos ha sacado de la actual monotonía informativa de presupuestos, juicios del procés catalán y otras zarandajas corruptas y confesas. Los viejos demonios hispanos se intercambian golpes en el ring digital, dividiéndose las parroquias y provocando más ruido que nueces.